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La pradera del Rütli se ha convertido en un símbolo de nuestra leyenda nacional, en la que el mito juega un papel decisivo. El lugar sigue siendo tan atractivo como antes, lo que entraña asimismo un riesgo de abuso y sobreexplotación.
Fue un encuentro al amparo de la noche, cuando los tres confederados acudieron en 1291 a la cita en el Rütli para hacer el juramento federal. Un encuentro así ya no sería tan fácil hoy; habría que solicitar un permiso y los tres gallardos hombres sólo podrían acometer su empeño durante el día, porque no está permitido pasar la noche en la famosa pradera del bosque que domina el lago de Uri. Y para cosas tan explosivas como un juramento federal hoy en día hay que presentar una “solicitud completa”, conforme al reglamento de utilización de las “cunas” de acontecimientos históricos de Suiza, dictado el 9 de enero de 2014 por la Sociedad Suiza de Utilidad Pública (SSUP), gestora del Rütli.
Los tiempos han cambiado, pero pese al nuevo reglamento, algo permanece intacto: el Rütli es una simple pradera y no un pomposo santuario nacional. Es un lugar conmemorativo nacional del que emana algo conmovedor, precisamente por su simplicidad. A medio camino entre el embarcadero y la pradera uno se puede dejar agasajar en el Rütlihaus, y visitar una pequeña exposición, así como el “Drei-Länder-Brunnen”. Se trata de un terreno más bien aislado y de fácil acceso en barco únicamente, por el lago, un lugar rupestre enmarcado en un paisaje espectacular. Una vez en la pradera, el viajero ya no está seguro de si sólo es el encanto del paisaje lo que lo embruja, o bien si a las impresiones ópticas hay que añadir el conocimiento del genius loci o espíritu protector del lugar.
Hoy también sabemos que su tradición histórica no es muy antigua. El historiador Roger Sablonier escribe que los elementos de la tradición de la liberación, “es decir, las fechorías de los corregidores, los complots, las hazañas de Tell, la destrucción de fortalezas, el levantamiento y la insurrección populares se aunaron desde el siglo XV para constituir una historia gráfica sobre los inicios, pero tienen muy poco o nada que ver con los acontecimientos reales sucedidos en torno a 1300. La tradición de la liberación sirvió a partir de 1470 como relato literario-jurídico para justificar el estatus especial de nación que constituía la Confederación en aquella época, no para hacer fieles descripciones de hechos históricos sucedidos mucho tiempo atrás”.
En la Historia, hace ya mucho tiempo que el Rütli no juega ningún papel significativo, como en el caso de Guillermo Tell — pero hasta hoy sigue siendo un relato cargado de historia. Susanna Burghartz, catedrática de Historia de la Universidad de Basilea, escribió en la nueva obra estándar publicada en 2014 “Geschichte der Schweiz” (Historia de Suiza) que “aunque Tell nunca existió, como figura jugaba indiscutiblemente un papel histórico importante y hacia finales del siglo XV ya formaba parte de todo un complejo de representaciones, a las que correspondía una importante función integrativa para el nacimiento de una conciencia propia como confederación y su correspondiente legitimación.” A este “complejo de idearios” pertenece asimismo el Rütli.
Que las leyendas y los mitos pueden tener una función positiva es un hecho reconocido por los historiadores. Ulrich Im Hof, ex catedrático de Historia de Suiza en la Universidad de Berna opina que sólo el positivismo cree “poder renunciar al mito y prescindir de una conciencia de identidad nacional”. Pero esta idiosincrasia es problemática porque “el vacío así surgido podría ser reemplazado por otras nociones de identidad más difícilmente controlables”. Los “componentes de identidad nacional y sus mitos son y seguirán siendo — siempre que encarnen auténticos valores y sean puestos críticamente en tela de juicio — sin lugar a dudas indispensables para la existencia de una sociedad política”, escribe Im Hof en su libro “Mythos Schweiz” (Un mito llamado Suiza) de 1991.
También el teórico de la literatura, Peter von Matt, atribuye a los mitos una función política fundamental. En su discurso del 1 de agosto de 2009 en el Rütli dijo que, para muchos, “el Rütli es un trasto nacional. Se lo ha declarado símbolo de deslumbramiento histórico, de fantasma y fantasía colectiva”. Pero añade que hay que tener cuidado, porque últimamente hemos caído en una trampa a base de preguntarnos únicamente si era un mito o una realidad. El asunto es mucho más complejo. El origen de cada nación se consolida en apasionantes historias, “que cumplen una eminente función, porque en esencia son reglas de comportamiento político”. En el caso de Guillermo Tell el mensaje es: “La obediencia dentro de un Estado tiene sus límites. El espíritu servil no debe nunca sobrepasar ciertos extremos”. Y del juramento de Rütli podría desprenderse que “en Suiza no necesitamos ni queremos caciques”. En su discurso, Peter von Matt también habló del túnel de Seelisberg, que discurre bajo el Rütli y es una de las principales conexiones europeas entre el norte y el sur: “Rütli es un símbolo de la voluntad de formar un conjunto y seguir perteneciendo a la Confederación. El túnel simboliza el deseo igualmente fuerte de estar presentes más allá de las fronteras nacionales y participar en el juego de las potencias europeas”.
También sin ambages y haciendo caso omiso al túnel, se puede considerar que el Rütli es un lugar de despegue en dirección a Europa — o al menos era aún posible en 1991. Ulrich Bremi, entonces Presidente liberal del Consejo Nacional, dijo con ocasión del 7º centenario de la Confederación Helvética: “También ahora el Rütli debe ser el punto de partida de una moderna Suiza europea. Si tomamos en serio el Rütli, aceptemos el reto de volver a ser una Suiza que actúe resueltamente y a nivel europeo.” 5000 invitados, entre ellos todos los Presidentes de los Parlamentos europeos, escucharon el solemne discurso en la pradera del Rütli. No obstante, el espíritu del Rütli en 1991 no ha ayudado a Suiza a realizar vuelos de altura europeos en el sentido preconizado por Bremi. Retornemos pues al pasado.
Y es que el Rütli no sólo es actualmente un popular lugar de peregrinación nacional, cuya pradera a orillas del lago de Uri es visitada anualmente por unas 100.000 personas. En los siglos XVII y XVIII eran sobre todo los cantones fundadores los que celebraban una y otra vez allí sus fiestas. Hay que destacar tres acontecimientos de los siglos XIX y XX con una especial fuerza mítica: la obra de teatro de Friedrich Schiller “Guillermo Tell” de 1804, la adquisición de la pradera del Rütli por la Sociedad Suiza de Utilidad Pública (SSUP) en 1859 y el informe sobre el Rütli del General Henri Guisan en 1940.
Con el drama de Schiller, los míticos acontecimientos de la fundación, supuestamente sucedidos en torno al lago de los Cuatro Cantones, representan la canonización propiamente dicha y el excesivo enardecimiento. A la popularización en toda Europa contribuyó asimismo la ópera estrenada en París en 1829 “Guillaume Tell” de Gioachino Rossini, que al principio generó un mayor entusiasmo en el extranjero que en Suiza. De todas formas, a las autoridades responsables de la censura en Milán, Roma, Londres y San Petersburgo no se les escapó la índole revolucionaria de la ideología intrínseca, y se vieron obligados a hacer ciertos retoques para quitar hierro a algunos pasajes.
Otro boom en torno al Rütli lo generó la adquisición de la pradera por la SSUP en 1859. Los fondos procedían de una campaña nacional de recaudación que evitó la construcción de un complejo turístico en este lugar conmemorativo. La acción se escenificó con gran eficacia, incluyendo a la juventud suiza en la campaña de recaudación; como agradecimiento, todos los alumnos recibieron un grabado con una imagen idealizada del Rütli. La SSUP regaló el terreno a la Confederación en calidad de “propiedad nacional inajenable”, que a su vez encargó la gestión a la comisión interna del Rütli de la SSUP, que hasta la fecha sigue siendo competencia de la misma.
Con Henri Guisan el Rütli se convirtió en un símbolo y un lugar cargado de historia: el General convocó el 25 de julio de 1940 a toda la plana mayor de oficiales a partir del nivel de comandante a realizar un parte sobre el Rütli. Justificó la relación del reducto y conjuró la voluntad de defensa incondicional del pueblo y el ejército contra la Alemania nazi. Aquel acontecimiento quedó grabado de una forma muy particular en la conciencia colectiva de Suiza. “De este suceso histórico se puede deducir el efecto correlativamente vivificante y subsidiario que emana de la esencia mítica de ese lugar y se refleja en los actos allí celebrados y – al contrario – el efecto del uso de ese lugar sobre el propio lugar usado”, como escribe el historiador basiliense Georg Kreis en su libro “Schweizer Erinnerungsorte” (Lugares suizos para el recuerdo).
Cabe destacar que el Rütli como símbolo de la antigua Confederación también se refleja en la simbología estatal del nuevo Estado Federal de 1848. En el Palacio Federal de Berna, el mito del Rütli ha quedado doblemente inmortalizado: como peso pesado en el vestíbulo, donde se encuentran los tres gigantescos confederados de 24 toneladas haciendo el juramento; ligero y airoso en la sala del Consejo Nacional, donde el Rütli ha quedado perpetuado en el monumental cuadro “Cuna de la Confederación”, de Charles Giron.
En la imaginación de muchos suizos, el Rütli sigue ocupando un destacado papel. Originalmente eran más bien círculos patrióticos tendiendo al nacionalismo los que atribuían a ese lugar en el corazón de la Suiza original un valor simbólico. Hoy se inflama una y otra vez en el Rütli una lucha subliminal por la soberanía interpretativa, en la que participan todas las corrientes sociales y políticas. Sirve de pantalla de proyección para muchos y sobre todo para numerosos asuntos muy diversos: a favor o en contra de una apertura de Suiza a Europa, por la paz y la justicia, por un ejército fuerte, contra la izquierda, contra la derecha, por la democracia, etc.
Y si antes por lo general en el Rütli sólo se celebraban sencillas fiestas federales, últimamente también los consejeros federales utilizan ese consagrado lugar para pronunciar discursos. Dos veces, en 2000 y 2005, los discursos de consejeros federales fueron masivamente interrumpidos por neonazis. En 2007, la Alliance F, la unión de organizaciones suizas de mujeres, marcó una nueva pauta para arrebatar el Rütli “al conservador mundo de los hombres y a las fuerzas nacionalistas”, como escribe Georg Kreis. La Presidenta de la Confederación, Micheline Calmy-Rey (PS), la Presidenta del Consejo Nacional, Christine Egerszegy (PLR) y la Presidenta de la SSUP, Judith Stamm (PDC), celebraron conjuntamente una gran fiesta el 1 de agosto.
Otro indicio de la vitalidad del Rütli es el intensivo seguimiento mediático de todos los grandes actos allí celebrados. Por ejemplo el “informe de directivos de la UDC” de 2011 con el discurso del consejero federal de la UDC Ueli Maurer. En realidad, ese acto no debería haber tenido lugar, porque antes nunca se celebraban actos políticos en esa explanada. Por eso, poco después no se le permitió a la consejera federal del PDC Doris Leuthard pronunciar un discurso en la pradera del Rütli durante un acto de los partidos cantonales del PDC.
La consejera nacional del PDC, Ida Glanzmann, hizo acto seguido una proposición al Consejo Federal y reivindicó que facilitara a los partidos el libre acceso al Rütli. Por eso la Sociedad Suiza de Utilidad Pública (SSUP), como gestora del Rütli, tuvo que pensar seriamente sobre la utilización del mismo. Según informaciones del Gerente de la SSUP, Lukas Niederberger, antes no había un reglamento fijo para los partidos políticos. Y debido a los controvertidos sucesos, la SSUP quería prohibir cualquier tipo de actos organizados por partidos. Tras intervenir la Cancillería Federal, la prohibición fue formulada de forma menos rigurosa: se permiten las conmemoraciones de partidos, pero “el Rütli no puede ser utilizado para fines políticos o comerciales particulares”. Esta es la formulación del nuevo reglamento de utilización. Así, por ejemplo, se prohíben los actos que “tematicen contenidos políticos sobre los que se vote en los tres meses siguientes”, y los que hagan publicidad para ciertas personas o ciertos grupos medio año antes de unas elecciones.
También hay que proteger el Rütli de extremismos políticos, ya que una y otra vez se registran puestas en escena incluso de grupos neonazis. No debe ser utilizado para fines que “pongan en tela de juicio los valores intrínsecos de la Confederación”, y en este contexto se menciona en especial la tolerancia con respecto a otras ideologías. Así, se prohíben actividades “contra ciertas personas o agrupaciones en Suiza” y que “polaricen a la opinión pública y no acepten la diversidad sociocultural”.
Estas directivas dejan algo en claro: los lugares conmemorativos pueden ser lugares de reflexión, pero también entrañan el riesgo de que se haga un mal uso de ellos para fines odiosos, por su elevado contenido simbólico. Este es el destino que el Rütli comparte con lugares similares del mundo entero.
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