Editorial
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“Berna da un portazo”: pese a la moderación que suele caracterizarlo, fue en estos términos como el diario Neue Zürcher Zeitung presentó la decisión tomada por el gobierno suizo, a fines de mayo, de romper las negociaciones con la Unión Europea (UE).
Esta decisión del Consejo Federal pone fin a siete años de un diálogo encaminado a lograr un acuerdo marco que regule de manera fiable el “concubinato” entre la UE y Suiza, nación que no pertenece a esta comunidad política. Esto significa, por consiguiente, que para nuestro país el acuerdo marco es papel mojado. Ante semejante portazo, muchos se asustan y se preguntan: ¿Qué ha ocurrido? Esta vez no fue un simple arrebato: para un país como Suiza, esta manera de proceder es insólita, atípica y preocupante.
Es insólita, porque la incansable búsqueda de consenso está inscrita en los genes de nuestros políticos. Declarar de forma unilateral, tras varios años de diálogo, que éste ha sido un fracaso rotundo, no corresponde a la actitud a la que estamos acostumbrados por parte del gobierno suizo. Ante la incertidumbre que genera tal decisión, no podemos menos que calificarla de radical.
Es atípica, porque nuestra pequeña nación hace siempre todo lo posible por no interrumpir el diálogo. Muchas veces, mientras otros Estados europeos optan por el enfrentamiento o las sanciones, el gobierno suizo sigue dando prioridad a la diplomacia y al diálogo.
Y, finalmente, no deja de ser muy preocupante que el Consejo Federal haya mantenido durante tres largos años la misma actitud vacilante frente a un documento que permaneció inalterado durante todo ese lapso. En 2019, se suponía que las negociaciones estaban a punto de dar su fruto, pues sólo eran cuatro los puntos que faltaba “precisar”. Sin embargo, el 26 de mayo de 2021, el mismo Consejo Federal declaró que la propuesta estaba llena de “divergencias irreconciliables”. ¿Por qué tanto desconcierto? ¿tanta inconsistencia?
Esta decisión constituye una ruptura. Para los más de 400 000 suizos residentes en la UE comienza un periodo de incertidumbre. Aunque todavía no se sabe a ciencia cierta qué consecuencias tendrá esta decisión para su vida y su día a día, es probable que cause más complicaciones que simplificaciones.
¿Qué tan politizada está la juventud actual, a la que le corresponderá juzgar en su momento las consecuencias del “portazo”? Hemos entrevistado a dieciséis jóvenes de 16 años para preguntarles si les gustaría participar en la toma de decisiones, especialmente en materia política. Esta pregunta no la hemos sacado de la manga: varios cantones suizos están examinando la posibilidad de reducir a 16 años la edad mínima para tener derecho de voto. De ahí que la presente edición de Panorama se centre en ellos, por ser los principales interesados.
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