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Su vida es itinerante, pero los valores de Suiza siguen anclados en su hogar. La editora y mecenas Vera Michalski ha recibido a “Panorama Suizo” en Lausana para hablar de lo que considera su patria: la literatura.
Editora, mecenas, heredera y accionista de los laboratorios Roche, mujer culta, cuatrilingüe, polaca, suiza, miembro de múltiples cenáculos culturales, Vera Michalski parece tener varias vidas. Las líneas de su existencia discurren por los cuatro puntos cardinales del globo, pero cuando recibe visita en su casa, toda su persona irradia calma: una calma educada que, como una capa de hielo sobre un lago, deja pasar la luz, manteniendo separados el agua y el cielo. Formulado de otra manera, es una persona tímida, en el sentido literal de la palabra. La patria de la Directora del Grupo de Ediciones Libella es claramente la literatura mundial. Pero esta posición intelectual cosmopolita no le impide en absoluto sentirse suiza y adueñarse de las cualidades de este país, que al principio le resultaba ajeno. “Me fui de Suiza para trasladarme a La Camarga cuando tenía 3 semanas y viví allí hasta los 17 años”, resume la bisnieta de Fritz Hoffmann-La Roche, fundador de la empresa farmacéutica homónima.
Pasó su infancia, un tanto apartada del mundo, en el centro ornitológico de La Camarga, Tour du Valat, que dirigía su padre, Luc Hoffmann, co-fundador del WWF. Pero recibían muchas visitas que traían a la familia noticias del mundo. ¿Se sentía suiza Vera? “Se me hacía sentir que no era francesa, dice sin aspereza. Teníamos valores vinculados a Suiza.” ¿Cuáles? La creadora de la Fundación Jan Michalski, del nombre de fuego de su marido polaco, fallecido en 2002, no está segura de saberlo. Evoca más bien un ambiente general. Las Navidades se celebraban en dos etapas: la primera en La Camarga y la segunda en Basilea, en el feudo familiar. En invierno, los niños se marchaban a Lenzerheide, en Los Grisones. El 1 de agosto, los residentes del centro hacían una hoguera, “si había suizos”. Hoy, cuando Vera Michalski se encuentra con libreros parisinos para presentar nuevos libros que ella edita, insiste siempre en decir que ella es suiza, “y es que eso forma parte de la historia del Grupo Libella”.
Entre salidas a caballo y lecturas, la Vera adolescente se va apasionando por los debates políticos y descubre el arte galo del debate. “Comparando, a mí me parecía raro que en Suiza no hubiera broncas entre los que debatían”, dice riéndose. En aquella época no existía el voto por correspondencia y los libros llegaban por correo “y no por mail ni en paquetes de diez, como hoy en día llegan a la editorial”, suspira. Una tía de su familia materna (austriaca), le envió libros en la lengua de Goethe, la que la madre de Vera habla con sus hijos.
Pasando de una lengua a otra, de un país a otro: así discurre la vida de Vera Michalski. Sus pies están anclados a caballo entre Suiza, Polonia y Francia. Edita en Varsovia y en Cracovia. También trabaja en París y Arles, ciudad donde posee un pequeño apartamento y donde trabaja una de sus dos hermanas. También está en Lausana y finalmente en Montricher, en el cantón de Vaud, donde ha mandado a construir la Casa de la Escritura a los pies del Jura (véase el recuadro a la derecha).
Cuando se le pide que hable de lo que le gusta en Suiza, evoca aspectos de la vida cotidiana, los teatros, los cines, los museos, las fundaciones. “La densidad cultural de este país es inaudita”, resume. Pero lamenta el ahogo de la prensa, “cuyo número de títulos está decayendo, unos se van aproximando a otros y ofrecen menos páginas culturales”. Suiza también ha aportado al mundo grandes artistas y escritores, subraya esta editora. Y cita especialmente a Paul Klee, Blaise Cendrars y Nicolas Bouvier, pero también a la escritora del Valais Noëlle Revaz, a la cantante de Neuchatel Olivia Pedroli, y a los fotógrafos Christian Lutz y Augustin Rebetez.
Vera Michalski no para de leer – llega a echar pestes de los menús con faltas de ortografía. Pero su trabajo de editora la lleva mucho más allá de las letras: hacia el dibujo. De adolescente le encantan por ejemplo los dibujos animados delirantes y a veces lascivos del creador francés Gotlib. En el seno de Libella, el dibujo ocupa un lugar muy importante. Es un dibujante y escritor francés, Frédéric Pajak, quien dirige la colección «Cahiers Dessinés», que edita por ejemplo la dibujante zuriquesa Anna Sommer. Él mismo recibió el premio Médicis de ensayo en 2014 por el tercer tomo de su «Manifeste incertain».
Evocamos las iniciativas conservadoras que han marcado la reciente historia de Suiza: la de la prohibición de los minaretes, o la contraria a la inmigración masiva. Vera Michalski lamenta todo “repliegue sobre uno mismo”. Este movimiento le parece a un tiempo “contrario a (sus) valores y desastroso desde un punto de vista pragmático.” La metáfora de Suiza como una isla no le disgusta si es utilizada en el sentido de la conservación de sus paisajes, que ella considera únicos. “Pero este tipo de reflexión sólo es posible vinculado al mundo, y es que sólo se puede depender de uno mismo”, corrige.
Su matrimonio con Jan Michalski, al que conoció en Ginebra cuando Vera estudiaba en el Instituto Universitario de Estudios Superiores Internacionales, empujó a la pareja a orientarse hacia el este. En aquella época, el muro aún era sólido. ¿Su idea? Tender puentes de uno y otro lado de esta frontera de hierro, abriendo una editorial en Suiza, y después otra en Polonia (L’Oficyna Literacka Noir sur Blanc). Hoy, el telón de acero ha caído, pero sigue en pie la necesidad de una diplomacia cultural entre el este y el oeste. Vera Michalski está satisfecha en primer lugar de haber aportado a los polacos las primeras traducciones de Charles Bukowski, Henri Miller, o Nicolas Bouvier. Noir sur Blanc de Polonia publica asimismo a Umberto Eco, a quien ha tenido el honor de encontrar en varias ocasiones.
La guerra en Ucrania, la elección a finales de mayo de un Presidente ultraconservador en Polonia, hacen aún más necesaria que nunca la presencia de puentes culturales, piensa Vera Michalski.
El último premio Jan Michalski, dotado con una suma de 50.000 francos suizos, fue además otorgado a un escritor ucraniano, Serhiy Jadan, por «La route de Donbass», que evoca la guerra en ese país.
La literatura como diplomacia cultural: ésa es el arma de Madame Michalski. Por ejemplo durante la última edición del Salón del Libro, en Ginebra, ella hizo malabarismos para acoger a escritores rusos dejados de lado por el organizador cultural ruso Read Russia. “En la final, unos y otros pudieron intercambiar opiniones entre ellos”, se alegra esta editora.
La riqueza procedente de Roche (las familias Hoffmann y Oeri poseen entre 26 y 27 mil millones de francos, según un cálculo de «Bilan» publicado en 2014), Vera Michalski la utiliza para beneficiar a otros, especialmente a través de su Fundación. ¿Pero se siente uno culpable de tener dinero? ¿Y la industria farmacéutica es una industria moralmente limpia? Sobre estos puntos, la heredera y accionista de Roche da una respuesta relativamente convenida. ¿Recibir dividendos? Dice que los aprecia: “Es fantástico disponer de estos medios para realizar todas estas actividades y hacer que los otros se beneficien al máximo de las mismas.” Pero es cierto que uno está en deuda con la familia, “sea porque ha creado la riqueza o porque la ha heredado”. Pero tampoco hay que “avergonzarse de esta riqueza, porque Roche siempre ha estado a la cabeza de la ética y la responsabilidad social”, dice Vera Michalski-Hoffmann sin dudar. La accionista – ella no forma parte del Consejo de Administración de Roche como lo hacen su hermano, André, y su padre, Luc – considera asimismo importante recordar que “para fabricar genéricos, primero hay que crear moléculas”. Y no duda en subrayar que “la farmacéutica es una industria, no el Ejército de Salvación”, lo que cierra el debate sobre el dinero, demostrando que ahí, bajo la fina capa de hielo, late un corazón no desprovisto de fuerza y de calor.
Frenar la erosión de la lectura: esa es la misión que persigue la Directora de la Fundación Jan Michalski. Este objetivo se expresa especialmente a través de la creación de la Casa de la Escritura, establecida en Montricher, un pueblo situado a los pies del Jura y que domina el lago Lemán. Este proyecto, aún en fase de desarrollo, reagrupa un conjunto de lugares abiertos al público y dedicados a la literatura: una biblioteca destinada a acoger 80.000 obras mundiales, un auditorio con 100 plazas, donde se organizan actos en torno al arte y la literatura, una sala de exposiciones y por último «cabanes» (cabañas) para autores realizadas por diversos arquitectos.
Los lugares en cuestión, abiertos a la naturaleza y suspendidos como los jardines de Babilonia, alojarán a autores a partir de 2018, dice la mecenas. Su Fundación apoya numerosos proyectos, por ejemplo una edición de manuscritos de Franz Kafka, publicados por Stroemfeld . “Libros que, sin ayuda, nunca se publicarían”, dice.
Vera Michalski dirige un grupo editorial que publica unos 360 libros al año, de los cuales la mitad son en francés y el resto en polaco. La aventura comenzó en 1986, fecha de la creación en Suiza, con Jan Michalski, del propio grupo y de la editorial Noir sur Blanc, implantada en Polonia en 1991. Recientemente, esta editorial ha publicado «Adieu aux illusions», del periodista ruso-americano Vladimir Pozner.
Libella también ha hecho adquisiciones, como el notable caso de la editorial parisina Buchet/Chastel, fundada en 1929. El grupo posee entre otras Libretto (de libros de bolsillo), Le Temps Apprivoisé (consagrada a actividades creativas de ocio), así como la Librería Polaca de París, situada en el bulevar Saint-Germain. Vera Michalski posee asimismo la editorial Photosynthèses, en Arles, que publica ensayos sobre fotografía y artes visuales.
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