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La importación de aceite de palma de Indonesia suscita fuerte oposición. Ha llegado a cuestionarse el acuerdo de libre comercio con este país del sudeste asiático. Pronto será el pueblo quien decida.
De hecho es todo un hito: por primera vez, quien importe aceite de palma deberá sujetarse, directa y obligatoriamente, a los criterios de desarrollo sustentable, según establece una cláusula específica del acuerdo económico entre Indonesia y los países de la AELC (Noruega, Islandia, Liechtenstein y Suiza), cuyas negociaciones fueron lideradas por nuestro país.
El Consejo Federal firmó dicho acuerdo –en principio, un acuerdo de libre comercio– en diciembre de 2018; un año más tarde lo aprobó el Parlamento. Pero en realidad el aceite de palma queda excluido del acuerdo de libre comercio: hasta cierto volumen de aceite de palma indonesio se aplican reducciones arancelarias, pero sólo para productos sostenibles certificados. “Esto incentiva a los productores indonesios a producir aceite de palma sostenible”, explica Jan Atteslander, Director de Comercio Exterior de la asociación económica Economiesuisse. Y añade: “Cabe subrayar que este acuerdo con Indonesia es el que va más lejos en términos de desarrollo sustentable”.
Pero el acuerdo todavía no está aprobado definitivamente: los electores suizos deberían de pronunciarse al respecto en marzo próximo, ya que en junio de este año el viticultor ecológico ginebrino Willy Cretegny, junto con el sindicato de campesinos de Suiza Occidental Uniterre, propuso un referendo, apoyado por casi 50 organizaciones. “Para obtener aceite de palma se tala la selva tropical y se destruye la naturaleza”, dice Rudi Berli, productor de hortalizas y Subdirector de Uniterre. “Además, el aceite de palma afecta a los productores nacionales de semillas oleaginosas”.
Los campesinos suizos temen una distorsión del mercado. El aceite de palma es, con creces, el más barato y domina el mercado mundial. Ningún otro aceite vegetal se cultiva en cantidades tan grandes; de 1990 a 2010 su producción se cuadruplicó. El aceite de palma forma parte de numerosos alimentos, cosméticos y detergentes. Tiene mucha demanda en la industria porque es sólido, resistente al calor, estable y carece de olor y sabor.
El aceite de palma, uno de los principales productos de exportación de Indonesia, da sustento a millones de personas. Este país produce, junto con Malasia, el 85 por ciento del aceite de palma que se consume en el mundo. La palma aceitera crece sólo en las regiones tropicales. Sin embargo, en algunos lugares su gran demanda tiene efectos desastrosos sobre el medio ambiente, la diversidad de especies y la población autóctona, como lo han denunciado reiteradamente diferentes ONG. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando se tala ilegalmente la selva y se expulsan personas para sembrar monocultivos.
“Luchamos desde hace mucho tiempo por el cultivo sostenible del aceite de palma”, afirma Damian Oettli, Director de Mercados de WWF Suiza. En 2004, junto con distintos productores, instituciones financieras y representantes de la sociedad civil, la industria y el comercio, el WWF fundó la Mesa Redonda para el Aceite de Palma Sostenible [Round Table on Sustainable Palm Oil: RSPO]. Su objetivo es limitar la destrucción de selvas tropicales ricas en especies, gracias a un sistema de certificación, el estándar RSPO, que establece requisitos mínimos para una producción sostenible de aceite de palma. Este estándar incluye cláusulas tales como la prohibición de talar selvas especialmente dignas de protección para crear nuevas plantaciones, así como el respeto a los derechos de la población local o de los trabajadores.
Desde hace varios años, las empresas suizas importan principalmente aceite de palma con certificación RSPO. “Esto beneficia también a las empresas. Nadie quiere productos que resulten de la deforestación”, dice Stefan Kausch, Director de proyecto Palmöl Netzwerk Schweiz [Red Suiza para el Aceite de Palma]. La red se fundó en marzo de este año, con el objeto de incentivar el desarrollo sostenible de la producción de aceite de palma. Entre sus miembros figuran Nestlé, Migros, Coop y Nutrisuisse. “También estamos trabajando para mejorar el estándar RSPO”, afirma Kausch.
“Este tipo de normas sólo sirven para dar buena conciencia a las empresas con un toque verde muy superficial”, comenta Berli, de Uniterre. “Allá no ha cambiado nada, continúa la deforestación”. Por eso, el comité del referendo cuestiona también los criterios establecidos en el acuerdo y critica la falta de un mecanismo de sanciones. Por su parte, el WWF tampoco acepta el acuerdo sin reparos; sin embargo, ha optado por “un sí reservado”, como lo expresa Damian Oettli: “Si los problemas ecológicos no se vinculan con el mercado, son difíciles de resolver”.
Las certificaciones son muy útiles para el comercio, si bien son insuficientes: “Aunque el estándar RSPO existe desde hace 16 años, los pequeños productores que no encajan en el sistema tienen que buscar mercados alternativos. La demanda de aceite de palma sostenible proviene esencialmente de Europa y EE.UU. China y el sudeste asiático compran, sobre todo, aceite de palma convencional”, añade Oettli. No obstante, el WWF considera que la inclusión de los criterios de desarrollo sostenible en el acuerdo constituye un paso en la dirección correcta.
Para Oettli, sustituir en su totalidad el aceite de palma por aceite nacional, como lo propone Uniterre, no es una solución. La palma aceitera alcanza con creces el mayor rendimiento por unidad de superficie: alrededor de tres toneladas de aceite por hectárea. En cambio, la soja, la colza y el girasol no llegan a una tonelada. El WWF señala en un informe que la palma aceitera necesita, además, menos pesticidas que otros cultivos. Asimismo, se trata de una planta perenne, a diferencia de la soja, la colza y el girasol.
Lo curioso es que si bien el debate político sobre el acuerdo económico con Indonesia gira principalmente en torno al aceite de palma, éste representa un porcentaje mínimo del volumen de negocios con Indonesia. Suiza importa anualmente 26 500 toneladas de aceite de palma, la mayoría de Malasia (22 por ciento), mientras que el año pasado sólo 35 toneladas provinieron de Indonesia. Mucho más importantes para Suiza son los artículos de exportación que podrá vender a Indonesia sin barreras arancelarias, lo que favorecerá sobre todo a las industrias de maquinaria y farmacéutica.
Para Jan Atteslander de Economiesuisse, la principal ventaja del acuerdo consiste en que facilita el acceso al mercado indonesio: “Según el Banco Mundial, Indonesia se convertirá en los próximos años en una de las principales economías del mundo. Con un acuerdo económico nos situamos por delante de otros países”. Y aunque los requisitos de desarrollo sustentable que estipula el acuerdo con relación al aceite de palma no tienen gran alcance económico, constituyen una señal importante: “La AELC asume así un papel pionero y puede animar a otros países a tener más en cuenta el aspecto de la sostenibilidad del aceite de palma”. Es de lamentarse que estos requisitos sólo rijan para el aceite de palma, dice Oettli del WWF Suiza: “Desafortunadamente, estos requisitos ecológicos del acuerdo de libre comercio no son aplicables a la madera, los camarones ni otras materias primas”.
Página web del comité del referendo: nein-zum-freihandel.ch
La postura de Economiesuisse se da a conocer en: ogy.de/palmoil
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