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En este año chino de la Liebre, echemos un vistazo a la situación de este animal en nuestro país. El diagnóstico puede resumirse en pocas palabras: mientras que su réplica de chocolate vive sus mejores momentos en los estantes de los comercios, la liebre salvaje se encuentra en situación altamente crítica.
Atrás han quedado ya las fiestas de Semana Santa, en las que pudimos disfrutar una vez más la abundancia y variedad de golosinas típicas de esta temporada: conejitos de chocolate, de turrón, de almendra, conejitos dorados y un largo etcétera fueron los protagonistas de las estanterías. No mordisqueaban nada, eran extremadamente dulces y silenciosos... y abundaban por doquier. Tan solo el fabricante suizo Migros produjo en su planta Delica, de Buchs (SG), 6,8 millones de conejitos.
Mientras que China celebra actualmente el año de la Liebre, Suiza es (mejor dicho: era) el país de la liebre. Especialmente en la Suiza de habla alemana, este animal salvaje ha dado su nombre (Hase) a un sinfín de lugares: Hasenacker, Hasenberg, Hasenbühl, Hasenburg, Hasenfeld, Hasengaden, Hasenhalden, Hasenmoos, Hasenplatte, Hasensprung, Hasental, Hasenstrick, Hasenwinkel. Y esta es tan solo una reducida muestra que evidencia la omnipresencia de este animal en la campiña suiza... ¡para deleite de los cazadores!
La liebre siempre ha sido una presa muy codiciada. En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, se cazaban hasta 75 000 liebres anuales. “La liebre era la presa de caza número uno”, comenta la bióloga Claudine Winter, del departamento de Biodiversidad y Paisaje de la Oficina Federal de Medioambiente (Bafu). Hoy por hoy, las estadísticas de caza registran tan solo unas 1 500 piezas anuales para todo el país, ya que la liebre se encuentra en situación crítica, especialmente en la meseta central. La gravedad de la situación queda patente a la luz de los datos que arroja el sistema de monitoreo de la liebre, creado en 1991 y que abarca determinadas regiones: a lo largo de los años, solo se ve una tendencia: descendente. Desde que comenzó el seguimiento de las poblaciones, su número ha vuelto a reducirse a la mitad, pasando de un nivel bajo a otro, mucho más bajo. Los investigadores de campo observan en torno a 2,5 liebres por kilómetro cuadrado.
Por el contrario, el batallón de conejitos de Pascua es cada vez más nutrido. A los millones de ejemplares de Migros hay que agregar los de su contrincante Coop y todos los conejitos de chocolate de los demás fabricantes del mercado de dulces. En total, según la asociación Chocosuisse se producen unos 16 millones de conejitos de chocolate al año —dos por cada habitante del país—, y en Semana Santa se consumen unas 5 000 toneladas. ¿Una tradición ancestral? En absoluto. Antes de 1950 apenas existían los conejitos de chocolate, y sobre todo no eran huecos. Los maestros chocolateros aún no habían inventado la “técnica de las figuras huecas”, que perfeccionarían más adelante. El auge de la producción no empezó sino hace unos cincuenta años, a la par que el drástico descenso de la población de liebres en estado salvaje.
Lo cierto es que el monitoreo arriba mencionado tampoco arroja datos fiables sobre la cantidad de liebres que existen en Suiza, ya que solo se centra en determinadas zonas de observación. E incluso las estadísticas de caza poseen relevancia limitada: en muchos cantones, los cazadores renuncian a la caza de la liebre, sobre todo porque este animal figura en la “lista roja” de las especies en peligro de extinción. Sin embargo, existe una estadística más fiable y al mismo tiempo más sangrienta, que revela el imparable declive de la población de liebres: la estadística de los animales silvestres atropellados por automóviles o muertos por maquinaria agrícola. En la década de 1980 se contabilizaban en esta estadística casi 4 000 liebres, mientras que en la actualidad solo se registran unos mil ejemplares.
La situación de la liebre es especialmente crítica en la meseta central: “Aquí la situación de la liebre es realmente preocupante, y no se observa muestra alguna de recuperación”, lamenta Claudine Winter, bióloga de Bafu. El principal motivo salta a la vista: en estos vastos espacios abiertos, las liebres ya no encuentran las “pequeñas estructuras”, como los setos, que podrían servir de refugio a sus crías. En las praderas abiertas, son presa fácil para zorros, gatos y aves rapaces.
También la forma de explotación diezma la población de liebres: “Si las praderas se segaran lo más tarde posible, esto contribuiría a proteger a las liebres y a los cervatillos”. Pero Suiza carece de normas al respecto.
La liebre es símbolo de fecundidad: puede tener hasta cuatro camadas al año. Pocos animales salvajes se reproducen con tanta facilidad cuando encuentran un hábitat adecuado. Actualmente, quienes baten récords de reproducción son los chocolateros: Lindt & Sprüngli produce anualmente y en todo el mundo unos 150 millones de conejitos recubiertos de papel dorado.
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La destruction des haies est un problème commun à toutes les nations où l’agrobusiness a pris le dessus sur la symbiose homme-nature. Hélas, bon nombre de paysans ne sont pas conscients de l’utilité des oiseaux qui mangent les insectes (qui mangent les produits agricoles). Ces oiseaux, tout comme les lièvres, ont besoin des haies pour nicher. Ces mêmes haies sont également un frein à l’érosion des sols, aux inondations, etc… Quant aux chasseurs… qui se prétendent “gardiens de la nature” et “régulateurs des espèces”… difficile à croire.