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Claude Nicollier sigue siendo el único suizo que ha viajado al espacio. ¿Cómo vivió la ingravidez? ¿Y qué opina hoy sobre los viajes a la Luna y a Marte?
Es uno de los suizos más famosos: Claude Nicollier, el astronauta de Vevey. Entre 1992 y 1999 despegó de la Tierra en cuatro ocasiones y pasó un total de 42 días, 12 horas y 5 minutos en el espacio. Impresionó a los expertos sobre todo por la serenidad con la que ayudó a reparar el telescopio espacial Hubble. El 2 de septiembre de 2024, Nicollier cumplió 80 años.
Es cierto que desde entonces Suiza cuenta con un segundo astronauta: el bernés Marco Sieber (véase Panorama 2/2023). Pero Sieber aún no ha viajado al espacio. Por tanto, Nicollier sigue siendo el único suizo que conoce de primera mano la realidad de la ingravidez. Cuando la gente piensa en viajes espaciales, la ingravidez no suele ser lo primero que le viene a la mente. Sin embargo, las simulaciones de misiones espaciales (véase el reportaje de la página 18) muestran muy pronto que los largos periodos de ingravidez no pueden reproducirse en la Tierra.
Claude Nicollier, ¿cuándo y cómo se empieza a sentir la ingravidez en un viaje espacial?
Cuando la nave espacial llega a la órbita y los motores se apagan, la ingravidez se instala de inmediato. Muchos no se sienten del todo bien durante las primeras horas, se sienten mareados. Pero una vez que el cuerpo se ha adaptado, la ingravidez resulta agradable.
¿En qué es agradable esta sensación?
Uno puede ocupar todo el espacio, sin tener que estar pegado al suelo. Puede poner los pies en el techo o en la pared. Es una sensación maravillosa.
¿Y cómo se duerme?
El Space Shuttle contaba con sacos de dormir, que se fijaban a la pared o al techo. No se puede dormir flotando.
¿Por qué no?
Para poder dormir hace falta cierta estabilidad, especialmente para la cabeza. En el Space Shuttle podíamos mantener la cabeza apoyada contra la almohada gracias a una cinta de tela. Ocurre lo mismo en la Tierra: no se puede dormir si la cabeza no reposa sobre la superficie de la cama.
Para reparar el telescopio espacial, usted trabajó con una especie de destornillador de batería. ¿No existía el peligro de que girara usted, en lugar del tornillo?
Sí, ese peligro existe. Por eso siempre hay que aferrarse a algo con la otra mano, antes de ponerse a atornillar. Si se requieren ambas manos, los pies deben sujetarse a un soporte. En cuanto se aplica fuerza en estado de ingravidez, se produce una acción y una reacción. Hay que estar entrenado.
¿Cómo se puede entrenar? La ingravidez no se puede simular.
Depende. Cuando uno se mueve muy lentamente en un tanque de agua, la sensación que experimenta es similar a la ingravidez. No es difícil aprender a utilizar herramientas en estas condiciones. Sin embargo, si hacemos movimientos rápidos, las cosas cambian. Bajo el agua, uno puede desplazarse moviendo los brazos y los pies. En estado de ingravidez, esto no es posible.
Si volviera a ser joven, ¿querría ser astronauta otra vez?
Sí, no cabe la menor duda.
¿Y querría volver a la Luna? ¿O, incluso, a Marte?
Me encantaría viajar a la Luna. No está lejos, solo a unos días; es como un suburbio de la Tierra. En cuanto a Marte, tendría que pensarlo más. Si tuviera treinta años, probablemente diría que sí, aunque soy consciente de que supondría un enorme esfuerzo, tanto mental como físico.
¿Por qué?
Marte está extremadamente lejos. La Tierra solo sería un minúsculo punto azul, en algún lugar del horizonte negro. Las señales de radio tardarían hasta veinte minutos en llegar. Un ser humano se sentiría extremadamente aislado. Psicológicamente, esto sería muy difícil de soportar.
¿Qué opina acerca de la posibilidad de colonizar Marte?
Quienes han nacido para ser exploradores podrían atreverse a emprender un viaje así, con todas sus ingentes dificultades. Por ello, considero que explorar Marte es posible. Pero que millones de personas viajen allá algún día... no lo creo.
Encontrará fotos de las misiones espaciales de Nicollier en la versión en línea de este artículo, en www.revue.link/nicco
Anna Zimmermann sueña con ser astronauta o trabajar en una estación de investigación en la Antártida. Siente fascinación por la vida en entornos extremos.
“Mi filosofía de vida es seguir siendo curiosa y estar abierta a todo lo que se me presenta.”
Más información en el artículo “Superando los límites de lo posible”
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