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Desde hace muchos años, Thomas Widmer recorre cada semana algún lugar de Suiza y relata sus experiencias a través de reportajes tan entretenidos como estimulantes. Caminar lo hace feliz, como a millones de personas en todo el país.
Quien consulte una guía suiza de senderismo probablemente esperará encontrar aquellas zonas donde se levantan las más famosas cumbres. A Thomas Widmer, en cambio, le gusta sugerir destinos menos conocidos, como hace en su nuevo libro. Uno de sus lugares predilectos es Hägendorf, en el cantón de Soleura. En esta pequeña localidad situada al pie meridional del Jura, Thomas Widmer descubrió un capítulo conmovedor de la historia de la emigración suiza: fue el nombre “Amerikanerblätz” dado a un área boscosa lo que despertó su curiosidad.
En dialecto suizo-alemán, “Blätz” designa un trozo de tierra. En 1854, el municipio taló los árboles de esta parcela para financiar el viaje a América de 128 lugareños con la venta de la madera. El motivo era evitar que siguieran gravando el fondo de asistencia social. Además del nombre del lugar, una lápida conmemorativa recuerda el destino de esos menesterosos que fueron enviados al otro lado del Atlántico. Widmer dice: “Cada paisaje alberga sus propias anécdotas y recuerdos”.
A sus 62 años, el oriundo de Appenzell es el “papa suizo del senderismo”: así lo ha denominado la revista alemana Der Spiegel. Widmer no pretende convertir a sus lectores, pero lo cierto es que cada uno de sus libros es un éxito de ventas. Desde hace veinte años tiene un blog diario sobre el tema y escribe una popular columna que ahora se publica en la revista Schweizer Familie. En ella, Widmer relata las excursiones que emprende una o dos veces por semana, haga el tiempo que haga.
Los sábados sale con un grupo de amigos. “Hacer senderismo con otros te permite compartir tu fascinación por la naturaleza y acrecentarla”, dice. El senderismo es muy popular en Suiza. Se popularizó en la segunda mitad del siglo XIX y ahora es el deporte popular número uno. Según la Oficina Federal del Deporte, casi el 60 % de la población del país mayor de 15 años practica senderismo regularmente, lo que representa unos cuatro millones de personas.
El número de aficionados al senderismo ha aumentado considerablemente en los últimos diez años, y se ha diversificado. Cada vez hay más jóvenes, más mujeres, más expatriados. La mayoría no tienen ambiciones deportivas. Según una encuesta, caminan sobre todo para mantener su condición física y disfrutar de la naturaleza. La infraestructura para ello es perfecta: la red de caminos señalizados abarca 65 000 kilómetros. Desde hace más de cuarenta años, está protegida por la Constitución, algo único en el mundo. Desde 2023, el senderismo figura también en el inventario nacional de tradiciones vivas.
Thomas Widmer opina que este “culto al senderismo” es la razón por la que sus publicaciones tienen tan buena acogida: “Cuando escribes sobre un tema y no te sale tan mal, tienes público asegurado”. Peca un poco de modestia: los textos de Widmer destacan por su estilo y su contenido, y son tan amenos como ingeniosos. El lector aprende mucho de todos los rincones de Suiza, ya que el autor siempre tiene algo interesante por revelar.
Thomas Widmer no solo se inspira en la toponimia local, sino también en los libros antiguos; o bien viaja a un lugar en tren y luego sigue una señal que le llama especialmente la atención en los carteles amarillos de senderismo que se encuentran en cualquier estación de ferrocarril. Es el “Humboldt de la campiña suiza”, escribió el Basler Zeitung, en alusión a este explorador de los tiempos modernos. Thomas Widmer se describe a sí mismo como un excursionista por placer. “Atrás han quedado los tiempos de los excursionistas con calcetines rojos”, afirma. No es que Widmer rehúya el esfuerzo: sube y baja a pie durante horas y horas, no sin sufrir a veces algunos pequeños percances. “El senderismo es como un psicodrama”, afirma. Pero para él, el senderismo de placer también significa “visitar una exposición al aire libre o detenerse a contemplar lo maravillosa que es alguna iglesia”. Hacer un alto en una apartada posada también forma parte integrante de la experiencia, entre otros motivos porque permite apoyar a la gente que trabaja en tan remotos parajes”.
Widmer se aficionó al senderismo durante sus estudios islámicos en Berna. En la ciudad echaba de menos sus orígenes rurales. Ahora utiliza el senderismo como técnica cultural para hacer frente al estrés de la era digital. A pie, el tiempo fluye de otra manera: “Cada hora que pasa respiro mejor y percibo más cosas, huelo flores y resina, admiro una bella mariposa o incluso avisto algún ciervo en el bosque”. La mejor caminata es aquella que lo deja “increíblemente cansado, pero a la vez tranquilo y sosegado”.
En su opinión, el actual auge del senderismo obedece al afán de evasión: “En nuestro país tan densamente poblado, el silencio y el espacio se han convertido en un auténtico lujo.” Solo que este auge ha provocado un uso excesivo de los senderos, sin contar con que los excursionistas deben compartir ahora estas rutas con un creciente número de ciclistas de montaña. Teleféricos cada vez más modernos facilitan el acceso al mundo de la montaña, la música resuena en las pistas de pump track instaladas en las cimas, donde se yerguen ahora castillos hinchables de plástico.
Sin embargo, Widmer mantiene la cabeza fría ante tales fenómenos. “Cualquiera que haya utilizado alguna vez un ferrocarril de montaña o entrado en un restaurante alpino tiene parte de responsabilidad en ello y no debería quejarse demasiado”, afirma. Personalmente, considera muy práctica “esta división entre las montañas invadidas por un desenfrenado afán comercial y aquellas en las que reina absoluta soledad”. Como en cualquier actividad turística, no hay que seguir al rebaño y escapar de las multitudes.
A menudo basta “salirse de las autopistas del senderismo” para encontrar la tan anhelada soledad; o escalar una cumbre “por su lado no icónico”; o, incluso, hacer senderismo cerca de casa: “El día de Año Nuevo, entre la niebla, no nos cruzamos con un alma en los viñedos de Zúrich”. Widmer vive en Zollikerberg, cerca de esta gran urbe.
Cuando recorre Suiza, Widmer ve un país lleno de belleza. Y también vislumbra su verdad, como él dice. Advierte la inexorable expansión urbana, la lenta agonía de los valles de montaña. Widmer menciona Val Bavona, un valle lateral del valle de Maggia, en el Tesino, que solo está habitado en verano y que recientemente se vio afectado por fuertes tormentas. Sus antiguos habitantes habían creado prados colgantes sobre peñascos, los prati pensili, para ganarse el sustento en esa ingrata tierra. “Me conmueven estos fenómenos culturales”.
Le complace constatar que los agricultores han empezado a practicar una comercialización directa. Los productos locales que ofrecen las granjas, desde miel de abeja hasta helados, son “una de las grandes alegrías del senderismo”. Lo mismo ocurre con los productos de la agricultura alpina: “Cuando vuelvo a casa con un buen queso del Alp Siez, en San Galo, disfruto el sabor de la tierra que acabo de recorrer. ¿No es estupendo?”. Thomas Widmer quiere seguir haciendo senderismo hasta que Dios le preste vida. Su lista de excursiones pendientes es cada vez más larga: “Lamentablemente, sé que no podré hacerlas todas en lo que resta de mi vida”.
Consejos de Widmer a la “Quinta Suiza” para practicar senderismo: www.revue.link/senderista
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