- Política
Energía nuclear: la palanca de cambios está en manos del pueblo
28.09.2016 – Jürg Müller
El 27 de noviembre, si el pueblo suizo aprueba la iniciativa de los Verdes, podrá tomar la decisión de clausurar las centrales nucleares.
La catástrofe del reactor de Fukushima en 2011 se considera el comienzo de la lenta renuncia helvética a la energía nuclear. Varias ciudades y algunos cantones ya pensaban hacerlo antes de 2011 y estaban despidiéndose de la misma, como las ciudades de Basilea, San Gall, Lucerna y Aarau. Y los habitantes de Zúrich decidieron el pasado junio, con una mayoría de más del 70 % a favor, vender de aquí a 2034 las participaciones de la ciudad en las centrales nucleares de Gösgen y Leibstadt, así como en las centrales francesas de Bugey y Cattenom. Lo que la izquierda y los Verdes calificaron como una decisión de gran alcance, fue interpretado por el PLR como una política simbólica, sin consecuencias para el funcionamiento de las centrales nucleares.
Puede que esto sea cierto a corto plazo; pero en otoño se decidirá algo que muy probablemente tendrá importantes consecuencias. El 27 de noviembre se aclarará definitivamente un controvertido tema, que ha suscitado acaloradas discusiones: el futuro de la energía nuclear en Suiza. Ese día los electores decidirán sobre la iniciativa de los Verdes para renunciar a la energía nuclear. El referéndum pretende prohibir la construcción de nuevas centrales y reducir la vida útil de las ya existentes a un máximo 45 años. Si se aprueba esta iniciativa, habrá que desmantelar al cabo de un año tanto Beznau I y II como Mühleberg, luego Gösgen en 2024, y en 2029 Leibstadt, última de las cinco centrales nucleares suizas. En caso de dudas sobre su seguridad, será preciso clausurarlas antes. Además, la iniciativa exige medidas con vistas a la transición energética: medidas de ahorro energético, de eficiencia energética y de ampliación de las energías renovables.
El Consejo Nacional rechaza cualquier limitación
Los Verdes no son los únicos que pretenden limitar la vida útil de las centrales nucleares. En el marco de la estrategia energética 2050 del Consejo Federal, también el Consejo Nacional se pronunció el año pasado a favor de que las más antiguas funcionaran como máximo durante 60 años. Y dado que el Consejo de los Estados no quiere saber nada del asunto y los vientos políticos han cambiado de rumbo desde las elecciones del otoño de 2015, el Consejo Nacional echó por tierra, en marzo de 2016, su anterior decisión y rechaza ahora cualquier limitación.
De la decisión inicial del Consejo Federal y del Parlamento sobre la renuncia a la energía atómica no ha quedado mucho más que “una vacilante prohibición de construir nuevas centrales nucleares, incluida en la Ley de la Energía”, opina Jürg Bieri, gerente de la Fundación Suiza de Energía (SES), un organismo muy crítico frente a la energía atómica. Bieri considera que una retirada ordenada aportaría “también orden en la sustitución de las centrales nucleares por energías renovables”; además, fijar un plazo para desconectarlas significa “seguridad a la hora de la planificación y la inversión en las centrales nacionales”. Durante el debate parlamentario, la Consejera Nacional bernesa Regula Rytz explicó que si no se limita la vida útil de las centrales, la estrategia energética no es una auténtica renuncia a la energía nuclear.
“Una gigantesca burla económica y económica“
Los opositores conservadores contrarios a la iniciativa argumentan que las centrales suizas son de las más seguras del mundo. En los debates parlamentarios también se abordó el problema de la garantía del suministro energético. Si Suiza renuncia demasiado deprisa a sus centrales nucleares, habrá que importar más energía, producida por otras centrales nucleares, por centrales de gas y de carbón. El Consejero Nacional del PDC, Daniel Fässler, de Appenzell Rodas Interiores, calificó este asunto de “gigantesca burla ecológica y económica”. Y el consejero nacional bernés del PLR, Christian Wasserfallen, considera utópico querer sustituir en diez años el 40 % de las necesidades de electricidad de Suiza por otras fuentes de energía.
Decida lo que decida el pueblo el 27 de noviembre, ya se ha fijado la fecha para la clausura de una de las centrales: el 20 de diciembre de 2019 dejará de funcionar la de Mühleberg, en Berna. La compañía operadora de las centrales de Berna es la primera que se da a la tarea de clausurar este tipo de centrales, pero no por motivos políticos, sino económicos. En efecto, según los cálculos de la empresa ya no es rentable llevar a cabo las medidas de actualización que exigen las autoridades reguladoras de la energía nuclear.
Imagen Si se aprueba la iniciativa de renuncia a la energía nuclear, la central nuclear de Beznau, entrre otras, deberá desconectarse dentro de un año. Photo Keystone
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Ich rücke mal ein paar Fakten gerade:
Tschernobyl Block IV war primär ein Kernkraftwerk zur Energieproduktion. Dass aus den Brennelementen Plutonium für Atombomben extrahiert werden kann, ist bei Kernenergie unvermeidlich. Die militärische Zweitnutzung von Block IV war jedenfalls nicht ursächlich für dessen Kernexplosion.
Jedes Kernkraftwerk gibt laufend Radioaktivität in die Umwelt ab. Grösstenteils radioaktive Edelgase und Tritium. Bei den sporadisch auftretenden Pannen gelangen immer wieder bedenkliche Mengen anderer Stoffe in die Umwelt. In der Folge steigt die Radioaktivität in unserer Umwelt stetig an, da die Freisetzung neuer radioaktiver Stoffe schneller erfolgt, als deren Zerfall. Epidemische gesundheitliche Folgen sind zu erwarten und sind meines Erachtens in der Schweiz auch eindeutig nachweisbar (Krebs- und Sterberegister).
Kernkraftwerkgegener und die Grünen wollen Energie aus sauberen Quellen beziehen. Eine Energiewende in 10 Jahren ist machbar, indem die Hälfte des Kernkraftwerkstroms eingespart und der Rest durch Photovoltaik und Windenergie ersetzt wird. Ernsthaftes Sparen in Privathaushalten würde es sogar erlauben, die Schweizer Kernkraftwerke bis 2020 ersatzlos abzuschalten.
Bisher havarierten zivile Kernkraftwerke im Mittel alle 3000 Betriebsjahre per Tschernobyl-/Fukushima-Explosivstil (militärische Anlagen noch häufiger). Bei 400 laufenden Kraftwerken muss im Mittel alle 8 Jahre mit einem Totalschaden gerechnet werden, der gleich viel oder mehr Radioaktivität freisetzt wie alle Atombombentests zusammen.
Die Schweizer Kernkraftwerke sind nicht sicherer als andere Anlagen, weil die übliche Interessenverflechtung zwischen Aufsichtsbehörden und Kraftwerksbetreibern besteht. Ein Blick in die seitenlange und dauerhafte Mängelliste des KKW Mühlebergs reicht aus, um diesen Schluss zu ziehen.
Ein Kernkraftwerks-Totalschaden in der Schweiz würde 30-50% der Schweizer Wirtschaft und Teile des Mittellands auf Dauer stillegen. Die Schweiz würde danach vermutlich in mehrere Teile zerfallen. Die Wahrscheinlichkeit eines derartigen Totalschadens liegt bei rund 1% bei Annahme der Ausstiegsinitiative für die knapp 30 Betriebsjahre Restlaufzeit; rund 2% bei Weiterbetrieb bis 50 Jahre Laufzeit; rund 5% bei Weiterbetrieb bis 60 Jahre Laufzeit. Da sich mit zunehmendem Alter der KKW die Fehler häufen, stellt ein Betrieb "so lange sie sicher sind" die zukünftige Havarie sicher.
Der radioaktive Müll kann bestenfalls für ein paar Jahrhunderte sicher verwahrt werden, bevor er sich in der Umwelt verteilen wird. Der global angehäufte Atommüll reicht längst aus, um die Erde in eine lebensfeindliche Wüste zu verwandeln, in der nur äusserst strahlungsresistente Bakterien und Insekten leben werden.
"Nach mir die Sindflut"-Anhänger mögen einwenden, dass wir sorglos weiter Atommüll produzieren können, falls das Endresultat sowieso schon feststeht. Ich möchte jedoch zumindest zu meinen Lebzeiten das Mögliche tun, um es nicht soweit kommen zu lassen. Der Ausstieg aus der Kernenergie ist hierfür zwingend notwendig, aber nicht mehr als der erste Schritt.
TED Talk von Michael Shellenberger - How fear of nuclear power is hurting the environment
https://go.ted.com/CysY
Richard Walther, Frankreich
https://www.youtube.com/watch?v=tedHiFdqyZE#t=5770.1975216
Zu Zeiten der oberirdischen Atombombentests der USA und Sowjetunion gelangten die radioaktiven Spaltprodukte direkt in die Atmosphäre und wurden in grosse Höhen verfrachtet. In den über vierzig Jahren ziviler Nutzung von Kernenergie gelangte nur sehr wenig Radioaktivität in die Umwelt. Der Unfall im Militärreaktor von Tschernobyl hatte einen deutlich messbaren Anstieg an Radioaktivität in der Umwelt zur Folge. Im Vergleich zu den 50er und 60er Jahren war die Radioaktivität jedoch fast viermal tiefer.
Beim Unfall von Fukushima wurde regional punktuell stark erhöhte, ansonsten mässig erhöhte Radioaktivität gemessen. Die Radioaktivität in der Stadt Tokyo ist auch nach dem Unfall nur minimal höher als jene in New York und deutlich tiefer als etwa die natürliche Strahlung in Hongkong.