Tema Clave
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Los jóvenes de la etnia yeniche, seminómadas, insisten en su derecho a no llevar una vida sedentaria, a poder vivir como pueblo seminómada. Este es un asunto espinoso para Suiza, porque da lugar asimismo a discusiones sobre el trato a las minorías.
Aquí todo tiene un orden establecido. Todas las caravanas están relucientes y perfectamente alineadas. No se ve basura tirada por ningún sitio y el volumen de la música es discreto. Prendas de vestir recién lavadas están tendidas al sol y todos los perros son dóciles y llevan correa. Uno tiende a pensar que esta es la típica imagen de ciudadanos cabales y formales de un camping.
Pero la imagen no refleja la realidad. En las caravanas de la Wölflistrasse, en Berna, la gente no está de vacaciones. Es el hogar de los yeniches, de ciudadanos seminómadas que, como nosotros, los sedentarios, se levantan temprano por la mañana, van a trabajar, por las tardes se ocupan de las tareas domésticas, recuerdan a los niños que hagan los deberes, ven la televisión y beben una cervecita. No es un camping sino sencillamente un campamento – sin instalaciones sanitarias pero al menos con abastecimiento de agua y tomas de corriente eléctrica. Los yeniches acaban de “conquistar” este lugar, cedido por el ayuntamiento de Berna, y se deshacen en elogios: “Es un sitio verdaderamente bonito, estupendo”.
Hace unas semanas nada era estupendo aquí. A los seminómadas se les había acabado la paciencia, pues aún no se habían puesto a su disposición emplazamientos permanentes y de tránsito, como se les había prometido hacía años. Los jóvenes yeniches reclamaban enérgicamente que se establecieran por fin estas zonas, ya que sin ellas la minoría de los suizos nómadas no puede seguir viviendo conforme a su tradición. El 22 de abril de 2014 ocuparon finalmente parte de la “Pequeña Allmend” en Berna, con unas 80 caravanas. Con transparencias dejaron claro de qué se trataba: “Falta de espacio” – “Ayuda” – “Tenemos derechos”.
Finalmente, las autoridades enviaron a la policía y el desenlace fue lamentable: el contingente copó al grupo, numeró a los yeniches utilizando etiquetas y marcadores resistentes al agua directamente sobre la piel y se los llevó detenidos, incluidos los niños pequeños, que estaban aterrorizados.
Si bien es cierto que la policía se comportó correctamente, sin emplear la violencia, la numeración de los “gitanos” y su detención por personal uniformado trae a la mente recuerdos de tiempos sombríos. “Fue horrible, fue como si nos dijeran ‘¡Ey, gitanos, todavía los tenemos controlados!’”, dice el yeniche Albert Rossier, uno de los iniciadores de la protesta. “Ese día supimos que la discriminación de nuestro pueblo podría repetirse cualquier día”.
Puede que Rossier se equivoque. Sólo unos días más tarde, los ayuntamientos de Berna y Bienne ofrecieron a los yeniches emplazamientos provisionales. Ambos ayuntamientos explicaron que era comprensible y no un delito que los yeniches casi se desesperaran al ver incumplidas las promesas. Efectivamente, el Tribunal Federal decidió ya en 2003 que los cantones y los municipios tomaran en consideración las necesidades de los pueblos seminómadas, es decir crear más emplazamientos. Pero desde entonces su número ha disminuido en vez de aumentar. En Suiza faltan unos 60 emplazamientos. Una de las razones, dice Venanz Nobel, de la Asociación de Yeniches Schäft Qwant, es asimismo la proliferación urbanística, que desbanca los emplazamientos tradicionales.
La controversia vuelve a hacer patente un turbio capítulo de la reciente historia de Suiza: la hasta ahora presente discriminación de los seminómadas por parte del Estado y la sociedad hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX. Especialmente opresivas son las repercusiones de la “Obra para los niños de la calle” creada en 1926 por la fundación Pro Juventute. Con el apoyo de las autoridades estatales de asistencia social, se separó de sus familias a unos 600 hijos de yeniches y se los encomendó a la “Obra”. Alfred Siegfried, el precursor de la Obra, consideraba que el “desgarramiento de la comunidad familiar”, el “impedimento de crear familias no deseadas” y el “internamiento de los incorregibles” eran buenos métodos para luchar contra “clanes asociales”. Siegfried, cuyas teorías no fueron rebatidas durante mucho tiempo, siempre consideró que los “gitanos” eran “intelectual y moralmente inferiores”, “un pueblo errante con una carga genética que les impulsaba a ello” con “tendencia al abandono y la criminalidad”. Todavía en 1964 afirmaba públicamente que un elevado porcentaje de los yeniches “debe considerarse como oligofrénico”. La persecución no acabó hasta 1973. En 1986, el consejero federal Alfons Egli se disculpó por la actitud de la Confederación, que apoyó financieramente actos reprobables. En 1995, la Confederación creó la fundación “Un futuro para los seminómadas suizos”.
También los jóvenes yeniches conocen el oscuro capítulo de nuestra historia, que suele ser la historia de sus abuelos. Pero no quieren presentar a su generación como víctimas; están orgullosos de sus raíces yeniches, conocen sus obligaciones y sus derechos cívicos y se muestran seguros de sí mismos, lo cual no se puede dar por descontado, porque tras los años de la persecución, la cultura yeniche prácticamente no sobrevivió en Suiza. Se necesitaron años para redescubrir y reinventar la propia cultura. En este proceso participaron, además de los yeniches, exaltados neorrománticos como el escritor Sergius Golowin (1930-2006), que creyó encontrar en la cultura de los yeniches una “sabiduría cósmica” y actuó de intermediario entre el “pueblo ambulante” y la política. En el curso del descubrimiento de sí mismos, los seminómadas suizos crearon en 1975 la “Radgenossenschaft der Landstrasse” (Cooperativa de los Sobre Ruedas de la Carretera) y empezaron a definirse cada vez más como minoría étnica autónoma. Venanz Nobel, que entonces apenas contaba veinte años, se asombra hoy de la fuerza que ha desarrollado esta cooperativa de los sobre ruedas. No hace mucho aún perseguidos como “vagabundos”, los fundadores se presentan como testarudos y visionarios yeniches: “En Berna, una nueva generación de yeniches ha mostrado su valor, una generación que conoce la vida en los carromatos desde la niñez”.
A nivel de la Confederación, la Oficina Federal de Cultura (OFC) es, desde 1986, responsable de la minoría yeniche, de su reconocimiento y el mantenimiento de su legado cultural. Una tarea nada fácil considerando que desde el punto de vista de los yeniches de antes, una considerable parte de la represión sufrida provenía justamente del Estado. Fiona Wigger, de la Sección de Cultura y Sociedad de la OFC es consciente de ello: “Por eso es decisivo no imponer desde arriba a los yeniches ningún tipo de ‘patrocinio cultural’. Hay que apoyar lo que los propios yeniches desean”, dice. Lo primordial es crear nuevos emplazamientos para residentes y gente de paso: “Este es el requisito fundamental para conservar el modo de vida de los seminómadas. Al mismo tiempo, la búsqueda de emplazamientos es la tarea más difícil”. En mayo, los electores del municipio de Thal (en el cantón de San Gall) rechazaron la creación de un emplazamiento de paso para los seminómadas, pese a que los requisitos parecían favorables, ya que el terreno fue ofrecido por la Confederación como emplazamiento para campamentos de seminómadas de paso. La decisión negativa de Thal “nos abrió los ojos, comprendimos que no basta con tener buena voluntad”, dice Wigger.
Efectivamente, la Oficina Federal constata una y otra vez que el número de emplazamientos para campamentos permanentes y de paso no va en aumento. Cabe preguntarse si la cuestión de los emplazamientos es clave, teniendo en cuenta que sólo una minoría de los yeniches es ambulante. Wigger dice que también los sedentarios y los yeniches “forzados a ser sedentarios” se definían en gran medida por su vida seminómada. Así pues, el modo de vida de la minoría es clave.
También la lengua yeniche es un elemento importante para crear una identidad. Si bien antes esta lengua se usaba en primer lugar para protegerse y en menor medida se cultivaba por su valor intrínseco y para preservar una cultura. Hace mucho tiempo que no todos los yeniches hablan su lengua, como hace mucho tiempo que no todos los que viven en una caravana (Scharottel) viajan de acá para allá (Rottle) en busca de un emplazamiento (Pläri); no todos se dedican a la venta ambulante (Schränze), y muchos menos hierven el agua (Fludi) sobre el fuego (Funi).
Pero la importancia de la lengua va en aumento. Los propios yeniches insisten cada vez más en que parte del reconocimiento de su pueblo como minoría pasa por la apreciación y conservación de su lengua: “Que la mayoría de la sociedad nos acepte como pueblo, depende asimismo del dominio de nuestra propia lengua”, aseguró la Asociación Schäft Qwant ya hace diez años. Aquí, según Wigger, la OFC juega un papel de apoyo y financia los proyectos que documentan la lengua de los yeniches, si bien los costos son verdaderamente modestos.
Básicamente, la pregunta a plantearse es si bastan unos cuantos emplazamientos para reequilibrar el mundo de los yeniches y declarar superado el fracaso histórico de la sociedad de las mayorías. Daniel Huber, Presidente de la “Radgenossenschaft”, dice: “Naturalmente sería un desagravio recibir más emplazamientos”. Al mismo tiempo perfila una demanda de mucho mayor alcance: “En principio, somos el 27º cantón de Suiza”. También los yeniches no sedentarios son ciudadanos suizos: todos ellos, sin excepción, están inscritos en un municipio, pagan impuestos allí e inscriben a sus hijos en la escuela local. Y es que los yeniches modernos no quieren dar la imagen de un pueblo sin formación.
Para el historiador zuriqués Thomas Huonker, que investiga desde hace años sobre la historia de los yeniches suizos, el deseo de los yeniches de ser considerados el 27º cantón de Suiza evidencia el meollo de todas las dificultades. Y opina que no se ha logrado en absoluto un reconocimiento “normalísimo”, porque los yeniches de Suiza no podrían ejercer ningún derecho de autodeterminación, dice este historiador. El apoyo que se brinda a los yeniches da la impresión de ser un acto de “piedad”. Es como decirles “si se portan bien, les daremos algo”. El derecho a existir de una minoría debe consistir en algo más que en un gesto de la mayoría.
Según Huonker falta una amplia conciencia de que los yeniches “disponen de los medios que en realidad les corresponden”. Todos los yeniches suizos pagan regularmente impuestos. Pero el principio “no taxation without representation” (ninguna imposición fiscal sin representación política) no rige entre ellos. Huonker: “Pagan impuestos pero no están representados en el Estado y por eso siguen estando marginados”.
Naturalmente, Huonker sabe que crear un 27º cantón para un “grupo étnico no territorial” será muy probablemente siempre una utopía. Pero eso no exime al Estado de la responsabilidad de tratar de integrar mejor a los yeniches en el proceso político. Al menos la consigna debe ser evitar que la mayoría tome decisiones que los marginen. También él se remite a la decisión de Thal: cuando en los municipios la mayoría suiza puede decidir en las urnas sobre el derecho a existir de una minoría también suiza, a los yeniches se les está quitando de hecho “el derecho implícito a existir”. Huonker dice: “En el Derecho político, votar sobre otros es extraordinariamente problemático”.
Aunque los prejuicios contra los yeniches siguen vigentes, Huonker percibe un cambio de mentalidad: “Son cada vez más los suizos que ven en los yeniches sobre todo gente que vive y trabaja aquí y que simplemente quiere ser reconocida como ciudadana”. Además, los sedentarios “normales” sienten lo poco arraigados que están a su terruño y hasta qué punto la vida nómada está de moda: convertirse en nómada por el trabajo es una tendencia moderna, y hay montones de nómadas del tiempo que aprovechan cualquier oportunidad para pasar unos días en su “campamento de paso”, es decir su segunda residencia en Toscana, Provenza o Berlín.
Con el creciente reconocimiento como minoría suiza crece entre los yeniches también la necesidad – y la presión – de diferenciarse de los seminómadas extranjeros. “Nosotros somos confederados”, recalca Mike Gerzner, el joven Presidente del Movimiento de los Suizos Seminómadas. Con ello se distancia de los gitanos extranjeros, que se desplazan por el país, muchas veces procedentes de Francia. Por eso opina que hacen falta emplazamientos para suizos seminómadas que se desplazan en busca de clientes como vendedores ambulantes, de puerta a puerta y artesanos, dice Gerzner. Y se necesitan emplazamientos separados para los gitanos de la etnia romaní, que a menudo está de paso y viaja en grandes grupos.
El énfasis de lo nacional asegura a los yeniches un creciente apoyo de círculos conservadores de derecha que antes los miraban con gran recelo. Así, por ejemplo la consejera nacional de la UDC Yvette Estermann, se ha convertido en una intercesora política de los seminómadas suizos, que reivindica que las autoridades federales ofrezcan, entre otras cosas, una mayor protección a los “yeniches autóctonos” frente a los gitanos romaníes que llegan de fuera. El experto en temas de racismo, Georg Kreis, dice que el distanciamiento de los yeniches suizos de sus “hermanos y hermanas del extranjero” también debería “darnos mucho que pensar”, y que una vez más esta tendencia muestra “que las minorías discriminadas – entre otras cosas por la presión de la mayoría y la obligación de distanciarse – tienden a aplicar a otros discriminaciones experimentadas por ellos mismos”. Quizá la cuestión sea mucho más banal y los yeniches y los romaníes se peleen por la creciente falta de espacio en sus emplazamientos. Los gitanos extranjeros pueden viajar a Suiza sólo desde mediados de los años 70 del siglo XX. Pero como ya hemos dicho, desde entonces el número de emplazamientos ha disminuido en vez de aumentar.
optimista y dice que en los últimos meses ha experimentado un cambio a mejor: “Los prejuicios han disminuido en gran medida. Ahora sentimos que se nos trata mucho menos como exiliados en nuestro propio país”. Y hoy, cuando llega una familia yeniche con su caravana, “todos saben que somos ciudadanos completamente normales. Simplemente sobre ruedas”. Venanz Nobel es más reservado y estima que son sobre todo los yeniches seminómadas los que gozan de un mayor reconocimiento: “Habremos alcanzado nuestra meta cuando se reconozca a los yeniches como grupo grupo étnico completo – que incluya a los sedentarios y a los seminómadas”.
Pero volvamos a la Wölflistrasse de Berna. ¿Cómo se viven aquí las discusiones sobre el trato reservado por Suiza a su minoría yeniche? El recio y barbudo hombre apostado junto a su caravana da una gran calada a su cigarrillo, deja vagar la mirada hacia la cadena de los Alpes y esquiva la pregunta. No necesita palabrerías intelectuales. Quiere marcharse inmediatamente. Y de repente toma una decisión: “¡Venga, Claudia, nos largamos!” La pareja hace las maletas. El hombre quiere irse sin perder tiempo. No quiere convertirse en un “yeniche de cemento”, uno de esos a los que les han “quitado las ganas de viajar”. ¿Y adónde va? “Quizá al Tesino. O a la Suiza Central. Ya veremos”.
Los yeniches son un grupo autónomo que habla su propia lengua, tiene un modo específico de vivir y trabajar, y reside principalmente en Suiza, Alemania, Austria y Francia. El número de yeniches en Suiza ronda en torno a los 35.000. Un aspecto decisivo para los yeniches fue la creación de los Estados modernos, iniciada en los siglos XVII y XVIII, con derechos de residencia y ciudadanía, concebidos para una población sedentaria, con lo que las formas de vida nómadas empezaron a constituir un problema. Al igual que el concepto de “gitano”, el de “nómada o seminómada” comenzó a usarse despectivamente y ser nómada se convirtió en símbolo de una vida errática y libertina. Aplicada a los yeniches de Suiza, esta denominación es muy imprecisa. La mayoría de ellos son sedentarios, y se calcula que entre 3000 y 5000 viven total o parcialmente como nómadas. Durante la creación de los Estados modernos, también los romaníes, un grupo étnico llegado del subcontinente indio a Europa en el siglo IX, empezó a ser sometido a una gran presión. Desde la perspectiva de Suiza, hoy llaman sobre todo la atención los romaníes en tránsito, procedentes del sureste de Europa y Francia – y a menudo censurados. Prácticamente sigue ignorándose que en Suiza viven miles de romaníes sedentarios, que no llaman la atención como tales y emigraron a Suiza sobre todo del sureste de Europa. (mul)
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