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Ningún otro lugar de Suiza se encuentra tan lejos de una frontera como el pueblo de Uetendorf, cerca de Thun, en el cantón de Berna. Sin embargo, precisamente allí surgieron nuevas fronteras.
Tal parece que las fuerzas de la naturaleza se concertaron para crear, hace unos 14 000 años, las condiciones geográficas que permitieron a Uetendorf convertirse en un lugar tan especial. Al final de la última glaciación, los glaciares se retiraron lentamente, formando una cadena de pequeñas colinas que en la actualidad parecen miradores naturales desde los que puede divisarse Uetendorf y todo el valle del Aar hasta Thun. Detrás se levanta la escarpada cordillera del Stockhorn, y cuando hace buen tiempo, los Alpes berneses y el lago de Thun completan la escena y ofrecen una vista espectacular.
A finales del siglo XVIII, la belleza de estos paisajes cautivó ya a la clase alta urbana de Berna que gobernaba entonces la ciudad-Estado más poderosa de Europa. En uno de los miradores naturales de Uetendorf, la familia patricia de los Von Fischer mandó construir su casa solariega, en medio de las tierras de Eichberg. Desde allí podía escapar un poco de Napoleón Bonaparte, que a la sazón se estaba dando a la tarea de recortar el poder de los nobles de la antigua Berna.
Es una casualidad que, unos 200 años más tarde, la Oficina Federal de Topografía asignara a Uetendorf un estatus exclusivo: el de la localidad suiza más alejada de las fronteras del país, confirmando así la intuición de los Von Fischer en su afán de establecer su noble retiro lo más lejos posible de toda injerencia extranjera.
Desde Uetendorf hasta la frontera más cercana hay una distancia lineal de 69 kilómetros, más que desde cualquier otro punto de Suiza. Para hacerse una idea, si se fuera cortando Suiza en rebanadas paralelas desde cada frontera, el último remanente sería Uetendorf. O para ser exactos: sería el Silbermoos de Uetendorf, un pastizal cercado reservado hoy para uso agrícola, lo que quedaría de Suiza si el país se derritiera desde los bordes. Justo frente al Silbermoos se encuentra el restaurante “Réduit”, que lleva el nombre de la táctica que habría adoptado el ejército suizo en la Segunda Guerra Mundial en caso de ataque: retirarse de las fronteras y atrincherarse en las montañas.
El reconocimiento oficial de Uetendorf y sus 6 800 habitantes como localidad más alejada de las fronteras puede parecer poco relevante. Sin embargo, posee el mérito de llamar la atención sobre un pueblo que constituye un ejemplo típico del desarrollo de la meseta suiza. Al observar desde uno de los miradores naturales las ordenadas líneas de casas de Uetendorf, pueblo que goza de ventajas fiscales, se advierten muchas líneas de conflicto que dividen la Suiza moderna: conflicto entre la escasa tierra de cultivo y las desbordantes áreas urbanizadas; entre los apacibles pueblos de campesinos y las agitadas zonas industriales; entre el conservadurismo rural y el dinamismo urbano. Uetendorf, lejos de las fronteras nacionales, se halla dividido por una de las principales fronteras mentales: la brecha campo-ciudad, que ha llegado a ser el elemento dominante del debate político en Suiza.
Por este difícil terreno se mueve el político local Hannes Zaugg-Graf: desde 2010 es miembro del Parlamento cantonal de Berna, pero durante doce años fue también alcalde de Uetendorf. En la actualidad es miembro de los Verdes Liberales. Cuando fue elegido alcalde en 2001, pertenecía al Partido Socialista Suizo (PSS). Recuerda que “algunos temían que el pueblo desapareciera” cuando ese izquierdista de 30 años fue elegido alcalde de Uetendorf, municipio hasta entonces conservador. Sin embargo, este alcalde joven y comunicativo no solo superó los retos de su cargo, sino que, además, suscitó orgullo por la modernización del municipio.
La modernización, precisamente, es lo que ha caracterizado a este pueblo supuestamente indolente, que con un siete por ciento de extranjeros está muy por debajo del promedio nacional del 25 por ciento. Tomemos, por ejemplo, el río Kander, que en un principio desembocaba en el Aar a la altura de Uetendorf: sus crecidas hacían del municipio una zona de eterna crisis y pobreza. A mediados del siglo XVIII, el gobierno cantonal bernés ordenó desviar el río Kander hacia el lago de Thun, sentando así la base para que los pantanos de Uetendorf se convirtieran en tierras de cultivo de primer nivel y la localidad en un próspero pueblo de campesinos.
El siguiente impulso llegó a principios del siglo XX, con la construcción del ferrocarril de Berna a Thun, a través del valle del Gürbe. En principio, el tren debió haber pasado por el valle de Stocken; pero gracias a la influencia de los terratenientes berneses que residían en Eichberg, los constructores cambiaron sus planes y el ferrocarril dio un giro hacia Uetendorf.
El ferrocarril disparó el auge del municipio. Con el crecimiento económico posterior a la Segunda Guerra Mundial, la empresa metalúrgica Selve, basada en Thun, quiso expandirse: Uetendorf era el lugar ideal para ello, con su zona industrial perfectamente comunicada. A principios de los años 1990, el cierre de Selve, a raíz de la bancarrota de su propietario, el financiero Werner K. Rey, solo significó un revés pasajero. Mientras tanto, la autopista cercana permitió a los trabajadores acceder fácilmente a la zona industrial, que se recuperó rápidamente y hasta la fecha continúa muy activa.
“Aunque pertenece a la periferia de Thun, Uetendorf ha conservado su carácter de pueblo.”
Alcalde de Uetendorf durante doce años
Entre otros motivos, continúa Zaugg, esto se debe a que se han allanado en la política local las fronteras ideológicas entre conservadores y progresistas: por ejemplo, se aplicó en la planificación urbanística el principio de densificación hacia el interior, con el objeto de proteger las tierras de cultivo, aunque esto frenó el crecimiento demográfico y la recaudación de impuestos. Según Zaugg, el hecho de que los habitantes de Uetendorf no hayan perdido la costumbre de saludarse en la calle ha llegado a verse como parte de la cultura local.
Roland Eberhart, fundador y director del grupo musical Calimeros, conocido en toda Europa, aprecia esa flexibilidad que caracteriza las relaciones entre el campo y la ciudad. Eberhart creció en Uetendorf, donde puso a prueba por primera vez su talento como cantante en 1976, durante un evento del club local de hockey sobre hielo. Fue el comienzo de una espectacular carrera de más de cuarenta años. Los Calimeros continúan sacando nuevo álbum prácticamente todos los años. El último está dedicado a las Bahamas como destino vacacional exótico.
El estudio de Calimeros se sitúa en plena zona industrial de Uetendorf. Justo al lado van y vienen camiones pesados y en el estacionamiento dan los Calimeros su legendario concierto anual al aire libre. Al muy creativo fundador del grupo le gusta este sitio: no solo por su ruidosa actividad, sino también por sus pacíficos campos de cereales, sus árboles que se mueven con el viento y la majestuosidad de las cimas alpinas que divisa cuando mira por la ventana de la oficina o da una vuelta con la moto. “Es una combinación que me inspira mucho”, dice el cantante, para quien por supuesto no existen las fronteras.
Comentarios
Comentarios :
Ich war erstaunt und erfreut, einen Artikel von meiner früheren Heimat in der "Swiss Review" zu finden. Ich wuchs im Nachbardorf Thierachern auf und besuchte die Sekundarschule in Uetendorf. Wir Kinder waren beim Glockenaufziehen in der neuen Kirche dabei.
Mit grosser Freude habe ich den Artikel von Uetendorf gelesen. Da mein Heimatort nicht fern von Uetendorf ist, nämlich Heubach Rueschegg, ist es besonders interessant. Bin oft durch Uetendorf gefahren und erinnere mich an die Reisen. Seit 1961 ist mein Heim in Amerika, jedoch das Heimatland und die unbezahlbaren Erlebnisse werde ich nie vergessen.