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Con sus 300 grupos era el festival musical más grande jamás anunciado en Suiza. Y el Ghost Festival sonaba tan extremo como su nombre, pues se organizó para que no se celebrara nunca. No obstante, decenas de miles de fans compraron entradas de hasta 100 francos para participar en un experimento de pura imaginación: un espectáculo de voces mudas.
Los carteles de festivales suelen presentar una lista de nombres yuxtapuestos, donde las estrellas figuran en letra grande, los artistas menos conocidos en letra mucho más pequeña. Desde hace meses no se ven carteles de este tipo en Suiza: los recintos culturales están cerrados y los festivales, cancelados. El motivo lo conocemos todos.
Pero a principios de año apareció por doquier un cartel que lo prometía todo: ¡Stephan Eicher! James Gruntz! Züri West! Lo&Leduc! Stefanie Heinzmann! En orden estrictamente alfabético y sin ninguna diferencia tipográfica se anunciaban 300 grupos, desde grandes hasta pequeños y diminutos: un megaevento a nivel nacional, denominado “Ghost Festival”.
Se colgaron los carteles a pesar de que las reuniones de más de cinco personas estaban prohibidas en todo el país. Los organizadores mencionaban un “sofisticado sistema de protección” que les permitiría congregar a “hasta ocho millones de personas”. Pero en definitiva, organizaron el festival para que, los días 27 y el 28 de febrero de 2021, éste no se celebrara. Así sonaría igual que todo el sector musical suizo en la actualidad: absolutamente mudo.
A pesar del carácter fantasmagórico del festival, no menos de 35 000 fans terminaron pagando hasta cien francos por una entrada. Confiaron en un simple plan comercial: al final no quedaría nada en la caja, todos los ingresos se repartirían entre los músicos y el personal técnico necesario en cualquier festival. La entrada no permitía ingresar a ninguna parte. Solo garantizaba pura imaginación y añoranza de cultura presencial.
¿Y cómo se tomaron los músicos el festival? Una participante sin escenario fue, por ejemplo, la mezzosoprano, autora y compositora Stephanie Szanto. Para ella, no solo este festival fue totalmente ficticio, sino también cualquier actuación durante los doce meses anteriores: su “agenda totalmente llena” pasó a ser “totalmente vacía”. Para esta artista freelance que solía actuar en una amplia gama de escenarios, la pandemia fue “una catástrofe total”: “Me sentí completamente desamparada”, dice Szanto. De la noche a la mañana se derrumbaron importantes pilares de su vida en los ámbitos humano, artístico y material. Se pierden todas las perspectivas, dice Szanto, más aún porque la congelación de la vida cultural “acaba con cualquier inspiración, desemboca en un vacío paralizante”. De repente, la vida cotidiana se llena de angustias meramente materiales: “¿Cómo pagaré el alquiler?” Documentar meticulosamente las solicitudes de ayuda por pérdida de ingresos se convierte en un trabajo de tiempo completo frente a la computadora: “No queda energía para la creatividad”.
Otro participante que no estuvo ni un segundo en el escenario del Ghost Festival fue el grupo bernés de rumpelrock “Kummerbuben”, que ha tocado en muchos festivales reales de renombre. Para este grupo también fue un año prácticamente sin conciertos, deplora Urs Gilgen (guitarra, banjo, mandolina). Aunque otros afirman que el año de la pandemia los inspiró, éste no ha sido su caso, comenta Gilgen: “Somos un grupo que necesita sentirse viento en popa, que necesita objetivos concretos. ¿Para qué íbamos a ensayar?” Además, no querían hacer “música de pandemia”: “Nos parece totalmente innecesario”. Gilgen deplora lo deprimente que es vivir en la constante incertidumbre: cuando un concierto se posterga dos, tres o cuatro veces para una fecha cada vez más tardía, “te preguntas si vale la pena seguir buscando una enésima fecha alternativa”.
Postergar, aplazar, aguardar: mientras tanto, el tiempo vuela. Desde hace mucho, la mezzosoprano Stephanie Szanto ya no habla de un año perdido, sino de varios. Todo el sector cultural ha sufrido enormes daños. Y como, además, se reducen los subsidios públicos a la cultura, cabe preguntarse si los escenarios, los organizadores de conciertos y los festivales (no ficticios) podrán recuperarse: “Para los músicos, esto significa que a largo plazo ya casi no recibiremos ofertas”. En lugar de ver la luz al final del túnel, solo advierte una oscuridad difusa. Esta falta de perspectiva, dice Szanto, es algo característico de la pandemia en general; “pero como artista creativa, te afecta de manera muy particular”.
El grupo zuriqués “Sputnik Sushi” es uno de los numerosos grupos pequeños que participaron en el festival de las voces mudas. Sus cuatro integrantes tocan, sobre todo en pequeñas salas de conciertos, una música que combina influencias americanas, versiones de temas de los años 1940 a 1990 y atrevidas composiciones propias. Su contrabajista Daniel Reichlin se considera privilegiado: nos enseña la confirmación de un concierto en septiembre de 2021, pero con una nota que dice que todavía no se sabe si el concierto podrá celebrarse. ¿Cuántas de las formaciones que aparecen en el cartel del Ghost Festival existirán todavía después de la pandemia?, se pregunta Reichlin. En su opinión, los grupos aficionados pequeños y ambiciosos, como “Sputnik Sushi”, no corren demasiado peligro: son grupos que viven para la música, mas no de la música. Tampoco corren mucho peligro los grandes y famosos: “Los que sí están bajo enorme presión son todos aquellos músicos profesionales jóvenes y muy buenos que posiblemente estén al principio de su carrera y que harán mucha falta dentro de pocos años”. Si su futuro está amenazado, habrá “un problema de calidad” en todo el ámbito cultural. Por eso, “Sputnik Sushi”, al igual que otros muchos grupos del festival, renuncia a su paga en beneficio de otros: “Hay que apoyar a quienes hoy por hoy no perciben ningún ingreso”.
Sobre el escritorio del Redactor Jefe de Panorama Suizo lucen dos entradas al Ghost Festival… así como unos artículos de prensa muy críticos con el evento. Estos artículos hablan de “engaño al público”, denuncian que “en lugar de dar voz a los músicos, se les enmudeció”. Más aún: para el semanario Weltwoche, el Ghost Festival no es ni más ni menos que un desvergonzado “acto de mendicidad disfrazado de rebeldía”. Vale la pena preguntarse: ¿por qué no se juntan los 300 grupos para organizar una magna retransmisión en vivo por Internet?
“Naturalmente, preferiríamos tocar en vivo, en vez de llamar la atención por nuestro silencio”, dice Urs Gilgen de los “Kummerbuben”. Sin embargo, considera que lo justo es hacer hincapié en la solidaridad: “No se trata de una acción solidaria cualquiera a favor de la música, sino de la más grande desde el inicio de esta pandemia. Y es la propia sociedad civil la que la ha dado a luz y la está llevando a cabo”.
El contrabajista de “Sputnik Sushi”, Reichlin, agrega: “A los músicos nos aniquila la falta de contacto con el público”. En otras palabras, la música sólo existe como música en vivo. Por eso, su grupo no habría participado en un evento virtual. Para Reichlin, solo un festival mudo refleja lo que ocurre actualmente en el escenario musical suizo: “En esencia, nada”.
Pero, ¿escenificar la nada no es un acto meramente simbólico? Stephanie Szanto discrepa: “Este festival es mucho más que un símbolo”. Lo considera más bien un acto de resistencia colectiva “ante una catástrofe que dista mucho de haber concluido”, un acto de solidaridad. ¿No debería subirse más música a Internet en señal de solidaridad? “No”, dice Szanto categóricamente.
“La música es algo vivo, que se alimenta del intercambio con el público; necesita a un público de carne y hueso.”
Por eso, el streaming no puede sustituir a la cultura de conciertos. Y si cada vez más gente se acostumbra a disfrutar gratuitamente de los conciertos en línea, esto terminará siendo problemático: “Esto da la idea de que la música es una cultura gratuita, lo cual obviamente no es el caso”.
Tomamos nota de la lección: es necesaria la interacción en vivo para que se produzca esa chispa entre quienes crean la música y quienes la disfrutan. Por eso, un festival fantasma no necesita streaming. Pero ¿cómo transcurrió, desde la perspectiva de los músicos, el fin de semana del festival mudo? Daniel Reichlin habla de un “fin de semana difícil y un poco deprimente”. Y aunque por primera vez no sufrió pánico escénico, reconoce que “son precisamente el nerviosismo, el estrés y las pruebas de sonido los que confieren toda su intensidad a una actuación”. Para Urs Gilgen, los dos días del festival no fueron tan silenciosos: tocó un poco de música en casa con los hijos. Por su parte, Stephanie Szanto pasó el fin de semana en la montaña, lo que le permitió darse cuenta “de lo lejos que estaba del mundo de los conciertos”.
Sin embargo, el festival no transcurrió en total silencio y sin dejar huella: muy pronto los grupos fantasmas lanzaron al mercado un curioso álbum lleno de extraños sonidos espectrales, creados por 200 de los 300 grupos. Se trata de una grabación bastante inusual, que expresa el “malestar” artístico causado por la actual situación. Una semana más tarde, el álbum de la Ghost Orchestra encabezaba las muy oficiales listas suizas de éxitos musicales. Quienes hasta entonces se reían, afirmando que un festival ficticio no podía batir ningún récord, saben ahora que estaban equivocados: nunca antes 200 grupos musicales habían alcanzado simultáneamente el primer puesto en las listas de éxitos.
¿Será necesario organizar un segundo Ghost Festival? En el mundillo musical, nadie lo desea. Por su parte, el Parlamento se ha puesto manos a la obra para crear un seguro que permita a los organizadores programar el verano de festivales suizos en 2021, a pesar de la incertidumbre reinante. Sin embargo, aunque la reacción de los medios políticos es alentadora, todavía no hay claros motivos de esperanza: tres de los grandes festivales tradicionales al aire libre —el festival de San Galo, el Gurtenfestival de Berna y el Paléo Festival de Nyon— han renunciado a su edición 2021. Sin embargo, los músicos no son del todo pesimistas: puede que se avecine un verano con numerosos festivales pequeños, espontáneos y llenos de creatividad.
Comentarios
Comentarios :
Ich stimme mit den Musikern überein. Musik lebt vom Kontakt mit dem Publikum, also mit den Menschen. Diese Pandemie hat uns jeglicher Art von sozialen Kontakten beraubt. Cafés, Restaurants, Konzertsääle, Theater, ja sogar Parks waren geschlossen oder sind es zum Teil noch. Sich mit Familienmitgliedern oder gar Freunden zu treffen praktisch unmöglich.
Zu entstandenen den finanziellen Problemen kommen auch noch psychologische dazu; nämlich die Vereinsamung! Insbesondere Alleinstehende oder ältere Menschen leiden unter dem Ein- und Ausgeschlossensein.