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Para la historiadora Daniela Zetti, la oposición al 5G en Suiza no es sorprendente, pues se trata de mucho más que de un simple asunto de telefonía móvil.
Daniela Zetti, ¿le sorprende la oposición al 5G en Suiza?
No, en absoluto. Lo que me sorprende es que haya surgido tan tarde. La red de telefonía móvil digital suiza se creó en 1993. La tecnología juega un papel muy importante en la imagen que Suiza tiene de sí misma: por ejemplo, grandes obras de ingeniería como el túnel del Gotardo o la presa de Contra se han convertido en monumentos de la técnica; se visitan como si fueran sitios naturales. Debido precisamente a que Suiza posee mucha tecnología e infraestructura tecnológica, estos temas siempre han sido motivo de debate, e incluso de controversia. Además, esto nos ha obligado siempre a cuestionarnos para saber en qué país deseamos vivir.
En la historia suiza de la técnica, ¿ha habido controversias equiparables a la que suscita actualmente el 5G?
Un pequeño pero modélico ejemplo de ello es la emisora de onda corta de Schwarzenburg, en el cantón de Berna, que la Oficina de Correos PTT puso en funcionamiento en 1939. A través de ella, Schweizer Radio International difundía noticias a escala mundial; pero poco a poco fue aumentando el descontento entre la población local. Había problemas de salud, en los canalones de los techos se oía música, el ambiente estaba invadido de día y de noche por un zumbido de fondo. Este es un motivo suplementario por el cual puede surgir una oposición de este tipo en un país tan tecnificado como Suiza: cuando la tecnología se integra en el entorno, donde empieza a manifestarse como un elemento vivo que se percibe, se oye y se siente, puede llegar a representar una amenaza para el cuerpo humano.
Los opositores al 5G también esgrimen el argumento de la salud.
Sí; pero mientras que en aquel entonces la empresa PTT podía valerse de su monopolio para argumentar que esta emisora era indispensable para Suiza, hoy en día, en el contexto de un mercado liberalizado, las empresas de telefonía móvil están sujetas a mayor presión para justificarse, sin hablar de la fuerte competencia que existe entre ellas. En los años 1990, tener acceso a la infraestructura de los nuevos medios de telecomunicación permitía ganar mucho dinero; pero en nuestros días ya no es el caso.
Los defensores del 5G argumentan que Suiza necesita esta tecnología para no quedarse relegada.
Este argumento se ha venido usando reiteradamente desde los años 1970 para promover la digitalización. La eterna promesa de un futuro innovador sirve para ocultar las consecuencias sobre el entorno de vida. En el caso del G5, para obtener una cobertura completa se necesitan muchas antenas de poco alcance. Además, la gente se pregunta para qué sirve esta nueva tecnología inalámbrica, quiénes tendrán acceso a ella y quiénes serán sus beneficiarios. Me da la impresión de que faltan alianzas en torno al 5G, que puedan mostrarle a la población suiza en qué consistirían realmente sus ventajas.
La mayoría de la población usa teléfonos inteligentes y quiere disponer de una buena cobertura de red.
En casi toda Suiza está garantizada una buena cobertura de red. Lo que aún faltaría, sería convencer a los suizos de que ciertas cosas como la conducción autónoma, posibilitada por el 5G, representan un progreso para la sociedad en su conjunto. Pero esto podría despertar fascinación y temor al mismo tiempo, y resultar insuficiente para lograr un amplio consenso a favor del 5G.
Desde una perspectiva histórica, ¿cómo pueden solucionarse las controversias en torno a la tecnología?
A través de la negociación democrática. La técnica nunca es apolítica, siempre posee una dimensión social. Hoy en día, los operadores de las redes inalámbricas combaten el escepticismo con promesas de seguridad. Afirman que no existen pruebas científicas de daños a la salud. Esto me recuerda a los operadores de las centrales nucleares: sorprendidos por una fuerte oposición, los expertos intentaron demostrar a través de estudios y estadísticas que las centrales nucleares significaban un riesgo mínimo para el individuo. La estrategia no funcionó. La estimación meramente técnica del riesgo no tuvo en cuenta la diversidad de deseos y preocupaciones de los opositores de la energía nuclear, que iban desde la protección de las aguas hasta el federalismo.
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