En opinión de algunos conservadores, la decisión del Parlamento va demasiado lejos, por lo que éstos han recopilado más de 60?000 firmas para que sea el pueblo quien tenga la última palabra. Sus argumentos son, en parte, religiosos: según la Biblia, nos recuerdan, el matrimonio es privativo de las parejas heterosexuales, de cuya unión natural nacen los hijos. Para los opositores a este proyecto, el elemento más irritante es el acceso a la donación de esperma: a los niños engendrados de esta manera se les estaría negando deliberadamente un padre, algo contrario a su bien. También temen que a esta exigencia le sucedan otras, como la donación de óvulos o la maternidad subrogada. “Eso sería ir demasiado lejos”, declara Marianne Streiff, Presidenta del PEV.
El comité por el “Sí” sostiene todo lo contrario: no se trata de plantear cada vez mayores exigencias. El objetivo perseguido es la igualdad de derechos que, según la Constitución, le corresponde a cada individuo, independientemente de su modo de vida. Además, como lo señalan los partidarios, los niños pueden averiguar la identidad del donante de semen al cumplir los 18 años de edad. La donación de óvulos y la maternidad subrogada no forman parte del proyecto y seguirán siendo prácticas prohibidas en Suiza.
“Un ideal pretérito, que ya no tiene realidad”
Los nuevos modelos de familia son ya parte de la vida cotidiana, afirma Yv E. Nay, de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Zúrich. Todos los estudios demuestran que el bienestar de los niños no depende de la preferencia sexual de sus padres, sino de la calidad de la relación y del ambiente familiar. Según constata Nay, en las discusiones políticas sobre los derechos de las personas LGBTQ con niños suelen evocarse imágenes tradicionales, que poco tienen que ver con la realidad que viven las familias arcoíris. “Sigue prevaleciendo un ideal pretérito, que ya no tiene realidad y que, si acaso, sólo existió como tal durante muy poco tiempo”.
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