Es cierto que desde entonces Suiza cuenta con un segundo astronauta: el bernés Marco Sieber (véase Panorama 2/2023). Pero Sieber aún no ha viajado al espacio. Por tanto, Nicollier sigue siendo el único suizo que conoce de primera mano la realidad de la ingravidez. Cuando la gente piensa en viajes espaciales, la ingravidez no suele ser lo primero que le viene a la mente. Sin embargo, las simulaciones de misiones espaciales (véase el reportaje de la página 18) muestran muy pronto que los largos periodos de ingravidez no pueden reproducirse en la Tierra.
Claude Nicollier, ¿cuándo y cómo se empieza a sentir la ingravidez en un viaje espacial?
Cuando la nave espacial llega a la órbita y los motores se apagan, la ingravidez se instala de inmediato. Muchos no se sienten del todo bien durante las primeras horas, se sienten mareados. Pero una vez que el cuerpo se ha adaptado, la ingravidez resulta agradable.
¿En qué es agradable esta sensación?
Uno puede ocupar todo el espacio, sin tener que estar pegado al suelo. Puede poner los pies en el techo o en la pared. Es una sensación maravillosa.
¿Y cómo se duerme?
El Space Shuttle contaba con sacos de dormir, que se fijaban a la pared o al techo. No se puede dormir flotando.
¿Por qué no?
Para poder dormir hace falta cierta estabilidad, especialmente para la cabeza. En el Space Shuttle podíamos mantener la cabeza apoyada contra la almohada gracias a una cinta de tela. Ocurre lo mismo en la Tierra: no se puede dormir si la cabeza no reposa sobre la superficie de la cama.
Para reparar el telescopio espacial, usted trabajó con una especie de destornillador de batería. ¿No existía el peligro de que girara usted, en lugar del tornillo?
Sí, ese peligro existe. Por eso siempre hay que aferrarse a algo con la otra mano, antes de ponerse a atornillar. Si se requieren ambas manos, los pies deben sujetarse a un soporte. En cuanto se aplica fuerza en estado de ingravidez, se produce una acción y una reacción. Hay que estar entrenado.
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