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Después de haber sido muy populares, los cuadros panorámicos cayeron durante mucho tiempo en el olvido. Últimamente han estado experimentando un nuevo auge. Suiza posee dos ejemplares de muy grandes dimensiones.
Al crítico del periódico Neue Zürcher Zeitung le bastó una breve mirada al imponente cuadro para quedarse literalmente embelesado. “A algunos se les saltaron las lágrimas”, escribió. “Se puede predecir que esta obra, encargada por patriotas, tendrá un enorme impacto sobre las masas populares.” La eufórica predicción del periódico en la inauguración del cuadro panorámico de Morat en 1894, resultó algo exagerada. Esta obra de cien metros de largo, diez de alto y una tonelada y media de peso, que representa la Batalla de Morat, pudo admirarse durante unos años en Zúrich y Ginebra, pero después cayó en el más completo olvido. En 1924 la adquirió el ayuntamiento de Morat, donde se fue cubriendo de polvo en una bodega municipal. Una breve segunda vida experimentó este cuadro de la batalla durante la Exposición Nacional suiza de 2002, cuando fue restaurado y expuesto en el lago de Morat, en un cubo de acero oxidado. Pero después, el cuadro se guardó en un almacén del ejército en el Oberland bernés, donde le aguarda un incierto futuro.
El destino del cuadro panorámico de Morat no es tan inusual para este tipo de obras antes muy populares. Porque cabe reconocer que estas pinturas resultan bastante estorbosas. Es preciso construir un edificio en torno a ellas, por lo que muchas han desaparecido o han sido quemadas, destruidas, hechas pedazos o se las ha llevado el viento en el más estricto sentido de la palabra. Esto último le pasó al muy admirado cuadro panorámico “Alpes Bernoises”, destruido en 1903 por un huracán en la Exposición Universal de Irlanda, el cual hizo pedazos la rotonda y se llevó el gigantesco lienzo: lo arrastró al mar abierto, donde los glaciares y las montañas del Oberland bernés encontraron una húmeda tumba en las profundidades del océano.
Pero también existe otra historia, la del renacimiento de los cuadros panorámicos. En Suiza dos exposiciones de este tipo de obras están teniendo mucho éxito y al mismo tiempo sorprenden con múltiples innovaciones: el cuadro panorámico de Thun, situado en un parque idílico junto al lago del mismo nombre, y el cuadro Bourbaki, en pleno corazón de la ciudad de Lucerna. Ambos ofrecen además grandes sorpresas. El de Thun, realizado entre 1809 y 1814, es la primera obra panorámica de Suiza y el cuadro panorámico más antiguo que se conserva en el mundo. Por su parte, el cuadro Bourbaki constituye un ejemplar único en el contexto de su época: lejos de exaltar hazañas militares o victoriosas batallas como era habitual en aquel entonces, tematiza una derrota y constituye una vigorosa denuncia antibélica.
Este gigantesco cuadro panorámico de Edouard Castres data del año 1881; mide 112 metros de largo y diez de altura y constituye “uno de los espectáculos visuales más impresionantes de la historia mediática”, como puede leerse en la documentación del Museo Bourbaki. Retrata al ejército de Oriente francés del general Bourbaki en su memorable huida a Suiza durante la guerra franco-prusiana, en el crudo invierno de 1871. El ingreso a Suiza de esta tropa de 87 000 hombres está considerado la mayor acogida de refugiados en toda la historia del país. Delante del cuadro se levanta un recinto donde se encuentran plasmadas figuras y objetos que confieren a esta escena un asombroso efecto tridimensional. Este gigantesco espacio retrata tanto a la enorme muchedumbre, como a un gran número de destinos individuales y acciones humanitarias. Edouard Castres, creador del cuadro, era un artista que conocía ese mundo desde dentro por haber acompañado al ejército como colaborador voluntario de la Cruz Roja.
La temática del cuadro panorámico –la ayuda humanitaria a los flujos de refugiados víctimas de la guerra– es de candente actualidad. Irène Cramm, Directora del museo donde se expone la obra Bourbaki, confirma que una y otra vez acuden al museo grupos de refugiados. Pero sobre todo se ha creado recientemente un proyecto pionero único en los países de habla alemana para enseñar Historia, con el lanzamiento de la aplicación educativa “My Bourbaki Panorama”. Este material didáctico, elaborado en colaboración con la Escuela Superior de Pedagogía de Lucerna, permite un aprendizaje interactivo no sólo en los ámbitos de la Historia, el Humanitarismo y los Derechos Humanos, sino que al estar disponible en alemán, francés e inglés, se usa también para aprender idiomas y en colaboración con diversas instituciones educativas del extranjero. Su éxito es evidente: el año pasado aumentaron un 50 % las visitas de escolares que acudieron al Museo Bourbaki, asevera Irène Cramm. Existe asimismo una versión de esta aplicación para visitantes del museo; sin embargo, ninguna de las dos aplicaciones puede descargarse en forma privada, sino exclusivamente en el propio museo.
La aplicación educativa del Museo Bourbaki-Panorama ha tenido gran éxito. En noviembre del año pasado recibió dos galardones: el Premio de la Fundación Worlddidac y el Swisscom ICT Innovation Award.
El basiliense Marquard Wocher no tematizó la guerra y sus consecuencias; tampoco retrató espectaculares vistas panorámicas alpinas, sino la historia de una tranquila ciudad de provincia. Cinco años de su vida dedicó el artista a esta obra monumental, el cuadro panorámico de Thun, de 7,5 metros de alto y 38 metros de largo. Para realizar sus bocetos Wocher solía sentarse en un tejado, en pleno centro histórico de Thun. Además de mostrar plazas y callejuelas, su cuadro permite al espectador adentrarse en habitaciones privadas y aulas, y ofrece una panorámica del lago, con las montañas al fondo.
Durante varios decenios esta obra se exhibió en una rotonda de Basilea, antes de ser víctima de un descalabro económico. Cambió varias veces de dueño y fue donada a Thun en 1899. Sin embargo, el ayuntamiento no supo apreciarla en su justo valor y la guardó bajo el piso de madera de un gimnasio, donde pronto cayó en el olvido. Volvió a aparecer veinte años después, cuando se derribó el edificio. Sin embargo, la odisea no acabó ahí. Fue almacenada en un cobertizo abierto de la Oficina de Urbanismo, antes de ser restaurada por iniciativa privada. Finalmente, en 1961 el cuadro panorámico fue expuesto al público en una rotonda de ladrillo del Parque Schadau, en Thun.
El renovado interés mundial por los antiguos cuadros panorámicos ha contribuido a revalorizar el de Thun. Así, en 2014 se inauguró un nuevo edificio y se procedió a una restauración integral de la obra. El edificio pertenece al ayuntamiento de Thun, el cuadro a la Fundación Gottfried-Keller, y desde un punto de vista administrativo la obra está adscrita al Museo de Arte de Thun. De acuerdo con la portavoz del museo, Katrin Sperry, desde 2014 se registra un “importante incremento del número de visitantes”.
Esto se debe en gran parte a que, tanto en Thun como en Lucerna, se ha incrementado el atractivo de este tipo de cuadros gracias a la organización de exposiciones permanentes y temporales y de eventos temáticos. Sin embargo, la atracción principal siguen siendo los gigantescos cuadros. Las historias que narran impactan más al espectador que las imágenes en movimiento del cine. Sus miles de detalles nos dan la impresión de estar inmersos en la escena –sin contar con que su carácter estático permite dar rienda suelta a la imaginación–.
Para decirlo en pocas palabras, los grandes cuadros panorámicos son de alguna manera los precursores de las películas cinematográficas. A la vez gigantescos y muy detallados, reflejan fielmente la realidad y narran historias –pero en forma estática–. Al igual que el cine, aspiran a transmitir al público la sensación de estar inmerso en la escena, e incluso de estar involucrado en la acción. Expuestas en gigantescas rotondas, estas obras tuvieron su edad de oro en el siglo XIX, para luego caer en el olvido al comienzo de la Primera Guerra Mundial. Los temas representados con mayor frecuencia eran acontecimientos históricos relevantes (sobre todo grandes batallas), paisajes urbanos y alpinos, así como escenas religiosas. El desarrollo y el éxito de los grandes cuadros panorámicos corrieron paralelos al acelerado crecimiento urbano.
Los cuadros panorámicos están considerados como el primer medio de comunicación masiva de la historia. Los artistas se servían de todos los trucos posibles y los medios técnicos más avanzados de la época para transmitir al público la sensación de formar parte de la escena: a partir de los años 1830 fueron a menudo dotados de un llamado “faux-terrain”, un primer plano tridimensional con figuras y atrezos.
De los cientos de cuadros panorámicos del siglo XIX sólo quedan actualmente quince en todo el mundo. En Suiza se conservan cuatro: el cuadro Bourbaki, el de Thun, el de la Batalla de Morat y el de la Crucifixión de Jesucristo, en Einsiedeln. Entretanto, estas obras experimentan un auténtico boom y en muchos sitios del mundo se están pintando nuevos, basados en la antigua tradición o aplicándola con técnicas modernas. En China gozan hoy de gran popularidad.
El significado mediático y cultural de los cuadros panorámicos es indiscutible, pero no así su valor artístico en sentido estricto. En no pocas ocasiones se les calificó de “costosa atracción de feria”. “En los círculos cultivados, el cuadro panorámico se consideraba un señuelo, y en el mejor de los casos sus creadores eran considerados como artesanos, pero de ninguna manera como artistas. Las escuelas de arte inglesas llegaron incluso a prohibir que los pintores de dichos cuadros enseñaran”, dicen Hans Dieter Finck y Michael Ganz en su libro “Bourbaki Panorama”. Sin embargo, nada menos que Ferdinand Hodler, el pintor suizo más importante del siglo XIX, colaboró pintando el cuadro panorámico Bourbaki, lo que le permitió iniciarse en la pintura monumental.
Comentarios
Comentarios :
die Panoramen als erstes Massenmedium der Geschichte zu bezeichnen, ist etwas kurz
gegriffen. Was ist mit den Sacri Monti in Norditalien, wie zB demjenigen von Varallo im Valsesia. Zwischen Renaissance und Barock entwickelten die Künstler wie Gaudenzio Ferrari
einen Erlebnisparcour, der die Topografie, die Architektur, die Skulptur und die Malerei
zu einem massenwirksamen multimedialen Propaganda-Instrument der Gegenreformation verband. (Bauzeit 1491 - 1650).
Mit besten Grüssen
Reinhard Manz