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En Suiza, casi un millón de alumnos en edad de primaria tuvieron que estudiar en casa durante el confinamiento. Lo mismo ocurrió con 400 000 alumnos de secundaria y de la escuelas profesionales. Para todos ellos, la enseñanza a distancia ha sido un desafío. Muchos resultaron beneficiados, pero no todos.
En los días posteriores al 16 de marzo, el buzón de e-mail de muchos padres rebosaba de correos enviados por los profesores de sus hijos. ¿El motivo? Tras el cierre de todas las escuelas y colegios, Suiza intentó instaurar a toda prisa la enseñanza a distancia. Sin embargo, los documentos y planes de trabajo que se pusieron a disposición de los padres y de los niños diferían no sólo de un cantón a otro, sino también de una escuela a otra, e incluso de una clase a otra.
Algunos profesores querían trabajar diariamente con sus alumnos por videoconferencia. Otros esperaban que los niños trabajaran de forma independiente, con grandes carpetas multidisciplinarias. Por un lado, estaban las escuelas que se centraban en las materias principales tradicionales; por otro estaban aquellas que, en esos tiempos difíciles, preferían hacer hincapié en las áreas creativas y musicales. En pocas palabras, cada profesor tenía sus propias prioridades en la impartición de la enseñanza a distancia. El federalismo suizo se manifestó en toda su magnitud desde el inicio de las clases en línea.
Para los padres, afectados también por los cambios que sufrió su forma de trabajar debido al coronavirus, fue difícil mantener una visión global de lo que sucedía en materia escolar. No sólo los objetivos, los temas principales y las normas de la enseñanza a distancia eran dispares, sino que incluso la pregunta de si y cómo serían evaluados los alumnos en este periodo tenía respuestas diferentes. Así, al inicio de la enseñanza a distancia no se sabía si habría exámenes finales, por ejemplo, de bachiller. En resumidas cuentas, faltó claridad desde un principio.
En tiempos normales, el sistema escolar suizo, muy marcado por el federalismo y la descentralización, suele presentar numerosas ventajas. Pero la crisis vino a revelar algunas de sus deficiencias: así, aumentó la diferencia de calidad entre las escuelas y se agravaron las consecuencias de tales diferencias. A esta conclusión llegan los autores del llamado “Barómetro Escolar”, elaborado por la Escuela Superior Pedagógica de Zug. Basándose en una serie de encuestas sistemáticas, este barómetro muestra el estado de ánimo que prevalece en las escuelas suizas, alemanas y austríacas, y establece para estos últimos meses el balance siguiente: la enseñanza a distancia durante el confinamiento podría poner en peligro la igualdad de oportunidades de los escolares. Los investigadores de Zug temen que los alumnos de las familias con menos recursos económicos sean los perdedores de la crisis del coronavirus en materia de educación. Quienes viven en espacios reducidos, no reciben apoyo de sus padres o hermanos y no disponen de los medios técnicos adecuados, pueden permanecer rezagados en la enseñanza a distancia. Se observó un efecto amplificador, es decir, una acentuación de las divergencias respecto a la situación de partida: mientras que la sexta parte de los alumnos estudió muy poco (menos de nueve horas por semana), casi la tercera parte estudió 25 horas o más, a veces incluso más que antes de la pandemia.
En vista de tales resultados, Dagmar Rösler, Presidenta de la Federación de Profesores Suizos, está convencida también de que “el cierre de las escuelas ha incrementado las diferencias entre alumnos”. Tomando en cuenta estas experiencias, ¿qué harán entonces las escuelas públicas suizas? Para Dagmar Rösler sigue siendo importante perseguir una igualdad de oportunidades lo más amplia posible, pues la gran mayoría de niños y jóvenes asisten a escuelas públicas durante la fase de educación obligatoria. Sólo el 4,6 por ciento están inscritos en escuelas privadas.
El debate que ya se abrió acerca de los efectos de la enseñanza a distancia relaciona el tema de la igualdad de oportunidades con el de la digitalización. Según Dagmar Rösler, entre las preguntas pendientes figura la siguiente: ¿corresponde al Estado garantizar que todos los alumnos dispongan en casa de la infraestructura digital necesaria? También cabe reflexionar en torno al futuro de las tareas en casa, pues la enseñanza a distancia también revela que “los padres con una buena educación pueden ayudar a sus hijos, mientras que aquellos con una educación insuficiente no pueden hacerlo”.
Por lo pronto, los alumnos casi no se preocupan por saber cómo la pandemia del coronavirus impactará la escuela del futuro. Ellos tienen otra visión de las cosas. Después de pasar varias semanas en casa van de nuevo a la escuela —y deben volver a acostumbrarse. Muchos lo hacen con alegría, porque echaban de menos la convivencia con sus compañeros. Las consecuencias que tendrá para ellos la “escuela en tiempos de coronavirus” todavía están por verse.
La enseñanza a distancia influye probablemente en el desarrollo psíquico de los niños y jóvenes, pues: “Existen factores que fortalecen a los niños y los ayudan a superar las crisis”, dice Andrea Kramer, psicoterapeuta y profesora de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Zúrich. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando se dan cuenta de que pueden superar desafíos y de que disponen de sólidos lazos sociales. Según Andrea Kramer, esto es precisamente lo que vivieron con la enseñanza a distancia: “Pudieron aprender nuevas habilidades, por ejemplo, en materia de organización autónoma y aprendizaje digital, y aprendieron a mantener relaciones sociales a distancia”. Sin embargo, existen diferencias en la manera de superar la crisis: “Hay niños que ganan con la crisis, otros que pierden. Cuántos niños han superado con éxito la crisis y cuántos necesitarán, por ejemplo, el apoyo de especialistas, se verá en el transcurso de los próximos meses”, dice Andrea Kramer.
La pandemia del coronavirus dificulta a los jóvenes suizos la entrada en la vida profesional. Generalmente, 60 de cada 100 inician un aprendizaje tras la educación básica. Debido al confinamiento, quedaron canceladas todas las prácticas profesionales. También las entrevistas fueron prácticamente imposibles. Además, muchas empresas funcionaron con jornada reducida y suspendieron la ocupación de puestos vacantes. Como consecuencia, se firmaron menos contratos de aprendizaje. En la Suiza de habla francesa e italiana, la cantidad de contratos de aprendizaje suscritos era a principios del verano de apenas el 30 % en comparación con 2019; en la Suiza alemana también, la cifra era inferior a la del año anterior. “Lo que más nos preocupa es que las empresas no ofrezcan puestos de aprendizaje por motivos económicos o que rescindan los contratos existentes”, dice Theo Ninck, miembro del comité de la Federación en pro de la formación profesional. Pero en junio, la Secretaría de Estado de Economía se mostró optimista: anunció que el mercado de puestos de aprendizaje es relativamente estable.
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