Reportaje
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En Basilea-Ciudad, el 47 % de los hogares son unipersonales, mientras que la media suiza es del 36 %. Una de cuatro personas vive sola. Las autoridades de Basilea han puesto en marcha una estrategia para combatir la soledad y concienciar sobre este problema, que afecta tanto a jóvenes como a mayores. A continuación, presentamos un reportaje sobre este tema tabú.
Esta mañana de otoño, el piso de Esther Janine Zehntner, de 82 años, está inundado de luz. Los ventanales de este apartamento de cuatro habitaciones, situado en la sexta planta de un edificio que linda con el barrio de Iselin, ofrecen una magnífica vista de Basilea. “Vivo bien. Siempre he vivido sola, sin buscarlo necesariamente”, dice esta exmaestra de primaria que pasó casi diez años de su vida trabajando para la Asociación Cristiana de Mujeres Jóvenes (YWCA) en África. “Tengo el corazón negro”, afirma, y habla de su compromiso con el desarrollo en este continente. Esther sale a caminar a diario para mantenerse en forma. Le gusta pasear junto al Rin y por el zoológico. Tiene un círculo de amigos con los que va al teatro, a conciertos o a museos. ¿Sufre alguna vez de soledad, como le ocurre a cada vez más gente en Suiza, a medida que envejece y aumenta el número de divorcios? En Basilea, una cuarta parte de la población (50 000 personas) vive sola. El 47 % de las viviendas están ocupadas por una sola persona, lo que significa que en el 53 % restante, donde residen unas 150 000 personas, viven dos o más personas por hogar.
Esther nos habla de una semana que pasó con unas amigas de la YWCA; todas mostraron fotos de sus nietos y bisnietos. “Yo no tengo ninguno. ¿He desperdiciado mi vida? En cualquier caso, si hay algún momento en el que llego a sentirme sola, es en este tipo de situación”, dice Esther. Mientras tanto, se complace en oír el alboroto de los tres niños que corretean en el piso de arriba. En la planta baja de su edificio está el restaurante Huefyse Bar, un popular punto de encuentro para los solteros del barrio. Hombres y mujeres toman aquí sus cervezas y, de vez en cuando, algunos salen a la terraza a fumar. Al lado, en el Ahornträff, uno de los clientes asiduos utiliza una mesa de bistró para trabajar. Esther se reúne a veces con él para comer. Esta mujer de gran compromiso social vive aquí desde hace seis años, tras haber pasado la mayor parte de su vida en el barrio de Iselin, en una casa construida por su abuelo en 1902. Aún mantiene el contacto con sus antiguos vecinos.
En Basilea-Ciudad, la proporción de hogares unipersonales aumentó del 21 % en 1960, a cerca del 45 % en 1990. Se prevé que este porcentaje supere el 50 % de aquí al año 2050. “Podemos medir el aislamiento social, pero es difícil cuantificar la soledad”, señala Lukas Ott, quien dirige el Departamento de Desarrollo Cantonal y Urbano de Basilea-Ciudad. Este funcionario ha recibido el encargo de aplicar un programa basado en un postulado presentado en el Parlamento de Basilea en 2023 por el diputado socialista Pascal Pfister. Este plan incluye una financiación de 150 000 francos para proyectos de voluntariado a partir de 2025, así como una estrategia de lucha contra la soledad. “La ciudad debe crear nuevas oportunidades de convivencia”, subraya Ott, aludiendo al gran número de personas mayores, hospitales y residencias de ancianos que alberga el cantón.
En 2023, las autoridades de Basilea-Ciudad enviaron una carta a todas las personas mayores que vivían solas, en la que se indicaban dos números de teléfono: uno para obtener información sobre servicios de apoyo a la tercera edad, y otro para llamar a “Mein Ohr für dich”, una línea de ayuda para personas solas. Y es que la soledad no solo afecta a las personas mayores: en Basilea-Ciudad, un tercio de los hogares unipersonales están formados por personas de entre 20 y 40 años. En un mundo con mayor movilidad, en el que la vida transcurre en parte en línea, los jóvenes entablan más relaciones que antes. Sin embargo, estas relaciones son más frágiles, dice Lukas Ott, quien subraya que “lo crucial es la calidad y la profundidad de una relación”. El aislamiento social es un tema tabú. “Entre las personas mayores, este fenómeno es muy conocido; pero cuando son los jóvenes quienes dicen que se sienten solos, no lo aceptamos de la misma manera”, añade el jefe de departamento.
Gottfried* habla por teléfono. Este padre de dos hijos adultos lleva unos diez años separado de su mujer. Ahora tiene sesenta años. Antes trabajaba en el sector cultural, pero tuvo que cambiar de profesión tras la pandemia de la Covid-19, en la que muchos autónomos perdieron su empleo. Habla abiertamente de su soledad y su entorno, en el que muchos amigos y conocidos se han divorciado. Las condiciones de vida de los baby boomers se han deteriorado, de manera que incluso personas con un alto nivel educativo dependen de pronto de la asistencia social. “A la gente de mi edad no le gusta vivir sin pareja”, dice Gottfried. Sin embargo, las personas como él tienen dos deseos aparentemente contradictorios: por un lado, no quieren estar solas; pero, por otro, quieren conservar su independencia y su alto nivel de vida. “Así que cada quien sigue viviendo solo, en su pequeño rincón. La gente piensa que la vida será eterna”, dice este amante de la buena mesa, que también opina que las relaciones entre hombres y mujeres se han vuelto más complicadas. “Ya no me permito hablar con una mujer que no conozco, ni siquiera a mirarla de verdad”, dice. No hay muchos lugares donde puedan conocerse personas de sesenta años, aunque Tinder es uno de ellos. Gottfried conoce a “muchas mujeres que tienen un perfil en esta plataforma. Pero en la vida real nunca hablaría con ellas sobre el tabú de la soledad”, confía. En definitiva, Gottfried siente que su vida sin pareja se ha deteriorado. “Como pareja, podíamos compartir y discutir los problemas”, dice, mientras sueña con una nueva relación amorosa en una fase de la vida en la que el cuerpo se debilita y en la que los padres no tardarán en morirse.
En Basilea, alrededor del 75 % de los beneficiarios de prestaciones sociales viven solos o en una institución, según datos del Departamento de Asuntos Económicos, Sociales y Medioambientales. Ha aumentado el número de hogares unipersonales, incluso entre los más jóvenes. Además, algunas familias con hijos abandonan la ciudad en busca de un entorno más tranquilo. “El cantón está promoviendo infraestructuras y servicios adaptados a esta población”, afirma Melanie Imhof, portavoz del Departamento de la Presidencia.
La soledad no solo afecta a las personas mayores: en Basilea, un tercio de los hogares unipersonales están formados por personas de entre 20 y 40 años.
“Muchas mujeres con estudios están retrasando el momento de vivir en pareja”, puntualiza el Profesor Luca Pattaroni, del Laboratorio de Sociología Urbana de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL). El sector inmobiliario responde a este tipo de demanda creando “áreas de convivencia”: por ejemplo, habitaciones para una sola persona, en edificios equipados con servicios comunes. “Cuando las ciudades se construyen con apartamentos aislados y sin espacios de encuentro, los contactos son aún más limitados”, señala Thomas Pfluger, quien dirige “connect!”, un programa nacional de lucha contra la soledad. Luca Pattaroni cita el ejemplo de las cooperativas que crean espacios comunes en sus edificios, así como lugares de convivencia, como los clusters, esos apartamentos que reúnen estudios amueblados en torno a salas comunes. “La soledad puede conducir a la depresión. Está en el centro de nuestras preocupaciones por la salud mental”, añade el Profesor de la EPFL. ¿Es Basilea la capital suiza de la soledad? “Los basilienses se describen a sí mismos como gente que aprecia la tradición y la convivencia”, afirma Thomas Pfluger, refiriéndose al éxito del Carnaval y la Feria de Otoño.
*Nombre inventado por la redacción.
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