Tema Clave
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Tras salir a la luz más de mil casos de abusos sexuales en la Iglesia católica, la parroquia de Adligenswil, en Lucerna, suspendió sus pagos a la diócesis. Deben cambiarse muchas cosas en la Iglesia, afirma la Presidenta de la parroquia, Monika Koller Schinca, portavoz de las bases.
Panorama Suizo: Usted es Presidenta del Consejo Eclesiástico de Adligenswil. ¿En qué consiste su labor?
Monika Koller Schinca: En Suiza, la Iglesia católica romana tiene un sistema único en el mundo, que consta de dos estructuras: una estructura pastoral, con sus diócesis y parroquias; y otra secular, regida por el derecho eclesiástico estatal, con las iglesias y comunidades eclesiásticas cantonales. Mi cargo pertenece a la estructura secular. Nuestro consejo eclesiástico, elegido democráticamente, se encarga de las finanzas, los edificios y los nombramientos, mientras que los servicios pastorales son responsables del contenido eclesiástico. Trabajamos en estrecha colaboración.
Su parroquia inició la rebelión suspendiendo los pagos a la diócesis; posteriormente, el parlamento eclesiástico cantonal amenazó también con hacer lo mismo (véase el artículo principal). ¿Qué los llevó a dar este paso inusual?
Nos conmocionó el elevado número de casos de abusos debidamente documentados. Nos sentimos solidarios con todas las víctimas. En repetidas ocasiones, los dirigentes de la Iglesia encubrieron los delitos: esto nos parece vergonzoso. Pero la gota que colmó el vaso fue la timorata reacción de los obispos ante las conclusiones del estudio. Ahora hacen falta acciones, no meras palabras: hay que llevar a cabo una investigación exhaustiva de los hechos y tomar las medidas pertinentes. Y es que los fieles están perdiendo la confianza en la Iglesia católica; la abandonan en masa.
¿Por eso dieron un golpe sobre la mesa, a pesar de que el abuso sexual no es un problema nuevo?
Sí. Las bases debemos reaccionar, y en forma enérgica. Por eso respaldamos nuestras reivindicaciones ejerciendo presión económica. En los pueblos de nuestra región, la Iglesia sigue siendo un pilar importante de la sociedad: mucha gente participa activamente en ella y desea apoyarla. Tras la publicación del estudio, recibimos un número de cartas de dimisión superior a la media. Lo que más me impactó fue que esta vez también se marcharon muchas personas mayores, de esa generación que sigue yendo a la Iglesia con regularidad. Algo va mal, muy mal. Además de asumir la responsabilidad de los abusos, también necesitamos reformas y un cambio cultural. Queremos poner las cosas en marcha y sacudir el sistema.
¿Qué es lo que debe cambiar?
Es fundamental que las mujeres tengamos los mismos derechos. En el cantón de Lucerna, el 60 % de los empleados de la Iglesia y el 75 % de los voluntarios son mujeres. Nuestra Iglesia se sustenta en gran parte en las mujeres; pero cuanto más se asciende en la jerarquía, más dominan los hombres. Las mujeres siguen sin poder ordenarse, ni a nivel sacerdotal ni diaconal. El voto de celibato para el sacerdocio también debe desaparecer. Quien quiera permanecer célibe, debe ser libre de hacerlo; pero ya no debería ser una obligación. La sexualidad es un don de Dios. El celibato obligatorio es un factor adicional de riesgo: los estudios sugieren que a veces atrae a personas con rasgos problemáticos, como, por ejemplo, tendencias pedófilas.
Ustedes piden que los obispos suizos promuevan reformas, y ellos argumentan que nada puede hacerse sin el visto bueno de Roma.
Para mí, esto es una excusa. Roma es lenta e ignora por completo la realidad de la vida en Suiza. Los obispos suizos se declaran dispuestos a realizar reformas, pero no actúan. Hay que armarse de valor y encontrar la manera de poner en marcha algunas reformas en Suiza, aunque las desapruebe el Vaticano. El tiempo apremia. En mi opinión, la Iglesia católica está al borde del abismo.
¿Cuál es hoy su relación personal con la Iglesia católica?
Crecí en ella y la llevo en el corazón. No he perdido del todo la esperanza de que pueda cambiar. Por eso invierto energía y tiempo para poner las cosas en marcha. Es alentador que la iniciativa de nuestra pequeña parroquia de Adligenswil haya tenido tan amplia repercusión. La gente ve que algo está pasando. El tiempo dirá si la Iglesia logra recuperar su credibilidad.
Acerca de la entrevistada: Monika Koller Schinca, de cincuenta años, es Presidenta del Consejo Eclesiástico de Adligenswil, cerca de Lucerna, desde 2021. Dirige una empresa de coaching. Está casada y tiene tres hijos.
“Tema Clave”: La Iglesia protegió a los agresores, no a las víctimas
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