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Las praderas alpinas y los chalés de montaña son símbolo de una vida en armonía con la naturaleza, y el pastoreo de verano en los Alpes es una tradición que merece protección. Así lo sugiere Suiza, que ha presentado su candidatura para que la Alp sea incluida en la lista del patrimonio cultural inmaterial de la Unesco.
Las vacas, adornadas con profusas coronas de flores y grandes campanas, descienden majestuosamente por la montaña, mientras los pastores, ataviados con sus trajes tradicionales, caminan junto a ellas con sus bastones, acompañados por un perro que corretea alrededor del rebaño. Todos los suizos tienen en mente esta imagen del descenso de los pastos de montaña; y si no lo han vivido en persona, al menos lo conocen por haberlo visto en la televisión.
“Nuestras vacas ya están nerviosas desde la víspera; están impacientes por ir a la montaña”, dice Roger Felder, ganadero de Flühli (LU). Desde mediados de mayo hasta finales de otoño, su vida transcurre en los pastos con unas 150 vacas lecheras, vacas nodrizas y demás reses (cien de las cuales son de otros ganaderos), así como con otros animales. Siempre sube y baja a pie, acompañado de toda la familia, de amigos y conocidos. Al final de la temporada, el pueblo celebra el tradicional Älplerchilbi en el valle.
Estas tradiciones pronto podrían figurar en la lista del patrimonio cultural inmaterial de la Unesco. En marzo, la Oficina Federal de Cultura presentó una solicitud en este sentido. “Sería un bonito reconocimiento a nuestro trabajo”, dice Felder. Su padre y su abuelo solían pasar el verano en los pastos de montaña, aunque la costumbre en sí data de mucho antes: desde finales de la Edad Media, las familias llevan su ganado a los pastos situados entre los 600 y los 2 900 metros de altitud para aprovechar su abundante forraje.
“También queremos sensibilizar al público sobre el papel y la importancia de la economía alpina”, afirma Isabelle Raboud-Schüle, miembro de la comisión suiza de la Unesco que respalda la candidatura. Mediante su inscripción al patrimonio cultural inmaterial, Suiza se comprometería a mantener esta tradición. “Obviamente, no se trata de obligar a los ganaderos a llevar sus vacas a los pastos alpinos a pie, en lugar de que lo hagan en camión”, señala Raboud-Schüle. “Las tradiciones evolucionan con el tiempo; tampoco queremos prohibir a los ganaderos que usen teléfonos celulares”.
Por tanto, no se trata de imponer normas, sino de fomentar tradiciones y prácticas que se transmiten de generación en generación y confieren un sentido de identidad y continuidad a nuestra sociedad. La lista de la Unesco incluye, por ejemplo, el carnaval de Basilea y el arte de la relojería mecánica. La Alp abarca también el conjunto de conocimientos y saberes que giran en torno a ella: la producción de queso, la construcción de tejados de ripias o de muros de piedra seca, además de las melodías que se tocan con el cuerno alpino o la llamada a la oración que cada anochecer resuena en las montañas.
“Hace más de 200 años, Jean-Jacques Rousseau hizo de los Alpes el símbolo de la unidad helvética”, asevera Raboud-Schüle. En ninguno de los países alpinos vecinos –Francia, Alemania, Austria o Italia– los Alpes son tan importantes para el sentimiento nacional, afirma. “En Italia, los Alpes están muy por detrás del aceite de oliva o las ruinas romanas”, añade Raboud-Schüle.
Para Moritz Schwery, miembro de la junta directiva de la Sociedad Suiza de Economía Alpestre, está en juego mucho más que una simple cuestión de imagen: “Los estudios demuestran que la temporada estival de pastoreo en los Alpes beneficia a la salud de los animales, particularmente de los jóvenes, que se vuelven más resistentes”. Además, es importante para preservar el paisaje cultural y la biodiversidad. Sin hablar del turismo, que también sale ganando.
Schwery señala que muchas tradiciones están reviviendo. Por ejemplo, numerosos jóvenes agricultores y pastores vuelven a emprender a pie el regreso al valle. Se espera que la Unesco tome su decisión a finales de 2023. Pero ¿es realmente necesaria la inscripción en la lista del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad? Schwery sostiene un punto de vista muy pragmático: “Esto podría dar al gobierno un motivo suplementario para apoyar la agricultura” –en términos económicos, por supuesto–.
Y es que la imagen romántica de la vida en los Alpes no siempre se corresponde con la realidad. El cambio climático deseca el suelo, los excursionistas dejan mucha basura tirada, los ciclistas de montaña circulan fuera de los carriles bici, el lobo mata el ganado: “Muchos tienen la imagen de un pastor que plácidamente cuida las vacas bajo un sol radiante. Pero la vida en los Alpes puede ser bastante dura”.
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