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Una de las principales colecciones de películas en el mundo es la que reunió el padre Joye en Basilea. Si bien esta colección se encuentra actualmente en Londres, podría volver a Suiza.
Este capítulo de la historia del cine podría subestimarse un poco; y de hecho fue lo que le sucedió durante muchos años. Un sacerdote colecciona películas para mostrárselas a sus chicos en la clase de religión. Suena muy simpático, pero en aquel entonces era algo sensacional. El padre Joye, monje jesuita nacido en 1852 en el cantón de Friburgo y de nombre Joseph Alexis Joye, que luego vivió en Basilea, coleccionó a lo largo de su vida cientos de películas. Hoy, su colección se considera una de las mayores y más importantes del mundo con relación a los inicios del cine. “No se trata de una cualquiera, es sensacional”, afirma la historiadora suiza Mariann Lewinsky-Sträuli, especialista en películas mudas. En artículos y libros se habla de entre 1 300 y 2 500 películas. Lo que está claro es que la mayoría de ellas data de los años 1905 a 1912, las más recientes del año 1919. El padre Joye las compraba en el mercadillo alemán de películas de segunda mano y así fue ampliando su colección poco a poco.
Los géneros van desde el drama hasta las películas bélicas, pasando por las películas infantiles, los cuentos de hadas, los dibujos animados, así como lo que hoy llamamos documentales: “Comarcas, naturaleza, paisajes urbanos y tradiciones”, puede leerse en un catálogo. Cada película dura entre tres y quince minutos y, en una proyección, el padre Joye presentaba entre diez y quince películas, conjetura Mariann Lewinsky. Se trataba por lo tanto de un “programa muy elaborado”, de “un cine de gran belleza, rico en géneros, con una enorme diversidad de conceptos estéticos, y al mismo tiempo muy entretenido”.
Entonces no había salas de proyección, como las conocemos en la actualidad: los cines ambulantes se desplazaban de un lugar a otro para proyectar siempre las mismas películas. El padre Joye, en cambio, proyectaba siempre nuevas películas en el mismo lugar, lo que constituía un cambio de paradigma. También por eso necesitaba una buena colección. Se rumorea que pasó de contrabando de Alemania a Basilea más de una película escondida bajo su sotana; asimismo, se dice que cortaba las escenas de besos o distraía a los niños en los momentos embarazosos. Más de 100 años después, no conocemos los detalles con exactitud, ni siquiera si proyectaba todo lo que coleccionaba. Lewinsky lo duda, porque en la colección también se encuentra la película profundamente anticatólica Les Martyrs de l’Inquisition, de 1905.
El historiador suizo Roland Cosandey ha sido el primero en documentar la historia y las obras de Joye en su libro Welcome Home, Joye! Film um 1910. En 1886 Joye fue nombrado vicario y profesor de religión en Basilea. Unos años después se fundó el orfanato masculino Vinzentianum, llamado Borromäum desde 1905. Allí, en la sala donde los domingos se enseñaba catequesis y religión, proyectaba sus películas. Nuestro sacerdote empezó con proyecciones de linterna mágica: placas de vidrio pintadas, proyectadas con luz. Se dice que fabricó miles. Y ya en 1896, según Cosandey, asistía a las primeras proyecciones cinematográficas en el Casino de la ciudad de Basilea. A partir de 1902 Joye empezó a proyectar sus propias películas; en adelante ya no se detendría.
Mariann Lewinsky-Sträuli ha visto todas sus películas, para lo cual tuvo que desplazarse desde Zúrich hasta Berkhamsted, una pequeña ciudad cerca de Londres. Y es que allí, en el National Film and Television Archive del British Film Institute, se conservan desde 1976 los originales y las copias en blanco y negro hechas por los británicos. En Basilea prácticamente se hubiera desintegrado toda la colección. Tras la muerte del padre Joye en 1919, sus películas se siguieron proyectando regularmente en la parroquia, pero sin que nadie se percatara de su fragilidad. En 1958, un jesuita constató asustado que las películas de nitrato llevaban varios años almacenadas en un desván. Y ni en el cantón de Basilea-Ciudad ni en ningún otro sitio de Suiza se pudo encontrar en los decenios siguientes un lugar lo bastante seguro para abrigar la colección de películas, ni siquiera en la Cinemateca Suiza.
Así, a finales de los años cincuenta este jesuita se encargó de trasladar la colección a un almacén de Zúrich y luego, a finales de los años setenta, al archivo actual en Inglaterra. Además, fue el primero que hizo catalogar todas las películas. Pero entretanto, en los años sesenta, la colección acabó en Italia, en manos de Davide Turconi. Este historiador de cine juzgó que las películas estaban tan descompuestas que era prácticamente imposible salvarlas y, con la mejor intención del mundo, hizo algo que, a posteriori, resultó catastrófico: cortó las películas en varios pedazos para armar con ellos una documentación iconográfica y después volvió a pegar las películas para recomponerlas.
Las fotos de Joye se conservan hasta hoy en el Archivo de los Jesuitas de Zúrich. Unas 200 copias de películas están en Italia. Pero todo lo demás, sobre todo los originales de nitrato, se encuentra congelado a entre 4 y 5 grados bajo cero en el archivo cinematográfico más grande de Inglaterra, para preservarlo de un mayor deterioro, explica la archivera responsable, Bryony Dixon. La colección consta de unas 1 200 películas. ¿Y ahora? Mariann Lewinsky presentó hace ocho años una solicitud para que Suiza tuviera sus propias copias, con fines de conservación e investigación. Además, las copias actuales en blanco y negro no tienen en absoluto la misma calidad que los originales, dado que el 80 % de los positivos de nitrato son en color. Si se realizan nuevas copias, ya sean analógicas o digitales, éstas tendrán que ser en color. Pero un proyecto de esta naturaleza sería sumamente complejo y costoso. Serían necesarios especialistas capaces de escanear las obras y manejarlas en forma científica. Según los cálculos de Lewinsky, el coste de la operación ascendería a cuatro millones de francos.
Todos los que han tenido acceso a la colección de Joye están conscientes de su importancia y reconocen que sería estupendo tenerla en Suiza. “Sería fantástico si se pudiera llevar a cabo un proyecto destinado a salvar las películas de Joye para las futuras generaciones, con copias restauradas que preserven los colores originales y ponerlas así a disposición del público en general”, dice por ejemplo Beat Schneider, Director Adjunto del Stadtkino Basel. También la archivera del cantón, Esther Baur, se muestra muy interesada: “Pero lo primero que deberíamos hacer es definir exactamente lo que queremos y podemos hacer con la colección. Un proyecto así tiene que contar con un amplio apoyo”.
Las preguntas principales permanecen por lo pronto sin respuesta: ¿quién pagará, quién se encargará del proyecto y con qué objetivo? A eso hay que añadir, como señala Roland Cosandey, que sólo una ínfima parte de las películas presenta “características propiamente helvéticas”, lo que podría dificultar su financiación por parte de Suiza. Pero quizá se pueda considerar la colección en conjunto como un patrimonio helvético, debido al lugar en que surgió, Basilea, y al hecho de que su creador era de Friburgo.
Lewinsky-Sträuli, quien ha salvado ya algunas colecciones de películas, afirma: “Para mí el caso dista mucho de estar cerrado”. En apoyo a una petición escribe: “Esta colección documenta de forma singular, no sólo la historia de la producción cinematográfica en su fase más dinámica, sino también, a través de esta historia, el mundo y la cultura de toda una época”. Esta iniciativa permitiría a los historiadores llenar vacíos, atar cabos sueltos y saber más sobre el mundo de entonces... entre otras muchas cosas.
Comentarios
Comentarios :
Petrin,
da gab es ja auch den Film von Isolde Marxer "A apropos de Joye"
den sie 1996, also bevor die Sammlung nach England ging in Basel realisierte.
Beste Grüsse
Reinhard Manz, Grenzach