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El debate histórico sobre Marignano y las verdades y mitos al respecto apenas tienen resonancia en la Suiza francesa.
Los suizos franceses, normalmente ávidos de participar en debates, sólo lo hacen marginalmente en las discusiones en torno a la importancia de los acontecimientos históricos conmemorados este año en Suiza. Por una sencilla razón: el año 1515, recordado por Marignano, no atañe a la historia de la Suiza francesa, porque esa batalla nunca jugó un papel significativo en su historiografía. La clásica narrativa de la Suiza alemana interesa menos a los suizos franceses, ya que por aquel entonces ellos no participaron ni en los heroicos años de la creación de la Confederación ni en la ampliación hasta formar la Suiza de los ocho cantones (achtörtig) del siglo XIV, y ni siquiera en la fase subsiguiente de expansión y conquista de Argovia y Turgovia. También el ascenso de la Confederación hasta convertirse en una potencia europea sucedió antes de que los suizos franceses fueran “suizos”.
La Confederación, compuesta de ocho cantones en 1388, era una entidad totalmente suizo-alemana. La extensión de la Confederación hasta incluir en ella a la actual Suiza francesa no empezó hasta que estallaron las Guerras de Burgundia (1476 – 1481), culminadas con la adhesión de Soleura y Friburgo a la Confederación. Friburgo, un cantón bilingüe, fue el primer elemento suizo francés de nuestro país federal. Pero estrictamente hablando, la Suiza francesa no existió hasta 1798, cuando se fundó la República Helvética. Y hubo que esperar a 1848, año de constitución del Estado Federado, para que asimismo los ciudadanos de Ginebra, de Vaud, de Neuchatel, los francófonos de Friburgo, los francófonos del Valais y los del Jura adquirieran la ciudadanía de un sólo Estado. Así pues, también se podría considerar el año 1848 como el de la fundación de la Suiza francesa.
Pero en el siglo XIX, la Suiza francesa aún estaba claramente dividida en dos partes: había regiones con una tradición liberal y reformada (Ginebra, Vaud, Neuchatel y la parte sur del Jura bernés) y otras con una marcada identidad mayoritaria católico conservadora (Friburgo, Valais y el norte del Jura). Los antagonismos ideológicos y confesionales eran mucho más importantes que el vínculo lingüístico.
La situación cambió a principios del siglo XX. La creciente enemistad entre Alemania y Francia se reflejaba asimismo en tensiones entre los diversos grupos lingüísticos de Suiza. De repente, los suizos franceses ya no sólo eran de Ginebra, de Vaud y de Neuchatel, y se definían como pertenecientes a una región lingüística. En aquella época también surgió por primera vez el concepto de “Romandie” (Romandía), en sustitución de los términos habituales “Suisse romande” o “Welschland” (Suiza romanda). Y si bien ese neologismo expresaba un nuevo sentimiento de pertenencia, dicho término sigue teniendo hasta ahora “más bien mala fama” en la Suiza francesa, escribe Christoph Büchi, corresponsal de la sección cultural del “Neue Zürcher Zeitung” en Lausana. En todo caso, esta expresión se usa oficialmente sólo en el nombre de la vuelta ciclista “Tour de Romandie”.
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