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Por un tiempo, el cultivo y la venta de cannabis legal volvieron a colocar al valesano Bernard Rappaz en la primera plana de los periódicos. Pero la aventura duró poco. Tras la fama y la cárcel, el rebelde de Saxon se retiró al apartado pueblo de Isérables. Mientras tanto, la planta a la que ha consagrado su vida se encuentra en pleno auge.
Hace algunos meses volvimos a escuchar el nombre de Bernard Rappaz en Ginebra a través de Holyweed, una tienda especializada en la venta de CBD, un cannabis sin efecto psicotrópico: deshaciéndose en elogios por estos productos suizos y orgánicos, un vendedor mencionó el nombre del célebre cultivador de cannabis, socio de la empresa. Sin embargo, tras una breve investigación nos percatamos de que el compromiso comercial de este campeón del cannabis, o traficante del siglo, según como se mire, ya es cosa del pasado. “Dejé la empresa; pedí que ya no se siguiera asociando mi nombre a esta marca”, nos explica Bernard Rappaz.
Mientras tanto, este cannabis, causante de la desgracia del productor de Saxon, está de vuelta en el mercado suizo. La liberalización del CBD disparó su producción: entre 2008 y 2020, la superficie dedicada a su cultivo pasó de seis a 320 hectáreas, según la Unión Suiza de Agricultores. Irónicamente, Suiza realizará ensayos con la distribución de marihuana, lo que reactivará el cultivo de esta planta prohibida.
Aventurero es la palabra que mejor define a este natural de Saxon, procedente de una familia de campesinos, quien en los años noventa abandonó el cultivo de los albaricoques para dedicarse al cannabis. Presencia mediática, detenciones, cárcel, juicios, recursos de apelación: la vida de este activista del Cannabis sativa ha discurrido a un ritmo vertiginoso. “¿Rappaz? Es un agitador nato”, comenta el sociólogo valesano Gabriel Bender, quien evoca una protesta de Rappaz en la cárcel cuando, al ver que sus compañeros no recibían fruta suficiente, denunció: “Estamos privados del derecho a la libertad, mas no del derecho al postre.”
“Muchas veces está que echa humo, pero también es alguien que sabe vender humo”, prosigue el cronista local, quien se esfuerza por inscribir la epopeya de Bernard Rappaz dentro de la particular historia de Saxon. Desde los años sesenta, este municipio está gobernado por un partido surgido de la Unión de Productores Valesanos y se ha distinguido por apoyar las luchas sindicales contra la afluencia de productos agrícolas italianos, la contaminación por el flúor y la construcción de centrales hidroeléctricas en el Ródano. En los años setenta, Saxon, que a la sazón se enfrentaba a una grave escasez de personal para las cosechas, vio llegar a los hippies. Fue entonces cuando se creó el festival de Sapinhaut, que reunía a antimilitaristas, anticlericales, etc. –en pocas palabras, “todo lo que ponía los pelos de punta al Valais conservador”, comenta Gabriel Bender. En este ambiente se crio Bernard Rappaz.
Quien declarara que el cannabis se sitúa entre el café y el cigarrillo, vive ahora en una modesta vivienda de dos estancias, en el apartado pueblo de Isérables. Depende de los subsidios del Seguro de Vejez y Supervivencia. Desde su ventana se divisa la llanura donde, a principios de los años noventa, comenzó a cultivar y comercializar el cannabis. “Cuanto más THC contenía, mejor”, reconoce Rappaz, quien continúa cultivando plantas en su balcón.
“Los vecinos son muy educados: me dicen que tengo hermosos geranios.” A su llegada a Isérables, en 2016, Bernard Rappaz recibió la visita del presidente municipal quien, lleno de desconfianza, empezó por decirle que su automóvil estaba mal estacionado. Luego vino el cura, acompañado de un sacristán y curioso de conocer al personaje; ambos visitantes tomaron una copa y luego salieron corriendo a oficiar misa. Desde entonces, el ex presidiario se ha integrado. ¿Qué opina Bernard Rappaz del CBD y de los ensayos de distribución de marihuana? “Yo mismo traté de producir cannabis con baja concentración de THC, pero la rentabilidad era mediocre. En el Valais, una pequeña parte de los viñedos podría sustituirse por cultivos de cannabis. Es una planta que medra fácilmente, sin necesidad de insumos fitosanitarios. Debe seguir siendo una producción nacional y ecológica.”
El cultivador de cannabis subraya las deficiencias del cultivo de interior, que consume mucha energía. “Enviaré una carta a la Confederación para pedir que el cannabis destinado a los ensayos clínicos lleve el sello de producción orgánica suiza”, declara con tono apasionado. ¿Acaso lamenta Rappaz ya no ser el foco de atención de los medios de comunicación? “Para alguien que, como yo, simpatiza con el budismo, el ego es el peor enemigo”, contesta. ¿Cómo vivió la prisión? “Empecé mi periplo por la cárcel a los 19 años, por negarme a pagar la tasa de exención del servicio militar. En total estuve diez años entre rejas. La cárcel da miedo porque es lo desconocido, pero me fui acostumbrando.” En el centro penitenciario de Crêtelongue, en el valle del Ródano, el agricultor enseñaba a los presos la poda de los árboles frutales. Utilizó la huelga de hambre como arma. “Batí todos los récords con mis 120 días sin comer.” En su juventud, Rappaz también participó en un atraco a un banco, que le costó una condena de 42 meses de prisión.
En su granja de Charrat, llamada L’oasis, el productor de cannabis jugaba con las ambigüedades de la ley. Su cannabis salía en forma de cojines, tisana, aceite o fibras. Algunos médicos firmaban prescripciones para la compra de productos con THC. La suerte se torció en 2006, cuando el Tribunal de distrito de Martigny lo condenó a cinco años y ocho meses de reclusión por violación grave de la ley federal sobre los estupefacientes, por lesiones corporales leves, lavado de dinero, infracción grave contra el reglamento de tránsito y contra varias leyes del seguro social. “Entre 1997 y 2001”, escribió Le Nouvelliste citando las palabras del fiscal, este agricultor de Saxon, “el mayor traficante de cannabis en Suiza”, habría organizado un tráfico “colosal” de estupefacientes, vendiendo ilegalmente cinco toneladas de cannabis para uso recreativo, por un volumen de negocios de cinco millones de francos. Además, Rappaz disponía de “gigantescas” reservas en la fábrica de Chavalon, de unas 52 toneladas aproximadamente, con un valor de mercado de 35 millones de francos. La sentencia condenatoria se haría firme tras la apelación.
“Consagré mi vida a defender una planta prohibida por razones erróneas y a ensayar y demostrar sus múltiples usos: terapéuticos, recreativos, industriales.”
El que en su día fuera objetor de conciencia, rechaza las cuentas de la justicia y no se arrepiente de nada. “Consagré mi vida a defender una planta prohibida por razones erróneas y a ensayar y demostrar sus múltiples usos: terapéuticos, recreativos, industriales.” Aba Neeman, su abogado desde 1995, opina que “la justicia del Valais quiso deshacerse de él, condenándolo a una larga pena, porque cada vez que salía de la cárcel por hechos similares, volvía a sus actividades del cannabis.” En aquel entonces soplaban vientos favorables para la liberalización del cannabis, “pero los jueces aplican la ley y no se rigen por consideraciones políticas”. Por otro lado, para alguien que declara inspirarse en Gandhi, sorprende la acusación por lesiones corporales. Al parecer, los hechos consistieron en un par de cachetes que Rappaz propinó a una chiquilla en ocasión de un viaje que hizo con una amiga a Laos, como lo confirma su abogado. ¿Acaso es su cliente un personaje ansioso de dinero? “No es alguien que se deja sobornar, es un idealista. Siempre tenía deudas y descuidaba sus negocios”, considera Aba Neeman.
Por su parte, Gabriel Bender recalca que “Rappaz fue condenado a varios años de prisión por el cannabis, mientras que el productor de vino Dominique Giroud, condenado por evasión fiscal, no pasó ni un año entre rejas. Es un sistema arcaico. Para santificar al bebedor de vino, hay que sacrificar al fumador de hachís.” Un periodista ginebrino que entrevistó a Rappaz lo recuerda como un personaje centrado en sí mismo: “Rappaz se encontraba aislado”, recalca. “Me arrojé hacia el frente, un poco como Winkelried”, reconoce el propio Rappaz.
La Confederación está supervisando la puesta en marcha de un programa piloto de distribución de marihuana. En 2020, esta propuesta había suscitado la oposición de los senadores de la UDC y del PDC. “El cannabis es más nocivo que el tabaco, y el número de personas dependientes va en constante aumento”, declaró en su momento Peter Hegglin (PDC/ZG). Varias entidades públicas participarán en esta distribución, que se realizará bajo la dirección de la Oficina Federal de Salud Pública. En Ginebra, por ejemplo, se encomendó a la Universidad la realización de los ensayos previstos para 2022, lo que permitirá, entre otras cosas, ampliar los conocimientos acerca de los efectos de un acceso controlado al cannabis sobre la salud física, psíquica y social de los consumidores. Para ello serán necesarias toneladas de cannabis con THC. La Confederación apuesta por productos suizos y, “de ser posible”, orgánicos, cultivados gracias a exenciones legales.
(SH)
Comentarios
Comentarios :
It's about time! Cannabis should be legal everywhere, it's much less harmful than alcohol and can be extremely beneficial, helping with cancer treatment, PTSD, anxiety, etc. And the Federal and Cantonal governments can tax its sale and make tons of money! Legalizing cannabis is a win-win for all involved. Conservative lawmakers who want to keep it illegal are trying to control others based on their perceptions of "morality," not on any objective assessments of health or safety.
Interessanter Artikel, gut und lehrreich. Ich meine, der Mann ist für die Gesellschaft was das Salz für die Suppe.
La politique et les gains financiers des géants pharma, entre autre, sont derrière le début de la prohibition du cannabis. L’histoire de cette plante fascinante est au bout des doigts, vous pouvez vous éduquer si vous le désirer, vous serez étonnés. A commencer par les guerres navales de l’époque napoléonienne....
Ich fand es für die Schweizer Jugend nicht ermutigend, einen so negativen Charakter (positiv und negativ) zu beschreiben.
A force de s'acharner sur cet homme, la justice a fini par nous le rendre sympathique.
Mais si cette plante ne m'attire pas, je trouve la démarche de cet homme courageuse! Quelle belle persévérance! Et tout cela en bio, bravo!
Es ist schön, von Persönlichkeiten in unserem Land zu lesen, nicht Milliardäre, sondern eben Persönlichkeiten. Unabhängig wo man ist, anders Denken wird bestraft ... Und trotzdem sind gerade die Aufmüpfigen für einen gesunden Staat nötig. Das sagt auf jeden Fall Machiavelli - oder vielleicht ist diese Lektüre nur für die Herrschenden bestimmt.