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  • Cultura

A pesar de haber nacido en Suiza, el noveno arte recibe escaso apoyo por parte del Estado

20.03.2019 – Stéphane Herzog

El cómic suizo posee una vitalidad y una diversidad extraordinarias. Inventado en el siglo XIX por el ginebrino Rodolphe Töpffer, este arte del relato no goza todavía de reconocimiento oficial.

En noviembre de 2018, un pequeño grupo de representantes del cómic suizo fue recibido por la Dirección de la Oficina Federal de la Cultura (OFC). El objetivo de esta visita era obtener que la Confederación reconociera el noveno arte como disciplina de pleno derecho, a través de la creación de un premio suizo del cómic y de una beca nacional –todo lo cual podría haber figurado en 2019 en el mensaje cultural que la OFC publica cada cuatro años–. Desafortunadamente, el equipo delegado de la Red Suiza del Cómic fracasó. “El mensaje cultural hará mención del cómic, pero nada más. Estamos decepcionados, porque esperábamos un verdadero gesto a favor del reconocimiento de este arte”, confiesa Jana Jakoubek, Directora Artística del Festival Fumetto de Lucerna. “Espero que cuando llegue el día en el que el cómic reciba subvenciones para la creación, como es el caso del teatro, aún existan los libros”, ironiza Zep, creador de Titeuf, quien ha vendido cerca de 20 millones de historietas en el mundo. Zep no entiende la actitud pusilánime de las autoridades suizas, “mientras que los museos del cómic, desde Corea hasta EE. UU., se refieren al ginebrino Rodolphe Töpffer como inventor del cómic”.

Suiza cuenta desde ya con una escuela superior del cómic

Como cofundador de la primera escuela superior del cómic en Suiza, inaugurada en Ginebra en 2017, el dibujante Tom Tirabosco aboga por la creación de un centro suizo del cómic. Define el cómic como “un arte mayor que ha alcanzado la madurez”. “Hoy en día, los creadores abordan todas las temáticas y se encuentran a veces muy alejados del clásico cómic franco-belga, como Spirou o Lucky Luke”, sostiene. “Es el único medio artístico inventado por Suiza”, añade Dominique Radrizzani, Director del Festival Internacional del Cómic de Lausana (BDFIL). Ginebra ha hecho honor a esta disciplina al acoger un hotel Ibis consagrado a Töpffer y a sus sucesores locales (véase recuadro, página siguiente).

Desde ambos lados del río Sarine los autores y autoras del cómic suizo se dan a conocer al público internacional. Los suizos francófonos conforman la mayoría, destacando Derib, Cosey, Buche, Bertschy, Tirabosco, Peeters y Wazem. Los suizos de habla alemana, sucesores del artista germano Wilhelm Busch, creador de Max y Moritz, cuentan en sus filas con autores de importancia, empezando por Thomas Ott y Anna Sommer. ¿De dónde viene, pues, esta timidez evocada por Zep? “El cómic es considerado a menudo como un arte de entretenimiento o una industria”, resume Philippe Duvanel, quien dirige el festival Delémont’BD. Hace cuatro años también él acudió a Berna, junto con una delegación del Jura, con el fin de abogar por un premio suizo del cómic. No obstante, señala tener constancia de que el Consejero Federal Alain Berset, quien encabeza la OFC, siente aprecio por este arte. “Al parecer existe un problema en torno a la legitimidad de otorgar ayudas públicas al cómic, mientras que esto no ocurre con otras disciplinas, como el teatro, por ejemplo”, lamenta Philippe Duvanel.

Dibujar un cómic requiere poco material, pero mucho tiempo

En tanto que el material necesario para dibujar es simple, “la creación de obras de cómic requiere muchísimo tiempo”, explica Zep. El dibujante señala que los creadores están entrando en una fase de precariedad, en un mundo donde se dispara el número de obras, aunque con tiradas cada vez más limitadas. Zep reivindica un sistema de apoyo a la creación, como es el caso en Francia con el Centro Nacional del Libro, donde son jurados especializados quienes conceden subvenciones. En Suiza, apenas si existen unas cuantas becas cantonales y las ayudas federales al cómic no las otorgan jurados especializados, quedando este arte relegado a la categoría del diseño.

A pesar de todo, el cómic suizo estaría a punto de obtener un reconocimiento por parte de los poderes públicos, especialmente en la Suiza francófona, donde las ciudades de Lausana y Ginebra estarían contemplando la posibilidad de crear un centro del noveno arte. “El cómic suizo está colocando a Ginebra entre las ciudades más importantes en cuanto a este arte, junto a París, Bruselas y Angulema”, subraya Tom Tirabosco, quien preside la Swiss Comics Artists Association. Desde 1997, Ginebra otorga cada año distinciones a través de los premios Töpffer. Suiza cuenta también con un museo del cómic: el Cartoonmuseum de Basilea. Además, alberga tres festivales de categoría: BDFIL, Fumetto y BD’Delémont. También se organizan eventos en Aigle (VD), Belfaux (FR), Tramelan (BE) y Lugano.

Editores que trabajan con Europa

Las editoriales suizas no se quedan atrás, en particular con Atrabile, orientada al cómic underground, o Paquet, que publican obras en Europa. La colección RVB, dirigida por el dibujante ginebrino Yannis La Macchia, publica cómics digitales. En la Suiza de habla alemana, el cómic se expresa a través de revistas como Ampel, publicada en Lucerna por un colectivo, y Strapazin, en Zúrich. La casa editorial Edition Moderne ha publicado el último volumen de Anna Sommer (véase imagen al lado), cuyas obras son traducidas al francés. ¿Existe un cómic suizo? “Quizás en la manera de considerar este oficio, que se ha desarrollado en un universo a la vez multicultural y aislado”, concluye Zep.

El cómic se ha desarrollado en un espacio alternativo

Nacido en 1799, el satírico ginebrino Rodolphe Töpffer es considerado el inventor del noveno arte. “Töpffer redactaba crónicas, en las que luego insertaba dibujos en apoyo del texto. Creó lo esencial del cómic moderno”, explica Dominique Berlie, Consejero Cultural del Servicio Cultural de la Ciudad de Ginebra. Montaje, viñetas, efectos de repetición, suspense: gracias a estos inventos el creador autodidacta de la “literatura en estampas” conocería un éxito internacional con, entre otras, la “Histoire de Monsieur Jabot” (véase página 10). “También presentó una teoría de su arte y recibió el apoyo de Goethe, quien reconoció la importancia de esta nueva expresión artística”, recuerda Dominique Berlie. “Después de él, prácticamente no ocurrió nada memorable durante mucho tiempo en Suiza”, continúa Jana Jakoubek.

“El surgimiento del cómic de difusión internacional se remonta a los años sesenta y setenta del siglo pasado, y se produce con un cómic alternativo vinculado al mundo de los ‘okupas’, que se publicaría en carteles y periódicos de la izquierda”, declara Dominique Berlie. En los años setenta, los dibujantes ginebrinos Ceppi y Poussin se trasladan a París y consiguen que las grandes editoriales publiquen sus historietas. A principios de los años noventa, la revista ginebrina “Sauve qui peut” [“Sálvese quien pueda”] publicaría obras de dibujantes pertenecientes al mundo de las artes decorativas, permitiendo así que surgieran y se expresaran jóvenes promesas como Zep, Wazem, Baladi, Helge, Reumann, Peeters o Tirabosco.

El joven Zep había hecho algunas propuestas a diarios locales, sin suscitar su interés. Sin embargo, al futuro creador del “Guide du zizi sexuel” (“La guía sexual de Titeuf”) le sirvió de consuelo descubrir que tenía colegas que habían logrado destacar en los medios de comunicación. “El éxito de personas como Derib – autor de Yakari – me ha permitido creer en la posibilidad de dedicarme a este oficio”, relata. Zep también evoca su encuentro con Cosey, creador de “En busca de Peter Pan”. “A mí me encanta la montaña, por eso me he identificado con estos relatos contemplativos que se desarrollan en los Alpes del Valais. Ello ha servido para demostrar que era posible narrar nuestras propias historias —suizas—, en una época en la que el cómic parisino estaba muy alejado de estas preocupaciones”.

El relevo en el cómic suizo está en marcha, asegura Dominique Berlie, quien cita, en particular, a autores como Peggy Adam, Isabelle Pralong o Guillaume Long. Al otro lado del río Sarine, Tom Tirabosco menciona al pintor Andreas Gefe, originario de Schwyz. Jana Jakoubek destaca los trabajos de los jóvenes dibujantes lucerneses Noemi Laake y Andreas Kiener, ambos miembros activos del colectivo y la revista “Ampel”.

 

Cinco obras de culto del cómic suizo

“Les pilules bleues”
Frederik Peeters
Atrabile
ISBN 978-2-9700165-6-4
31 CHF

“Damen Dramen”
Anna Sommer
Edition Moderne
ISBN 978-3-907010-91-4
26 CHF

“Le Guêpier” (tomo 1)
Stéphane Ceppi
Casterman
ISBN 2203335157
No disponible

“The Number - 73304-23-4153-6-96-8”
Thomas Ott
Fantagraphics Books
ISBN 9781560978756
33 CHF

“Souviens-toi, Jonathan”
Cosey
Le Lombard
ISBN 2803613107
No disponible

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