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Durante el confinamiento, las plataformas que promueven las películas suizas han experimentado un notable auge. Sin embargo, esto no será suficiente para salvar el cine de autor al estilo suizo.
Salas de cine cerradas, rodajes suspendidos, festivales de cine anulados: durante casi dos meses, el confinamiento impuesto a Suiza para proteger a la población de la pandemia del coronavirus paralizó la industria cinematográfica.
Los confinados de todo el mundo optaron por el streaming o el vídeo bajo demanda (VOD) para pasar el rato o satisfacer su pasión por el cine. El consumo de películas batió récords. Netflix, líder del sector, registró el crecimiento más importante de su historia. Pero en las plataformas de los gigantes estadounidenses, las pequeñas producciones suizas son invisibles.
Portales locales como Cinefile, Filmingo o Artfilm, que otorgan un sitio relevante al cine helvético, también experimentaron un rápido crecimiento en el momento álgido de la pandemia de COVID-19. Filmingo cuadruplicó su número de usuarios. Cinefile contabilizó cinco veces más visualizaciones que en todo el año 2019, mientras que en la pequeña plataforma Artfilm, consagrada exclusivamente a la producción suiza, el tráfico fue veinte veces superior a lo habitual. Sin embargo, a pesar de tan notable crecimiento, los expertos de este sector opinan que el streaming no constituye la tabla de salvación del cine suizo.
Laurent Dutoit, Director Ejecutivo de la distribuidora Agora Films y dueño de varias salas independientes en Ginebra, considera que los portales locales han permitido “mantener los contactos con la clientela y preservar el aspecto cultural”. “Sin embargo, el aumento del número de usuarios es totalmente insignificante frente al número de espectadores que hemos perdido en las salas”, afirma.
Una semana antes del confinamiento, Agora Films había sacado el documental “Citoyen Nobel” [“Ciudadano Nobel”], producido por Stéphane Goël, de Lausana, y dedicado a Jacques Dubochet, quien fuera galardonado con el Premio Nobel de química en 2017. “Cuando reabrieron las salas, intentamos volver a ponerlo en los carteles, pero era demasiado tarde. Perdimos 10000 entradas de cine con este film, lo que representa una pérdida más importante que el total de visualizaciones de todas las películas suizas en streaming durante este período”, señala Laurent Dutoit.
Aunque el streaming atrae a un número creciente de espectadores, el volumen de negocios sigue sin alcanzar el del cine. Laurent Dutoit calcula que las salas representan más del 50 por ciento de los ingresos de una película, mientras que el streaming alcanza cuando mucho el 20 por ciento. “En las grandes plataformas, que funcionan mejor, nos exponemos aún más a la competencia de las películas estadounidenses”, apunta Dutoit.
En Suiza, el servicio VOD con mayor éxito sigue siendo el del principal operador de telefonía, Swisscom TV. “Sin embargo, la gente mira las películas que se anuncian en la página de inicio, que son aquellas que poseen el mayor potencial comercial”, destaca Laurent Dutoit. De este modo, los filmes suizos, catalogados por defecto en la categoría de cine de autor, sólo tienen una visibilidad reducida. El diagnóstico del distribuidor es formal: “Solo, el cine suizo no podrá sobrevivir. Para salvarlo, hay que garantizar la supervivencia de las salas de cine y de las distribuidoras independientes.”
Descubrir una película en la gran pantalla y acurrucarse en una butaca de cine comiendo palomitas de maíz es también una experiencia colectiva. Barbara Miller, directora de cine y actualmente Presidenta de la Asociación Suiza de Directores y Realizadores de cine, subraya la necesidad de mantener el cine como lugar de encuentro, pero también de intercambio con el público, especialmente en los festivales. “El streaming es una realidad y cobrará cada vez mayor importancia. Sin embargo, espero que no llegue a suplantar a sus competidores, porque esto sería una auténtica catástrofe para nuestro sector”, comenta Miller.
Barbara Miller teme una americanización del séptimo arte. Para luchar contra este fenómeno, la industria cinematográfica suiza cifra sus esperanzas en la enmienda de la ley sobre el cine, actualmente en debate en el Parlamento. Si ésta es aprobada, los proveedores en línea tendrán la obligación de invertir al menos un cuatro por ciento de sus ingresos brutos en el cine suizo o de pagar un impuesto equivalente. Estas plataformas también tendrán que ofrecer en sus catálogos un 30 por ciento de producciones europeas difundidas a escala nacional. “Esto permitiría garantizar la difusión de producciones independientes, para que nuestra cultura no acabe desapareciendo. Este tipo de medidas ya funciona muy bien en otros países europeos”, concluye Barbara Miller.
Los adolescentes ya no van al cine, constatan los operadores de cine y las sociedades distribuidoras suizas. Por eso se creó “La Linterna Mágica”, un club de cine para niños que cuenta con 20000 afiliados en Suiza e invita a los niños de entre 6 y 12 años a descubrir el séptimo arte. Pero, ¿van por ello a convertirse en adultos amantes de las salas oscuras? La respuesta es no. “Una práctica cultural autónoma se va gestando entre los 15 y 20 años. Por eso es necesario proponer una oferta que vaya dirigida a esta clase de edad”, explica Ilan Vallotton, Director de “La Linterna Mágica”.
De ahí que esta asociación, junto con otros actores del ramo cinematográfico, haya desarrollado #cine para despertar en los jóvenes de entre 14 y 18 años las ganas de volver a los cines y de seguir frecuentándolos. Este proyecto, presente actualmente en ocho ciudades del país, confía a equipos de adolescentes la organización de eventos cinematográficos destinados a jóvenes de su edad. Una vez al mes, estos equipos usan una sala de cine de su ciudad para presentar, en preestreno, la película que hayan elegido. “La idea es hacer de la sala de cine un sitio del que puedan apropiarse los adolescentes”, apunta Ilan Vallotton.
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