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  • Sociedad

La invasión del crack causa conmoción en las ciudades suizas

19.01.2024 – Stéphane Herzog

Desde 2022, la cocaína concentrada y barata inunda Suiza. Una parte de este producto se vende en forma de crack. En varios cantones, las drogas han invadido los espacios públicos. Este fenómeno reviste especial gravedad en la ciudad de Ginebra.

Treinta años después del cierre del parque Platzspitz y la estación de Letten en Zúrich, donde se mercadeaba y se consumía heroína, está resurgiendo en Suiza el consumo de drogas duras en plena calle. “Tales escenas pueden presenciarse en todas las grandes ciudades suizas, así como en Vevey, Biena, Soleura, Brugg y Coira”, declara Frank Zobel, Subdirector de Addiction Suisse. En la capital de los Grisones, los consumidores de droga se han apoderado de un parque. Lo mismo ha ocurrido en el centro de Zúrich, en la Bäckeranlage. En Ginebra, los alrededores de la estación de Cornavin albergan a una nutrida población de consumidores de crack. Esta vez, es la cocaína la que protagoniza esta invasión: el polvo blanco está inundando los países europeos, suplantando a la heroína. Se ofrece a bajo costo y su pureza supera a veces el 70 %.

“Es una situación inaudita”, comenta Frank Zobel, autor de un informe sobre la avalancha de crack que se ha apoderado de Ginebra. Este derivado de la cocaína se fuma con una pipa de vidrio. Su efecto es fulminante. El reflujo de sensaciones induce rápidamente a la siguiente fumada. Aunque esta droga se consume en Suiza desde hace años, su disponibilidad se ha disparado últimamente. “En un año se ha disparado su oferta, generando cada vez mayor demanda”, resume Nicolas Dietrich, Delegado Cantonal de Friburgo para asuntos de adicción.

Suiza se encuentra en el punto álgido de un proceso de deterioro de las condiciones sociales y económicas.”

Hervé Durgnat

Experto en materia de adicción, cantón de Vaud

Pequeñas dosis listas para su consumo

El consumo del crack está experimentando espectacular auge en Ginebra: en esta ciudad, el mercado de este producto, que se vende listo para su consumo, está en manos de traficantes francófonos de origen africano, procedentes de Francia. Los modus (“pequeños traficantes”, en lengua wólof) han creado un mercado basado en la venta de pequeñas dosis a bajo costo. Antes, los consumidores de crack compraban cocaína en la calle y bicarbonato de sodio en el supermercado Migros, para luego calentarlo en casa. Pero el crack en su versión más barata ha disparado el consumo. Cada día, decenas de fumadores se reúnen en los alrededores de “Quai 9”, el local oficial para el consumo de drogas en Ginebra, situado junto a la estación de Cornavin. “Un tercio es de Ginebra, otro tercio viene de Francia y el tercio restante son inmigrantes”, estima Camille Robert, Codirectora del Grupo de investigación de la adicción en la Suiza francófona.

En junio, “Première ligne”, la asociación que administra “Quai 9”, cerró sus puertas durante una semana, debido al comportamiento agresivo de algunos consumidores de crack y a las trifulcas que se protagonizaron delante del local. “El personal se vio involucrado en peleas dentro de las instalaciones”, cuenta Thomas Herquel, Director de la asociación. Desde entonces, la “sala de fumar” no ha vuelto a abrir sus puertas a los fumadores de crack, salvo para aquellas personas que vienen a pasar la noche en los dormitorios de “Quai 9”, donde hay doce catres a su disposición. “Este cierre fue un shock”, reconoce Pascal Dupont, Director de “Entracte”, un centro diurno de acogida para toxicómanos, con sede en Ginebra. La explosión del consumo ha afectado gravemente a los centros de atención especializada.

“El crack es como una rápida serie de explosiones. Para los usuarios pertenecientes a grupos vulnerables y deprimidos, todo se reduce al presente inmediato, ya no tienen perspectiva temporal”, comenta Gérald Thévoz, trabajador psicosocial y especialista en adicciones. Los consumidores dejan de alimentarse, de beber y dormir. “Las personas bajo los efectos de la droga ya no son conscientes de su entorno social”, describe Gérald Thévoz. Su estado asusta a la gente y las relaciones con su entorno se deshacen.

“Mi primer objetivo es conseguir que un drogadicto que acude a ‘Entracte’ vuelva una segunda vez”, subraya Pascal Dupont. Este responsable observa cómo asiduos clientes de larga duración rompen el contacto. A veces es necesaria una hospitalización para encontrar una salida.

En Friburgo prevalecen los medicamentos

Frente a esta crisis, el Consejo de Estado de Ginebra puso en marcha un programa de seis millones de francos, que incluye una mayor presencia policiaca. Se ampliarán los locales de “Quai 9” y se contratará a más personal. Además, se ofrecerá a los usuarios más espacio para pasar la noche. La idea es ofrecer un respiro a los toxicómanos, algunos de los cuales no tienen derecho a ninguna ayuda social. Tal es el caso no solamente de los consumidores procedentes de Francia, sino también de las personas sin techo que viven en Ginebra, entre las que se encuentran hombres y mujeres de familias inmigrantes.

Las pequeñas dosis listas para su consumo y a precios de supermercado han disparado el uso del crack en Ginebra. Foto Nils Ackermann, Lundi13

En otros lugares de Suiza, el crack es un producto que el usuario elabora y, a veces, revende parcialmente. “En todos lados existe una enorme disponibilidad de cocaína”, destaca Frank Zobel. “Los lugares de venta y consumo varían según las condiciones sociales y geográficas”, añade Nicolas Cloux, Director de la fundación para toxicómanos “Le Tremplin”, en Friburgo. En este cantón, a diferencia de otros, las sustancias psicotrópicas de mayor consumo son medicamentos. “Si el crack prefabricado llega hasta aquí, nos beneficiaremos de la experiencia de Ginebra”, señala Nicolas Dietrich, delegado friburgués en materia de adicción. Este cantón, donde el crack ha hecho ya sus primeras incursiones, ha creado un grupo de trabajo enfocado en este producto.

La precariedad como probable causa

El éxito del crack en Suiza estaría relacionado, en parte, con la precariedad de las condiciones de vida. “Suiza se encuentra en el punto álgido de un proceso de deterioro de las condiciones sociales y económicas”, considera Hervé Durgnat, miembro de una comisión de expertos en materia de adicción para el cantón de Vaud. El consumo de crack en las calles suizas ha sorprendido a los profesionales. “Pensábamos que el consumo y mercadeo de crack a plena luz del día era una situación ajena a un país rico como Suiza”, admite este experto. Una parte de la población, que ya estaba en contacto con alguna droga o que recibe un tratamiento de sustitución, se ve ahora atraída por esta droga. “Acogemos a personas que están a punto de jubilarse, que con frecuencia están enfermas y que a veces viven en un hotel. ¿Qué perspectivas tienen?”, se pregunta Pascal Dupont.

En Ginebra, los trabajadores sociales de “Quai 9” llevan botellas de agua y comida a los toxicómanos exhaustos que encuentran por las calles. Estos centros de acogida urgente les ofrecen un respiro y las instituciones acogen lo mejor que pueden a los usuarios del crack; sin embargo, las restricciones habituales (por ejemplo, la duración mínima de una estancia) son a veces demasiado estrictas para estas personas inestables. “Los políticos quieren evitar que surjan nuevos problemas derivados de la distribución controlada de drogas; pero también hay que pensar en los recursos médicos y psicosociales para apoyar a estas personas”, enfatiza Gérald Thévoz. Este especialista alude a un tratamiento basado en la prescripción médica de heroína. Y, de hecho, las autoridades de Zúrich, Berna y Lausana están examinando la posibilidad de regular la venta de cocaína.

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