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En 1974, los habitantes del Jura votaron a favor de separarse de Berna para formar su propio cantón. Cincuenta años después, ¿cuáles son las características del cantón más rebelde de Suiza? Exploremos la región en bicicleta.
Como una gran fortaleza, la clínica de Le Noirmont se yergue en lo alto de la colina que domina el pueblo del mismo nombre. Detrás del edificio se abre el profundo y escarpado desfiladero del río Doubs, que separa Suiza de Francia. A sus pies se extiende la meseta boscosa de Franches-Montagnes, una de las regiones menos pobladas de nuestro país.
La clínica de Le Noirmont, en el cantón del Jura, es el mayor centro nacional de rehabilitación para enfermos del corazón. Es el lugar perfecto para iniciar nuestro viaje de exploración por el cantón más joven del país, donde el corazón desempeña un papel clave.
Con su historia protagonizada por audaces activistas, este cantón emana un espíritu de generosidad, inconformismo y libertad, que ofrece un romántico contrapunto a una Suiza amante de la eficiencia, la puntualidad y la competitividad. Cincuenta años después del momento álgido del separatismo del Jura, ¿cuánto hay de mito en esta rebeldía y cuánto de realidad? No es casualidad que hayamos decidido averiguarlo recorriendo el Jura en bicicleta, desde Le Noirmont hasta Delémont, la capital del cantón, situada más al este. El cantón del Jura debe su nacimiento a sus habitantes que se enfrentaron incansablemente a vientos políticos contrarios. Y los vientos en contra soplan con fuerza cuando se pedalea por las expuestas alturas del Jura.
Cuando el domingo 23 de marzo de 1974 se anunciaron los resultados de la votación, enseguida quedó claro que se trataba de un día histórico. “Llueve libertad”, declaró poéticamente Roger Schaffter, líder político del movimiento independentista del Jura, mientras la lluvia empezaba a caer sobre las escaleras del ayuntamiento de Delémont. Una escueta mayoría de votantes de los siete distritos del Jura acababa de pronunciarse a favor de su separación del cantón de Berna. Con ello, corregían el veredicto de 1815: tras su victoria sobre Napoleón y el Congreso de Viena, las grandes potencias europeas habían anexionado el Jura (que antes pertenecía al arzobispado de Basilea) al cantón de Berna. La incorporación de esta zona periférica era una compensación para Berna, que había tenido que renunciar a sus territorios en Argovia y Vaud. El pequeño Jura, católico y francófono, se encontraba en minoría en el gran cantón de Berna, protestante y germanófono, por lo que los conflictos, la discriminación y las aspiraciones de autonomía serían inevitables. En retrospectiva, los expertos políticos consideran que las luchas en torno al Jura antes de la histórica votación de 1974 podrían incluso haber desembocado en una guerra civil.
Y no exageran: a partir de los años sesenta, la organización separatista “Rassemblement jurassien” [Agrupación jurasiana] y su sección juvenil, los “Béliers”, orquestaron la resistencia contra Berna con tal destreza y furor que a menudo el conflicto estuvo a punto de degenerar. En 1969, jóvenes manifestantes del Jura se reunieron en la Bundesplatz de Berna para quemar el polémico manual de “Defensa Civil” que el Consejo Federal había distribuido a todos los hogares de Suiza. Los activistas también asaltaron la cámara del Consejo Nacional en 1968. Tampoco faltaron grupos de disidentes radicales que llevaron a cabo atentados incendiarios.
Sin embargo, en junio de 1974 se tomó una decisión democrática y pacífica a favor de la autodeterminación del Jura. Pero esto abrió nuevas heridas: solo los tres distritos del norte (Franches-Montagnes, Porrentruy y Delémont) querían formar un nuevo cantón. Los distritos del sur permanecían fieles al cantón de Berna.
En 1979, cuando el nuevo cantón pasó a formar parte de la Confederación Helvética, el Jura quedó dividido en dos. En la mente y el corazón de los habitantes del Jura, los frentes seguían siendo irreconciliables o, incluso, se habían endurecido. Estallaron ataques y provocaciones, como el audaz robo del legendario pedrusco de Unspunnen, en el Oberland Bernés, una piedra de 83,5 kilos que se lanza en la tradicional competición deportiva del festival que se celebra en este sitio. Pero desde entonces las cosas han cambiado: a principios de 2026, el distrito de Moutier también se escindirá de Berna para incorporarse al Jura, con lo que este ganará 7 500 habitantes: podría ser el desenlace de la épica disputa en torno al Jura.
La fundación del cantón del Jura ilustra “la fuerza que puede tener la democracia”, declaró la Consejera Federal Elisabeth Baume-Schneider, quien vive en Les Breuleux, no muy lejos de Le Noirmont, en una entrevista con motivo del 50.° aniversario de este cantón: “La libertad de los pueblos, la libertad de tomar sus propias decisiones, es fundamental para el Jura y sus habitantes”.
Basta pedalear (contra el viento, por supuesto) por esos solitarios derroteros de Franches-Montagnes que, de camino a Saignelégier, pasan de vez en cuando junto a una granja aislada, para darse cuenta de que la definición que ofrece la Consejera Federal de un Jura libre y sin trabas no solo se aplica a la política, sino también al paisaje.
En Suiza viven una media de 214 personas por kilómetro cuadrado, frente a tan solo 88 en el cantón del Jura. Aquí, a pesar de las buenas vías de comunicación, es posible vivir lo suficientemente lejos del vecino más próximo como para que la distancia geográfica genere tolerancia hacia los que tienen opiniones diferentes o están dispuestos a experimentar.
En el Café du Soleil, situado en la plaza del mercado de Saignelégier, se cultiva el inconformismo desde hace mucho tiempo. En 1980, un año después de la creación del cantón, un grupo de amigos con ideas afines transformó esta antigua taberna en un centro cultural concebido como “un espacio destinado a fomentar el análisis crítico y la libertad, entendida ésta como reconquista de la autonomía personal y contribución a la de la región”, según reza su manifiesto fundacional.
Hoy en día, el Café du Soleil ha perdido parte de la fogosidad que lo distinguía en sus inicios: además de su menú que incluye rollitos de primavera vegetarianos y filetes de costilla de 200 gramos, ofrece exposiciones y conciertos como telón de fondo cultural. Sin embargo, lugares como Saignelégier mantienen grabada en el corazón de los forasteros la imagen romántica del Jura inconformista.
A corta distancia del estanque de la Gruère, una joya paisajística que recuerda la región de los lagos en Finlandia, el camping local es uno de los poquísimos de Suiza que no ofrece ni espacios señalizados, ni tomas de corriente eléctrica; por no hablar de un sistema de reservas, ya que hay sitio para todos: “C’est ça, la liberté” [“Es eso la libertad”], afirman los encargados. Continuando nuestro camino, pasamos por el apacible pueblo franco-montañés de Les Genevez, que nos llama la atención por su joven alcalde, Anael Lovis, de sólo 23 años. Sin embargo, este pequeño municipio se dio a conocer hace décadas cuando sus habitantes se opusieron a la construcción de una base militar en sus inmediaciones, que llevaba mucho tiempo en proyecto, por considerar que amenazaba pantanos como el estanque de la Gruère, “muy importante para la identidad del Jura”, como señala la Consejera Federal Baume-Schneider; y muy importante también para la imagen que del Jura tienen los antimilitaristas y los ecologistas de la Suiza alemana.
La imagen progresista que el Jura proyecta al exterior se ve reforzada por el hecho de que en 1979 este cantón joven, rebelde pero ambicioso, aprobara una Constitución muy adelantada a su tiempo (y al resto de Suiza), que consagraba el derecho de huelga, el derecho al trabajo y a la vivienda, la igualdad de género y la creación de una Oficina de Asuntos de la Mujer. Por si fuera poco, los no suizos residentes en el Jura también pueden votar en las elecciones cantonales y los referendos.
El largo descenso desde el altiplano de Franches-Montagnes brinda al ciclista la oportunidad de reflexionar sobre la imagen del Jura. En la estrecha y profunda garganta de Pichoux, en la que apenas cabe la angosta carretera erosionada por el tiempo, sopla un cálido viento que se eleva desde la llanura más risueña y densamente poblada entre Bassecourt y Delémont. Allí se descubre un Jura diferente: un Jura que no desprecia abiertamente las convenciones, sino que lucha por su integración económica.
Se divisan las obras de la Transjurane, esa autopista de 85 kilómetros que atraviesa el Jura de Biena a Boncourt, en la frontera con Francia. Costó 6 600 millones de francos debido a la intrincada geología y los innumerables puentes y túneles, que fueron diseñados con los más altos estándares, también estéticos, por Flora Ruchat-Roncati, arquitecta del Tesino. La construcción de la Transjurane comenzó poco después de la creación del cantón y finalizó en 2017; traduce el compromiso de la Confederación por conectar esta desfavorecida región fronteriza con los dinámicos polos económicos de la Meseta Central.
Si la Transjurane está teniendo el efecto deseado difícilmente puede demostrarse con cifras. Mientras que la población de Suiza crece a buen ritmo, en el cantón del Jura está prácticamente estancada. La capacidad económica del Jura se sitúa por debajo de la media, el desempleo es superior al promedio suizo y en términos financieros el cantón camina por la cuerda floja. Cabe preguntarse si la mayor facilidad de comunicación que brinda la autopista no contribuye tanto a la emigración como a la inmigración.
Clément Crevoisier probablemente respondería de forma afirmativa. Desde hace varios decenios, este historiador publica textos comprometidos y críticos sobre su cantón. Considera que el aislamiento lingüístico y geográfico del Jura es un problema importante. Los habitantes del Jura, afirma, ni siquiera se sienten parte de la Suiza francófona. La gente que estudia, por ejemplo, tiene que marcharse, y a menudo no vuelve.
Para Clément Crevoisier, la atención prestada durante decenios al conflicto del Jura ha provocado también un endurecimiento de las actitudes, que está obstaculizando el potencial de desarrollo de este cantón. “Por desgracia, el afán ideológico de verlo todo en blanco y negro pasa por alto las raíces multiculturales del Jura”, sostiene.
Jean-François Roth, exconsejero de Estado del Jura, también está preocupado por el estancamiento de su cantón. “El cantón del Jura se ha vuelto bastante tranquilo. No estoy seguro de que siga encarnando el ideario que condujo a su creación”, comenta con motivo del 50.° aniversario del histórico plebiscito del Jura.
¿Es la ola de cambio un mito que se ha marchitado, arrasado por los vientos del crecimiento económico? Aparcamos ahora la bicicleta cerca de la estación de Delémont, en una pequeña zona peatonal cuyo diseño carece de originalidad.
Aquí trabaja el escritor Camille Rebetez, quien hasta hace poco participaba como mediador artístico en el ambicioso “Théâtre du Jura”. Sus padres fueron cofundadores del Café du Soleil de Saignelégier. Él mismo escribió los textos de la serie de cómics “Les indociles” [“Los insumisos”], que el año pasado se adaptó para la televisión suiza.
En su cómic, Rebetez narra la vida de tres jóvenes amigos que, a partir de los años setenta, persiguen su utopía de una vida libre e igualitaria en Franches-Montagnes; y en su empeño se topan con la realidad y las flaquezas humanas. “Mis personajes están a la merced de la economía liberal”, declaró Rebetez a los medios de comunicación cuando se publicó el último tomo de su cómic: “Tienen que aprender a perder, sin renunciar a la esperanza. Puede que no salven el mundo, pero luchan por mantener viva esta posibilidad”.
Cincuenta años después de su creación, esta fórmula breve y realista podría aplicarse también al cantón del Jura.
Comentarios
Comentarios :
Je vous remercie pour cet article très documenté. Au delà de l'aspect historique très bien exposé qui est venu combler mes lacunes, j'y ai trouvé une belle idée de destination à vélo.
Ich war in dieser Vorzeit in Rossmaison, 2 km von Delsberg, bei der Familie Koch, Bauern, zirka 45 Kühe und Rinder, 2 Pferde, 2 Traktoren, 40 Sauen und Hühner, Hund und mich als etwa 12-jähriger Arbeitskraft. Meine Freizeit war Sonntags von 9:30 bis 16:30.
So war ich im Vorfeld am Tisch beim Essen Mithörer der Befürworter und Gegner der Gründgung des Kanton. Die Vorwürfe an den Kanton Bern waren sicher nicht ungerecht, Verwaltungen zwang die Anwohner nach Bern in die Büros zu fahren, was für den Bauern oft ein schwieriger Tag wurde. Daraus wurde in Industrie, wie Landwirtschaft hart debatiert, welche Vor- oder Nachteile. Daraus wuchsen die politischen Fantasien. Eigene Büros, Jobs, Infrastrukturen ein riesiges Potential an neuen Arbeitsplätzen.
Fantasien wurden immer mehr zur Notwendigkeit. Offenbar ist es sicher richtg gewesen einen neuen Kanton zu gründen! Sonst würde heute Moutier nicht auch zum Kt. JURA wollen. Die Ruhe, die eingetreten ist, ist doch Zeuge, dass es Schweizerischer nicht sein könnte.
Der wirkliche Grund für die Trennung wird im Artikel überhaupt nicht erwähnt. Es ist der selbe Grund, warum sich Osttimor durch viel Gewalt von Indonesien gelöst hat und warum es in Irland so lange Bürgerkrieg gab und viele Regionen der Welt in Unruhen leben müssen: Dort, wo die katholischen Priester politisch nichts zu sagen haben, machen sie so lange Rabatz, bis sie bekommen, was sie wollen. Jetzt ist der katholische Teil des Kantons Bern selbständig und der katholische Klerus hat die Politik in der Hand. Es ist ja leicht, Frieden zu stiften, wenn man vorher den Zwist selbst inszeniert hat. Schade, dass die ernsthaft katholisch Gläubigen nicht merken, dass sie mit ihren Gaben und ihrer Mitgliedschaft ein antichristliches System unterstützen. Möge der Herr ihnen die Augen öffnen!