Tema Clave
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El super año electoral helvético 2015 vuelve a evidenciar que la historia reaviva muchas emociones y está estrechamente relacionada con la política.
Absolutamente todas las plazas del Salón Rojo del Staatshotel bernés están ocupadas ya media hora antes de comenzar el acto. El periódico sensacionalista “Blick” está “de gira” como dicen en su propia propaganda. Se anuncia un acalorado duelo verbal entre la estrella política y ex consejero federal de la UDC Christoph Blocher y el historiador estrella y catedrático de Historia Thomas Maissen. Es el 21 de abril de 2015 – y se discute de acontecimientos muy lejanos que se remontan a 1315, 1515 y 1815. A este acto acudieron, además de los fans de cada frente, un increíble número de personalidades, entre otras Otto Lampe, embajador alemán en Suiza, y algunos parlamentarios. Al día siguiente, el “Blick” resumió el resultado del “duelo sobre los mitos suizos” en términos deportivos, con la expresión “4 – 3 para Maissen”.
Aunque no se trate de deporte, actualmente el interés del público suizo por los debates históricos eficazmente escenificados es casi tan grande como por el fútbol. No sólo el “Blick”, sino también la revista “Weltwoche”, el “Neue Zürcher Zeitung” (NZZ), la radio y la televisión han organizado, a lo largo de los últimos meses, rondas de conversaciones de este tipo. Los protagonistas eran básicamente los mismos, aunque integraban diversos grupos: Además de Blocher y Maissen también estaba el cáustico consejero nacional de la UDC e historiador médico Christoph Mörgeli, el Director de la “Weltwoche” y candidato al Consejo Nacional por la UDC, Roger Köppel, el jefe de redacción del “Basler-Zeitung”, próximo a los círculos de la UDC, Markus Somm, el historiador bernés André Holenstein y el historiador basiliense Georg Kreis.
No se trata de que los políticos ataquen armados de martillos y los científicos operen de forma muy distinguida con la cuchilla fina. En su último libro, “Schweizer Heldengeschichten – und was dahintersteckt” (Epopeyas suizas – y lo que hay detrás de ellas), Thomas Maissen se muestra increíblemente desafiante para un historiador y catedrático de universidad: la introducción de cada capítulo cuenta con una cita de Christoph Blocher o del consejero federal de la UDC Ueli Maurer, para luego desmontarla con regocijo. El libro es una reacción “a la hábil y exitosa política del recuerdo de los conservadores nacionalistas suizos durante los últimos 25 años”, escribe Maissen en el prólogo. Según el “Blick”, Blocher le reprocha a este historiador la intención de disgregar Suiza para lograr su adhesión a la UE: “Cuando no se toma en serio a Suiza, se la desmitifica, se falsea su historia y se dice que, en realidad, nunca fue un país meritorio, lo que se persigue es la destrucción de la nación”.
Hay un considerable revuelo campal en los estrados y publicaciones, y se arma tanto ruido que el Ministro del Interior, Alain Berset, tuvo incluso que rogarles moderación durante uno de los debates del Consejo de los Estados. La naturaleza de las disputas sobre la correcta concepción de la historia divide al país y a su gente, dijo el consejero federal del PS: “Les ruego que sean conscientes de que todos estos relatos forman parte de una vasta historia común: nuestra historia”.
El hecho de que actualmente la historia despierte tantas emociones en Suiza está relacionado en primer lugar con la concentración de años conmemorativos: la Batalla de Morgarten (1315), la conquista de Argovia por los Confederados (1415), la Batalla de Marignano (1515), el Congreso de Viena y los nuevos cantones de Ginebra, Neuchatel y el Valais (1815). Todo ello desemboca en el curso del año en innumerables ceremonias y actos de todo tipo. También los medios están llenos de artículos al respecto. El NZZ ha lanzado incluso al mercado una nueva revista trimestral titulada “NZZ-Geschichte” (NZZ-Historia). La historia de la portada de la primera edición es: “Napoleón – Inventor de la Suiza moderna”. El autor: Thomas Maissen.
¿Pero sobre qué aspectos se pelean en concreto? El debate se celebra en diversas esferas. En primer lugar, la relación entre los mitos nacionales y la cultura nacional del recuerdo sobre la investigación histórica científica; en segundo lugar, las diferentes interpretaciones del significado de los acontecimientos históricos y, en tercer lugar, y sobre todo, la política. El motivo visible del debate son los años conmemorativos redondos. A continuación se resumen las principales líneas de conflicto sobre los diversos acontecimientos:
Quien contempla estos acontecimientos únicamente desde la perspectiva de la historia nacional los interpreta como actos focalizados y conscientes de la autodeterminación, del afán de independencia y de la defensa militar contra el control externo. Esta concepción de la historia se utiliza como música de fondo de un mensaje altamente político: quien quiera mantener la independencia lograda tras luchas y grandes sacrificios, tiene que votar a la UDC. La UDC “preparó este debate hace mucho tiempo”, dice Hermann Strittmatter, decano de la economía publicitaria suiza en una entrevista con el “NZZ am Sonntag”. “A diferencia de otros movimientos políticos, los conservadores nacionalistas planifican campañas como esas a largo plazo”. La campaña está “urdida profesionalmente y de forma muy inteligente desde el punto de vista de la comunicación”, opina. Por eso, este profesional de la publicidad advierte del peligro de “ridiculizar este debate sobre Marignano”.
Así pues, el supuesto debate histórico es en realidad una guerra entre lugartenientes por la hegemonía cultural, por el poder de interpretación. Es una oferta de identificación a un país profundamente desorientado – un país atrapado entre la globalización económica y la creciente integración en la política europea por un lado, y por el otro por una orientación cultural retrógrada, una renacionalización y tendencias aislacionistas. Thomas Maissen dice que es legítimo recurrir a “hallazgos científicos obsoletos” cuando se trata de luchar por el poder y las cuotas electorales: “Pero también es igualmente legítimo y a veces incluso necesario que un científico compare con expertos el significado político y popular de la historia con los conocimientos actuales”.
No sólo Thomas Maissen, sino también su no menos famoso colega, el historiador André Holenstein, catedrático en Berna, se ocupa del tema de la concepción de la historia de la UDC: ya a finales de 2014 publicó un libro muy controvertido: “Mitten in Europa: Verflechtung und Abgrenzung in der Schweizer Geschichte” (En el centro de Europa: interconexiones y delimitaciones en la historia suiza). “La UDC debe su ascenso al círculo de los partidos con el mayor número de electores desde los años 90 a una estrategia política que se sirve de los temores de la población suiza a perder su identidad cultural en su propio país”, escribe Holenstein en el prefacio. Y añade que si bien las irritaciones actuales sobre las situaciones nacionales fueron la ocasión, no constituyeron sin embargo la profunda motivación para escribir este libro, que más bien reside en la observación del “ambivalente, contradictorio, y a veces verdaderamente esquizofrénico comportamiento de este pequeño Estado llamado Suiza, desde tiempos inmemoriales existencialmente interconectado con Europa y el mundo, pero que al mismo tiempo establece delimitaciones intelectuales y mentales”.
En realidad, Holenstein no aporta nuevos hechos al debate, pero escribe la historia suiza considerando consecuentemente las interconexiones y las delimitaciones. Desde la Edad Media, cuando la Confederación empezó a forjarse una identidad, sus estrategias de vida y de supervivencia se vieron profundamente marcadas por antagonismos como la participación y el aislamiento, la incorporación y el ostracismo, la integración y el repliegue, con diversos grados de acentuación. Holenstein no hace una valoración, ve incluso algo fructífero en esta correlación que finalmente explicaría “por qué Suiza subsistió tras los puntos de inflexión del pasado y sigue existiendo a principios del siglo XXI”.
Las fuerzas conservadoras nacionalistas presentan su posición de manera tan dominante en este año electoral, que los otros partidos se han quedado enormemente rezagados. Los demás partidos conservadores apenas participan en el debate político de la historia. Los partidos de izquierda, sobre todo el PS, intentan que se recuerden otros puntos de referencia históricos – pero apenas se les presta atención. Así, el PS ha fomentado la plantación de tilos de la paz, para conmemorar el final de la Segunda Guerra Mundial en mayo de hace 70 años – en consonancia con las acciones espontáneas que se extendieron en 1945. Algunas ciudades y ciertos pueblos asumieron esta iniciativa, pero sólo tuvieron una modesta resonancia pública. En la edición de abril de la revista del PS “Links”, el historiador Peter Hug reprocha a la Suiza oficial haber “descuidado imperdonablemente” el recuerdo del 8 de mayo de 1945. Y opina que hay una relación muy estrecha entre la falta de cultura del recuerdo y la “disposición de ánimo que reina en Suiza, que cree que Europa es en principio hostil hacia nuestro país”.
No es en absoluto negativo para una democracia viva el hecho de elaborar distintas referencias sobre el pasado y cultivar diversas culturas del recuerdo, pero todas ellas deben basarse en hechos probados científicamente. Existe un “derecho de veto de las fuentes”. Es decir que aunque las ciencias históricas no son una ciencia exacta, ningún historiador especializado puede por ejemplo afirmar algo que no esté apoyado, o esté falsificado, respectivamente, por las fuentes. La misión de la ciencia es conducir un debate sobre la interpretación de los hechos, partiendo de los conocimientos actuales. Pero el asunto se torna problemático cuando la interpretación del pasado se vincula a un claro mensaje político para el futuro. El consejero federal Alain Berset envolvió esta advertencia al final de su discurso con ocasión de la inauguración de la exposición sobre Marignano en el Museo Nacional con las siguientes palabras: “Tenemos más de una posible perspectiva hacia el pasado – y tenemos más de un posible futuro. Como dijo Winston Churchill: ‚Si nos enzarzamos en una pelea entre el pasado y el presente, perderemos nuestro futuro.”
Thomas Maissen: “Schweizer Heldengeschichten – und was dahinter steckt”. Editorial Hier und Jetzt, Baden, 2015. 234 páginas.
André Holenstein: “Mitten in Europa. Verflechtung und Abgrenzung in der Schweizer Geschichte”. Editorial Hier und Jetzt, Baden 2014, 285 páginas.
Ir al artículo adicional "Desinterés por Marignano"
Ir a la reseña del libro "Matrimonio de conveniencia"
Comentarios
Comentarios :
Z.B: ist doch absolut unbedeutend wie das Mit Moses und den Gebotstafeln war, wie das war mit den Trompeten von Jericho u.s.w.; Fakt ist, dass auf Grund des Sinnes dieser Sagen sich das juedische Volk schon ganze 4000 Jare behauptet. Nicht anders ist es mit dem Schweizertum als Gesinnung, die ohne Mythen und Sagen eben keine SINNTRADITION und keinen bestandfaehigen Willen zur Eigenkultur haett.
So interessant die Ausfuehrungen der Geschichtsprofessoren auch ohne Zweifel sind - Geschichte haben jene weder je geschrieben noch kreiert noch waren sie dabei als kulturelles Gedankengut geboren wurde. Solcherart Personen haben noch nie in der Geschichte beigetragen Volkskulturen und deren Fortbestand zu sichern. Ihre Wissenschaft ist geistig sehr beschraenkt allein durch den Ustand dass sie die Sinngebung einer Sache zur Gaenze ausser Acht lassen. Die Sinngebung als Verinnerlichung eines Volkwillens. In dem Sinne ist es doch total schwachsinnig sich zu streiten ob das in Sempach nun so oder anders war, ob mit Pfeil und Bogen oder Armbrust geschossen wurde und mit wissenschaftlicher Schmalspurintelligenz eine ganze Volkstradition abzuschiessnen die sich Schweizerkultur nennt.
Arye Ophir, 19. Juli 2015