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Se derriten losinviernos blancos

31.01.2025 – Theodora Peter

La imagen de postal de los blancos paisajes suizos se está desvaneciendo rápidamente. Si se desea disfrutar de la nieve o esquiar, a menudo hay que viajar a destinos alpinos de gran altitud. Si bien el esquí, deporte nacional por excelencia, no está en peligro de extinción, se está convirtiendo cada vez más en un pasatiempo de lujo.

En Suiza, los remontes de baja altitud siguen existiendo... pero sus días están contados. Por ejemplo, en Langenbruck, el municipio más alto de Basilea-Campiña (BL), a 700 metros sobre el nivel del mar, el remonte del pueblo corre peligro de ser desmantelado, 73 años después de su inauguración. Hace tiempo que apenas hay nieve a esta altitud: en los dos últimos inviernos, el remonte, que llega hasta los 900 metros sobre el nivel del mar, ha permanecido cerrado.

Innumerables niños y jóvenes hicieron sus primeros pinitos en las pistas de Langenbruck. Entre ellos está el arquitecto Peter Hammer, de 74 años, que ahora es el encargado de los remontes. Su padre fue uno de los promotores del remonte, inaugurado en 1952 y el primero de la Suiza noroccidental. Ya de niño, Peter Hammer ayudaba a operar el remonte en su tiempo libre, y hasta ahora se ha mantenido fiel a su compromiso: “Lo que me motiva es ver la alegría de la gente”.

El remonte mecánico operado por Peter Hammer en Langenbruck está a punto de cerrar. Foto Volksstimme Sissach, Keystone

Hasta los años ochenta, el esquí estuvo en auge en Langenbruck, situado a escasos treinta kilómetros en línea recta de Basilea. La nieve no escaseaba, sobre todo porque en 1978 se había instalado allí un cañón de nieve. También se practicaba el esquí con iluminación artificial, lo que permitía a los amantes de la nieve de toda la región disfrutar de su afición después del trabajo. Pero a principios de los años noventa, los inviernos suaves y sin nieve se hicieron más frecuentes. “Por aquel entonces no se hablaba mucho del cambio climático, pero ya intuíamos que algo estaba cambiando”, explica Peter Hammer en una entrevista a Panorama Suizo.

Ya han cerrado 230 remontes

Desde entonces, el número de días en que las pistas estuvieron abiertas se ha reducido “de veinte a cero”. El operador aún espera que esta última temporada sea favorable. Si no encuentra comprador, la primavera de 2025 definitivamente será la última. Lo que más le duele a Hammer es “que la instalación aún está en buenas condiciones”: la licencia de explotacióm tiene vigencia hasta 2031. El gerente recuerda con nostalgia las últimas décadas y señala que “familias enteras y varias generaciones han crecido esquiando aquí”.

Langenbruck no es, ni mucho menos, la única estación de deportes de invierno que ha tenido que tirar la toalla. Muchas otras ya han corrido la misma suerte. De las 545 estaciones de esquí y remontes mecánicos de Suiza, 230 han desaparecido del mapa, es decir, alrededor del 40 %. Según un estudio de la Universidad Técnica de Dortmund, el cierre de los remontes se debe no solo a la falta de nieve, sino también al decreciente interés de la gente por los deportes de invierno y a la caída de su rentabilidad. No todas las estaciones de esquí abandonadas han sido desmanteladas: en varios lugares, los mástiles oxidados de los remontes, las telecabinas rotas o los restaurantes de montaña en ruinas son mudos testigos de esos paraísos perdidos. Sus antiguos operadores han quebrado, dejando tras de sí no solo deudas, sino también ruinas fantasmagóricas en medio del paisaje.

Inviernos cada vez más cálidos

En los próximos decenios, el aumento de las temperaturas también supondrá un importante reto para las estaciones situadas a mayor altitud. Por encargo del sector de los remontes mecánicos y de Suiza Turismo, investigadores del clima de la ETH de Zúrich han elaborado previsiones para los inviernos hasta el año 2050. Según estas previsiones, la falta de nieve se agravará en todas las zonas de esquí situadas por debajo de los 1 500 metros. Desde que comenzaron las mediciones en 1864, los inviernos en Suiza se han vuelto 2,4 grados más cálidos, afirma Reto Knutti, investigador del clima de la ETH: “Para 2050, esperamos un calentamiento adicional de un grado centígrado, en comparación con las temperaturas actuales”. Dependiendo de cómo evolucionen las emisiones de CO2, este valor variará en una o varias décimas de grado, con efectos más o menos pronunciados.

Si las temperaturas invernales aumentan un grado, como se prevé, la isoterma de cero grados también ascenderá unos 300 metros. Esta constituye un indicador importante para el turismo de invierno: indica la altitud por encima de la cual las precipitaciones caen en forma de nieve. Desde los años sesenta, este límite ha subido entre 300 y 400 metros, con consecuencias fatales para los remontes situados en los valles.

Las pistas de esquí por debajo de los 1 800 metros de altitud pronto estarán en peligro, advierte el climatólogo. En estas zonas, la producción de nieve artificial también resulta difícil, ya que los cañones de nieve solo funcionan a temperaturas inferiores a cero grados. Y el número de días con heladas disminuirá entre un 10 y un 30 %, dependiendo de la altitud. “Hará demasiado calor para fabricar nieve, sobre todo al principio del invierno, es decir, de mediados de noviembre a mediados de diciembre”, señala Knutti.

Más nieve artificial

Aunque numerosas estaciones de deportes de invierno en los Alpes se encuentran por encima del umbral crítico de los 1 500 metros, también ellas deben adaptar sus estrategias al cambio climático. De acuerdo con una encuesta realizada por la Universidad de San Galo entre cien operadores de remontes mecánicos, más del 75 % de ellos prevén nevadas más inciertas y una temporada de deportes de invierno más corta en los próximos veinte años. No obstante, la mayoría asume que el esquí y el snowboard seguirán siendo deportes populares, por lo que están invirtiendo aún más en cañones de alto rendimiento, capaces de producir grandes cantidades de nieve artificial en poco tiempo. En la medida de lo posible, las pistas de esquí se desplazarán “hacia arriba”, con más remontes que lleven a los aficionados a los deportes de nieve a mayores alturas en la montaña.

Estos planes tienen un precio: se requieren inversiones millonarias. En algunos casos, son inversores extranjeros los que toman el relevo. Hace dos años, por ejemplo, la empresa estadounidense Vail Resorts compró la estación de esquí de Andermatt-Sedrun, situada entre los cantones de Uri y los Grisones. Desde 2024, la estación de Crans-Montana, en el Valais, también pertenece a este gigante estadounidense de los deportes de invierno, que posee más de cuarenta estaciones de esquí en el mundo. Tanto en Andermatt-Sedrun como en Crans-Montana, Vail Resorts tiene previsto invertir un total de cincuenta millones de francos, aproximadamente, en la ampliación de infraestructuras: cañones de nieve, remontes mecánicos y restaurantes. Esto debería atraer a más inversores, que a su vez construirán hoteles y complejos vacacionales destinados a una clientela adinerada.

De deporte popular a deporte de lujo

Otras estaciones de deportes de invierno también están realizando cuantiosas inversiones para ampliar sus infraestructuras. Además de disparar los costes energéticos, esto conlleva un aumento del precio de los servicios. Dependiendo del tamaño de la estación, un día de esquí para un adulto cuesta entre 40 y 90 francos. Algunos operadores de remontes aplican tarifas “dinámicas”, variables en función de la demanda y el momento de la reserva. En puntos calientes como St. Moritz, el Monte Cervino o Laax, bastión del snowboard, los precios pueden superar los cien francos diarios.

Causó revuelo una declaración de Reto Gurtner, propietario de los remontes de Laax. Según él, aún no se ha alcanzado el precio máximo: “Dentro de diez años, un pase de un día en Laax costará entre 200 y 300 francos”. Gurtner estima que seguirá aumentando la afluencia a las zonas con nieve asegurada, y que siempre habrá suficientes esquiadores apasionados dispuestos a pagar estos precios. No hay más que ver el caso del golf: hay gente dispuesta a pagar hasta mil francos por partida.

Jürg Stettler, experto en turismo de la Universidad de Ciencias Aplicadas y Artes de Lucerna, no cree que estos precios desorbitados lleguen a imponerse en todas partes. Sin embargo, señala que muchos suizos se preguntan si sigue mereciendo la pena practicar un deporte de invierno. “El esquí ya no es el deporte popular de hace cuarenta años”, declaró Stettler a Radio SRF. Aunque alrededor de un tercio de la población sigue practicando deportes de nieve, “quienes van a esquiar lo hacen cada vez con menos frecuencia”. Para las familias en particular, los deportes de invierno se están convirtiendo cada vez más en un lujo inasequible: una semana de esquí para dos adultos y dos niños puede llegar a costar varios miles de francos.

Inolvidables momentos de diversión en los Alpes suizos (Weisshorn, 2 653 m). Foto Keystone

Los campamentos de esquí, una tradición que se está perdiendo

También en las escuelas, el antiguo deporte nacional ha perdido importancia. Mientras que en los años setenta los campamentos anuales de esquí aún formaban parte del plan de estudios estándar, esta tradición se ha ido perdiendo en los últimos decenios. En la Suiza de habla alemana, el actual plan de estudios solo establece como objetivo que los niños sean capaces de desplazarse “en equipos de deslizamiento”, lo que incluye también los patines de hielo.

El Gobierno federal subvenciona los campamentos de deportes de nieve con fondos del programa “Juventud+Deporte”. Unos cien mil jóvenes participan cada año en estos campamentos. El sector espera atraer de nuevo a la nieve a más niños y adolescentes gracias a la Iniciativa de Deportes de Nieve, lanzada en 2014. Además de material didáctico, la plataforma “GoSnow.ch” ofrece a escuelas y profesores campamentos de deportes de nieve organizados y listos para su realización, a precios asequibles. Este invierno, la plataforma organiza unos cuatrocientos campamentos en total, para más de 18 000 participantes.

Según afirma Fränzi Aufdenblatten, Presidenta de la iniciativa y antigua esquiadora profesional, el esquí no es solo una pasión, sino un “bien cultural suizo”. Para ella, es inconcebible que los niños que crecen en este país no tengan al menos una vez en su vida la experiencia de los deportes de nieve: “Sería como vivir en Hawái y no haberse subido nunca a una tabla de surf”.

En la Suiza de hoy, los inviernos son 2,4 grados más cálidos que a mediados del siglo XIX. Para 2050, es probable que la temperatura aumente otro grado. Entonces, las estaciones de esquí situadas por debajo de los 1 500 metros carecerán prácticamente de nieve.

Los “días dorados de Sapporo”: en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1972, Bernhard Russi (dorsal n.º 4), campeón olímpico suizo de descenso, y Roland Collombin (dorsal n.º 11), ganador suizo de la medalla de plata olímpica, celebran su triunfo a hombros de los aficionados. Foto Keystone

 
 
El mito de la “nación del esquí”

Alles fährt Ski... alles fährt Ski... Ski fährt die ganze Nation” [“Todo el mundo practica el esquí... la nación entera practica el esquí”]: este pegadizo éxito de Vico Torriani, de 1963, es una de las canciones inseparables del boom del esquí, que tuvo su apogeo en los años 60 y 70. La popularidad de este deporte en Suiza tuvo mucho que ver con la disponibilidad de remontes mecánicos, sobre todo a baja altitud. En aquellos años todo el mundo tenía un remonte mecánico cerca de casa, y casi todos los escolares iban regularmente a un campamento de esquí.

Al mito de Suiza como “nación del esquí” contribuyeron también los “días dorados de Sapporo”, cuando Suiza ganó diez medallas en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1972 en Japón: nunca se olvidará la doble victoria de Bernhard Russi y Roland Collombin en el descenso, ni las dos medallas de oro de Marie-Theres Nadig.

“Un pueblo capaz de defenderse gracias a los deportes de invierno”

En Suiza, fueron los alpinistas quienes descubrieron el esquí para sus excursiones, escribe el historiador del deporte Simon Engel en un blog para el Museo Nacional. El primer club de esquí se fundó en Glaris en 1893, y la Asociación Suiza de Esquí nació en 1904. Al principio, el esquí era sobre todo una actividad de ocio para turistas adinerados. Los deportistas británicos de clase alta se lanzaban a las pistas siguiendo el principio de “downhill only”.

De acuerdo con Engel, la consagración del esquí como deporte nacional se relaciona con las dos guerras mundiales, que paralizaron el turismo internacional. Para conseguir que más suizos acudieran a las pistas, se destinaron fondos públicos a salvar hoteles y remontes, así como a aplicar descuentos en los pases y en los cursos de las escuelas de esquí. A partir de los años 40, algunos cantones introdujeron vacaciones anuales de invierno, para que los escolares practicaran el esquí.

El ejército también apoyó este proyecto nacional: durante la Segunda Guerra Mundial, el general Guisan ideó el eslogan publicitario “Una juventud sana. Un pueblo capaz de defenderse gracias a los deportes de invierno”, haciendo de las montañas el lugar ideal y del esquí la actividad perfecta para entrenar la fuerza física y moral necesaria para defender la patria. Esta campaña de propaganda concertada cumplió su propósito: acudieron miles de huéspedes para llenar las camas y las pistas de las estaciones de deportes de invierno.

Blog del Museo Nacional: www.revue.link/skiing

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