Editorial
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Ella es suiza, vive en el extranjero (Alemania), tiene 77 años y se enorgullece de haber participado en todas las elecciones federales suizas: se trata de Hanna Sahlfeld-Singer, quien de esta manera, escrutinio tras escrutinio, rinde homenaje a un logro que ella misma ha contribuido a conquistar.
Porque Hanna Sahlfeld-Singer no solamente fue una de esas comprometidas mujeres que pugnaron a favor del sufragio femenino en Suiza, sino que formó parte también del reducido grupo de las primeras elegidas al Consejo Nacional, hace cincuenta años. El presente número de Panorama Suizo muestra, en su portada, a Hanna Sahlfeld-Singer en su momento de gloria, bajo la cúpula del Palacio Federal: la vemos prestando juramento a la Constitución, en 1971. Como anécdota que no deja de ser significativa, cabe señalar que la recién electa Consejera Nacional experimentó cierta dificultad para ingresar al Parlamento, ya que primero la enviaron a la entrada de visitantes.
Numerosos países introdujeron el derecho al voto de la mujer antes que nosotros: desde Australia (1902), Azerbaiyán (1918) y Albania (1920) hasta la República Centroafricana (1946) y Chipre (1960). ¿Por qué entonces mostró Suiza, una de las democracias más antiguas del mundo, tanta obstinación por excluir a la mitad de la nación —las mujeres— de la vida política? A más tardar a raíz de las dos guerras mundiales, otros países experimentaron enormes transformaciones sociales. Pero en Suiza, los hombres seguían considerando el voto femenino como algo temerario, innecesario, e incluso contra natura. Se trataba de una actitud de rechazo deliberada, según afirma la historiadora a quien citamos en nuestro artículo “Tema clave”.
Otro gran tema del presente número de Panorama es la segunda ola de la pandemia del coronavirus, que ha golpeado duramente a Suiza: en las pasadas fiestas, la convivencia se redujo a sus más bajos niveles. Decenas de miles de suizos residentes en el extranjero tampoco pudieron visitar a sus amigos y familiares o viajar a su añorada patria, ni visitar aquellos lugares que guardan en el recuerdo. El intercambio solo tuvo lugar a través de una pantalla, lo que nos obligó a reconocer que la tecnología no puede sustituir a un auténtico encuentro personal.
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