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El día en que la “Quinta Suiza” recibió reconocimiento oficial

11.04.2025 – David Hesse y Philipp Loser / Susanne Wenger

El 16 de octubre de 1966 marcó un hito en la relación entre Suiza y su diáspora: los electores aprobaron la inclusión en la Constitución Federal de un artículo sobre los suizos en el extranjero. Según David Hesse y Philipp Loser, autores de “Heute Abstimmung!” [“¡Hoy votamos!”], este referendo es uno de las treinta que cambiaron Suiza. – A continuación, reproducimos el capítulo completo de su libro sobre este tema.

Durante siglos, Suiza fue un país de emigración. Hombres, mujeres, niños y niñas abandonaban sus valles para probar fortuna en el extranjero como mercenarios, pasteleros, arquitectos, niñeras, comerciantes, ordeñadores o niños deshollinadores. No fue hasta finales del siglo XIX cuando la inmigración extranjera comenzó a superar la emigración suiza. En 1914, las autoridades calculaban que unos 380 000 ciudadanos suizos vivían en el extranjero, una cifra considerable si se tiene en cuenta que Suiza contaba entonces con menos de cuatro millones de habitantes.

El Gobierno federal y los cantones mostraban poco interés por los emigrantes o, incluso, se congratulaban de haber exportado parte de la pobreza del país. “La gente se alegraba de que se hubieran ido”, afirma el historiador Patrick Kury. Quienes abandonaban el país perdían todo derecho a protección y ayuda. Sin embargo, a partir de 1874 la Confederación comenzó a supervisar las agencias privadas que organizaban la emigración y en las que una y otra vez se detectaban fraudes. Además, en 1900 se creó una oficina de emigración encargada de brindar consejos preventivos para evitar las “salidas irresponsables”.

La enmienda constitucional de 1966 convenía tanto a los votantes nacionalistas como a los cosmopolitas. Ambos se pronunciaron a favor de una Suiza sui géneris que mirara más allá de sus fronteras.

Con la Primera Guerra Mundial, que fomentó el sentimiento de unidad nacional, cambió la percepción que se tenía de la diáspora. La emigración pasó a estar mal vista: se consideraba que privaba al país de sus fuerzas vivas. La Nueva Sociedad Helvética (NSH), fundada en 1914, se propuso “preservar el patrimonio nacional” y se esforzó por estrechar los vínculos de las asociaciones y escuelas suizas en el extranjero con la patria. En 1916, esta sociedad creó un grupo local en Londres, así como, en 1920, el “Auslandschweizerwerk”, que entretanto se ha convertido en la Organización de los Suizos en el Extranjero (OSE) y sigue fomentando los vínculos entre Suiza y sus expatriados.

El artículo de ley sobre los suizos en el extranjero, que promueve este cartel, fue aceptado por cerca del 68 % de los electores. Foto Colección gráfica de la Biblioteca Nacional Suiza, Berna

Desde 1848, los emigrantes habían solicitado repetidamente protección y derecho de voto al nuevo Estado federal. Sin embargo, no fue hasta principios de los años sesenta cuando la Confederación accedió a su petición. A partir de entonces, la Confederación empezó a considerar cada vez más a los emigrantes como un potencial que debía aprovecharse en beneficio de la nación. En su mensaje a la Asamblea Federal del 2 de julio de 1965, el Consejo Federal escribió: “Suiza, un país sin salida al mar, pequeño y pobre en recursos, con una economía muy desarrollada y globalizada, necesita comunidades sólidas y viables en el extranjero, que se renueven constantemente por la afluencia de emigrantes laboriosos”. La diáspora, con su compleja red de relaciones, se volvía atractiva para la economía. De ahí el interés del Consejo Federal por consagrar en la Constitución sus responsabilidades para con los suizos residentes en el extranjero. Propuso un nuevo artículo que facultara a la Confederación para regular los “derechos y deberes” de la Quinta Suiza, incluidos “el ejercicio de los derechos políticos, las obligaciones militares y la asistencia”. Esta enmienda constitucional necesitaba aprobarse a través de un referendo.

El debate electoral

1966 se convirtió en el año de la “Quinta Suiza”. Tres antiguos consejeros federales (Traugott Wahlen, Max Petitpierre y Giuseppe Lepori) se pusieron a disposición del comité de patrocinio de la Organización de los Suizos en el Extranjero, que en ese año celebraba su 50.° aniversario. Correos de Suiza emitió un sello dedicado a los suizos en el extranjero, y la Biblioteca Nacional en Berna inauguró una exposición sobre el tema “La Quinta Suiza a través de los tiempos”. De repente, todo el mundo parecía coincidir en que los emigrantes eran un bien de inapreciable valor para la patria.

Apenas se alzaron voces críticas; poco antes de la votación, el NZZ declaró que el proyecto de ley era “absolutamente irrebatible”. Según este periódico, la dimensión de la enmienda constitucional iba mucho más allá del ámbito meramente técnico: “Es más, Suiza quiere saldar una deuda de gratitud para con sus compatriotas en el extranjero, reconocer sus logros económicos, políticos y culturales y fortalecer el sentimiento de pertenencia comunitaria”. Según el Consejo Nacional, este artículo convertiría a los suizos residentes en el extranjero en “ciudadanos de pleno derecho”. Cabe subrayar que estos esfuerzos en favor de la Quinta Suiza se veían impulsados por la descolonización: cada vez más emigrantes suizos en Argelia y el Congo habían acudido a la Confederación porque habían perdido sus tierras y bienes; esto dio a la Confederación un motivo para regular sus vínculos con la diáspora.

En segundo lugar, durante la Guerra Fría de los años sesenta, Suiza reactivó el postulado de la “defensa espiritual” del país, haciendo hincapié en la “particularidad” y el “excepcionalismo” suizos. Todo lo suizo era bueno y muy apreciado, incluso fuera de las fronteras del país. En tercer lugar, Suiza se enfrentaba a los embates de la globalización. Si insistía tanto en su particularidad era porque, en realidad, muchas cosas estaban cambiando. El boom económico de los años cincuenta y sesenta provocó una fuerte inmigración, un auge de la industria de la construcción y un crecimiento demográfico. La economía suiza se internacionalizó, el sector bancario creció y, en 1966, el país ingresó en el GATT, la organización mundial del comercio, que se convertiría en la OMC. Estos cambios suscitaron temores, y en 1961 se fundó el partido conservador de derechas Acción Nacional, que hacía campaña contra la inmigración.

El sello de Suiza en el Extranjero emitido por Correos suizos en 1966

Esta tensión entre apertura económica y vuelta a la mentalidad aislacionista marcó a la Suiza de los años sesenta. Así, en la Exposición Nacional de 1964, el optimismo sobre el futuro no excluía los llamamientos a la vigilancia nacional. Intelectuales como el germanista zuriqués Karl Schmid alimentaron un amplio debate sobre un “pequeño país sumido en el malestar” (Unbehagen im Kleinstaat, 1963). La enmienda constitucional de 1966 convenía tanto a los votantes nacionalistas como a los cosmopolitas. Ambos se pronunciaron a favor de una Suiza sui géneris que mirara más allá de sus fronteras. El proyecto se aprobó con amplia mayoría de votos; todos los cantones y casi el 70 % de los electores ratificaron el artículo sobre los suizos en el extranjero. El mayor número de votos a favor se registró en Ginebra y el menor, en Schwyz, Valais y Obwalden. Aun así, el hecho de que más del 30 % de la población votara en contra demuestra que algunos suizos seguían considerando a los emigrantes como desertores, que no merecían recibir ninguna ayuda económica por parte del Estado.

El impacto del referendo

Esta votación reconfiguró la relación entre Suiza y su diáspora. Los expatriados y sus familias habían obtenido un sitio en la Constitución Federal; se sentían valorados. La OSE describe el acontecimiento de 1966 como un “punto de inflexión decisivo”. Sobre la base del nuevo artículo, la Confederación abordó varias cuestiones pendientes: reguló el acceso de los ciudadanos expatriados a las prestaciones sociales (desde 1974, estas serían competencia de la Confederación y no de los cantones de origen); su obligación de servir en tiempo de paz; y, por último, su derecho a la participación política.

Una ley federal, en vigor desde 1977, concede a los suizos y suizas en el extranjero el derecho de sufragio activo y pasivo. Este derecho no caduca nunca, y se transmite de generación en generación, junto con la nacionalidad. Nunca se ponderó la posibilidad de limitar el derecho de voto a unos años después de la salida del país (como en Canadá). Al principio, los suizos residentes en el extranjero hacían poco uso de su derecho al voto, ya que todavía tenían que acudir personalmente a Suiza para depositar su papeleta. Esta situación no cambió hasta 1992, cuando se introdujo el voto por correo. Hoy en día, los suizos residentes en el extranjero pueden votar en su lugar de origen o en su último domicilio. Desde 2008, algunos cantones les permiten votar por vía electrónica, a modo de prueba. Tim Guldimann, exembajador residente en Berlín, fue el primer “consejero internacional” elegido al Parlamento en 2015. La Confederación sufragó sus gastos de viaje.

En la actualidad, los suizos residentes en el extranjero desempeñan un importante papel político. Superan los 800 000 y constituyen el cuarto cantón del país. Casi 220 000 están inscritos en el censo electoral y participan en las elecciones y votaciones. Muchos de ellos son ciudadanos suizos que solo residen temporalmente en el extranjero. La naturaleza de la emigración ha cambiado considerablemente gracias a Internet y los vuelos baratos: “En lugar de emigración, ahora más bien deberíamos hablar de movilidad internacional”, afirma Rudolf Wyder, quien durante muchos años desempeñó el cargo de Director de la Organización de los Suizos en el Extranjero.

El artículo constitucional de 1966 permitió cimentar de forma duradera la relación entre Suiza y su diáspora, que sigue evolucionando. En 2015 entró en vigor la nueva Ley sobre los suizos en el extranjero, que recoge las etapas anteriores en una sola disposición legal. Hoy por hoy, la Quinta Suiza ya no es objeto de desconfianza y rechazo, sino de aprecio. La Confederación subvenciona las escuelas suizas, ofrece un servicio de asistencia en línea para los suizos residentes en el extranjero, la plataforma de información SWI swissinfo.ch, estadísticas sobre los suizos residentes en el extranjero y otros servicios relacionados con la expatriación y el regreso a Suiza. Aún se podría hacer más: “Sigue faltando una política federal coherente que aproveche plenamente el potencial de la diáspora”, lamenta Rudolf Wyder. Otros países (como Irlanda y Singapur) han creado ministerios dedicados expresamente a su diáspora. Desde 1966, también Suiza dispone de una base constitucional para tales innovaciones.

Extracto del libro “Heute Abstimmung! 30 Volksabstimmungen, die die Schweiz verändert haben” [“¡Hoy votamos! 30 votaciones populares que han cambiado Suiza”].

Extracto del libro “Heute Abstimmung! 30 Volksabstimmungen, die die Schweiz verändert haben” [“¡Hoy votamos! 30 votaciones populares que han cambiado Suiza”], por David Hesse y Philipp Loser, editorial Limmat, 2024, 248 páginas, 38.– CHF

 
 
Votar funciona

Tres o cuatro veces al año, las papeletas de voto llegan a nuestros buzones. En Suiza, es algo tan habitual que muchos apenas son conscientes del gran privilegio que es tener una democracia directa y no se molestan en votar. Sin embargo, los referendos pueden transformar el país de forma permanente, como demuestran David Hesse y Philipp Loser en su libro. Estos dos autores, periodistas e historiadores, tuvieron la brillante idea de seleccionar treinta de los referendos más importantes entre los cientos que se han celebrado desde el nacimiento del Estado federal suizo, en 1848.

Evidentemente, algunas votaciones son de obligada referencia: la votación sobre el SVS (1947), aceptado por amplísima mayoría; el referendo tardío mediante el cual se aprobó el sufragio femenino (1971); o la consulta sobre la adhesión al Espacio Económico Europeo (1992), rechazada por escaso margen. Pero el libro también se detiene en otras votaciones, quizá un poco olvidadas hoy en día, a través de las cuales el pueblo forjó el destino del país: el nacimiento de los Ferrocarriles Federales Suizos (1898), la integración de la Quinta Suiza (1966; ver el artículo principal) o la supresión del patriarcado en el derecho matrimonial (1985). En 1877, Suiza fue pionera en la protección de los trabajadores, al ratificar la Ley de fábricas. Y aunque la iniciativa “Contra la influencia extranjera” fracasó en 1970, la iniciativa popular “Contra la inmigración masiva” prosperó 44 años después.

Muchos de los referendos incluidos en el libro fueron objeto de acalorados debates. El libro arroja luz sobre los antecedentes, las controversias, los resultados y las consecuencias de cada votación, aportando una visión refrescante y sumamente interesante de estos acontecimientos. “Los elementos que modelan Suiza son el agua, el clima, la roca... y las votaciones”, escriben.

(SWE)

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