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Con su single “Good Love 2.0”, Priya Ragu, cantante suiza de origen tamil, cosechó un éxito mundial. La trayectoria de esta hija de refugiados esrilanqueses criada en San Galo es la historia de una emancipación.
Priya Ragu aparece en la pantalla de nuestra computadora vestida con ropa deportiva gris y bebiendo un café. Se presta amablemente a una entrevista organizada por el grupo Warner, sello con el que esta música de 35 años firmó un contrato en agosto de 2020. En ocasión del lanzamiento de su primer mixtape en septiembre, la cantante concedió toda una serie de entrevistas.
“Damnshestamil” (literalmente: “¡Caramba, es tamil!”) ofrece diez títulos de pop expresivo y bailable, mezclado con sonidos de Asia meridional. “Cuando una chica dice que es brasileña, a la gente le encanta. Pero cuando yo digo que soy de origen tamil, esto a la gente no le dice nada. ¡No es glamur!”, bromea la gran promesa de la escena musical. La voz a la vez ronca y suave de Priya fascina a los oyentes. Se cuentan por centenares las declaraciones de amor en las redes sociales. “Mezcla los sonidos de dos mundos completamente separados. Nadie hace música como ella”, reza un mensaje posteado bajo el vídeo de “Kamali”, que registra cerca de medio millón de visitas en YouTube.
Priya Ragu ha salvado ya varios obstáculos a lo largo de su vida, lo cual hace que su éxito fulgurante sea aún más notable: es mujer, hija de refugiados, tiene la tez morena y se crio en un mundo muy conservador antes de abrirse camino a una edad ya avanzada. “Solo cuando miro atrás veo las dificultades que he superado”, comenta la cantante desde su departamento londinense. Esta trayectoria es la de una chica que nació en el seno de una familia de refugiados de Jaffna. Huyeron de la guerra civil que sacudió Sri Lanka desde 1983 y acabó con el total aplastamiento de los Tigres Tamiles, en 2009. Ragupathylingam, su padre, era contable. También era músico. “Era un cantante conocido. Pero al final, presentarse en su país como músico tamil se había vuelto peligroso”, declara su hija. La madre de Priya, Chandrika, enseñaba mecanografía. Tras una estancia transitoria en Alemania, la familia se instaló en San Galo, cuando ya tenía un hijo entre brazos: Roshaan.
“Para los refugiados, empezar una nueva vida en un país en el que no necesariamente son bienvenidos es una especie de milagro.”
La joven Priya se crio en un ambiente estable y relativamente riguroso. Su padre trabajaba en Correos y su madre como asistente de farmacia. “Para los refugiados, empezar una nueva vida en un país en el que no necesariamente son bienvenidos es una especie de milagro”, comenta la suiza. En el colegio, Priya era una de solo dos chicas de color. Si bien tuvo que sufrir alguna que otra reacción de rechazo, en términos generales su integración se desarrolló de manera satisfactoria. “De tanto pasar de un mundo a otro, me olvidaba a veces del color de mi piel.”
En casa, la música tamil y el cine de Kollywood, producido en Tamil Nadu, en el sur de la India, servían de sustento a esta cultura que su familia se empeñar en conservar. Cada fin de semana recibían la visita de amigos. La madre preparaba algo de comer. Roshaan tocaba el órgano. Priya y Ragupathylingam cantaban. Sacaban cucharas y un cubo para la percusión. El pequeño grupo actuaba también en fiestas. Cuando se le pide que hable del país de sus padres, Priya evoca recuerdos llenos de tristeza. Son pocos sus vínculos con la isla de sus antepasados. En cambio, la cultura tamil ilumina su vida y, por ende, su música.
Al alcanzar la edad adulta, Priya Ragu dejó el nido familiar para trasladarse a Zúrich. Tras estudiar contabilidad, fue contratada por Swiss para vender componentes aeronáuticos. Durante años coqueteó con la idea de dedicarse profesionalmente a la música, como su hermano, que se entregaba en cuerpo y alma a esta actividad. En 2017 rescindió su contrato laboral para volar a Nueva York. Cada mañana, durante los seis meses de su estancia en esta ciudad, la suiza escribía y meditaba. El último mes, Priya empezó a componer; se había mudado a un departamento en Brooklyn, que contaba con un estudio de grabación prestado por el rapero estadounidense Oddisee. Su hermano Roshaan, alias Japhna Gold, también tenía un pequeño estudio de grabación instalado en un piso compartido en Oerlikon. Ambos intercambiaban ritmos, melodías y textos en línea. Un día, Japhna propuso integrar la percusión tamil. ¡Todo un acierto!
Priya regresa a su país y Swiss vuelve a contratarla. A partir de este momento financia con su salario las grabaciones y la producción de videoclips. La música de los Ragu, una mezcla de R&B, soul, rap y pop con ritmos del subcontinente índico, se graba en Oerlikon. En 2018, se publica en línea “Leaf High”, cuyo vídeo se grabará en París. Le sigue “Lighthouse”, con un vídeo rodado en Mumbai. Priya escucha su música en la emisora pública de radio SRF3, a la que ambos músicos han enviado la pieza. El cuarto título publicado en línea será “Good Love 2.0”, promocionado en 2020 por la disc-jockey irlandesa Annie Mac, estrella de la BBC. Los sonidos de la cantante de San Galo llegan a los oídos de la redacción del New Musical Express. Luego, la canción se incorpora a la banda sonora del videojuego FIFA 21. Y en agosto de 2020, la cantante firma un contrato con el sello discográfico Warner UK. Es entrevistada por The Guardian y citada por el New York Times. Cabe destacar que casi todos los títulos de “Damnshestamil” fueron grabados en Oerlikon: ¿quién dice que el estilo Ragu no es un producto casero?
A través de sus canciones, Priya pretende desmontar los estereotipos en torno a los esrilanqueses, “que los reducen básicamente a ser cocineros, limpiadores o vendedores”, explicó al diario en línea Decorated Youth. En “Kamali”, una canción que Priya creó tras descubrir un documental, la artista evoca la historia de una pequeña de Tamil Nadu, criada por su madre, quien la apoya en su pasión por el skateboard, en un mundo en el que no hay lugar para tal opción. “Me dirijo a todas las Kamali del mundo para animarlas a mirar hacia adelante. Si somos capaces de dar a luz, imagínense lo que podemos crear cuando nos liberan completamente de nuestras ataduras”, escribe Priya. “A mi madre, que aparece en el vídeo de la canción, le conmocionó sobre todo la vida de la madre de Kamali, que tiene que luchar. Su opinión sobre el lugar de las mujeres en la sociedad ha cambiado”, afirma la cantante, que practica el boxeo tailandés.
¿Y cuál es el sueño de esta “tamil-suiza”, como ella misma se presenta a veces para prevenir preguntas? Organizar algún día un gran festival de música en Jaffna, con artistas tamiles procedentes de todos los rincones del mundo, contesta Priya.
Comentarios
Comentarios :
Herzlichen Glückwunsch zu einer Erfolgsgeschichte, die man sich als Vorbild nehmen kann .
Merci pour votre article sur l'artiste Suisse/Tamoule Priya Ragu. Chaque succès de migrant en Suisse ou de leurs enfants , réfugiers ou non, est un pas vers plus de tolérance dans notre société. Le cas de Mme Ragu est particulièrement intéressant pour nous et si comme vous le mentionnez en fin d'article le rêve de Mme Ragu serait un concert à Jaffna nous pourrions être intéressés à l'assister dans sa réalisation. Félicitations pour votre article qui sera très apprécié par la communauté Tamoule en Suisse et pour vos lecteurs ici au Sri Lanka.
Meilleures Salutations, Raoul Imbach, Deputy Head of Mission
This is very beautiful in the journey she is on, the music, the positive forward movement, and all the inclusiveness. May we all see and encourage the merits in each of us, and the common humanity we have that binds us beyond all other differences.
Danke!
C'est beau, de se battre pour la musique en général, quelle qu'elle soit. Vous parviendrez à réaliser votre rêve, à créer un festival de musique à Jaffna. En route pour cultiver sa chance!