Por eso, su nuevo álbum “Labyrinth” [“Laberinto”] merece ser escuchado sin prejuicios. La verdad es que esta obra, la sexta de Heinzmann, empieza bastante bien. La canción que lleva el título del álbum suena a electro-dance-pop fresco y moderno, groovy y funky. El segundo tema, “Best Life”, atrae por su estribillo pegadizo. Y también el tercero, “Would You Still Love Me”, tiene un comienzo prometedor. Sin embargo, el álbum no tarda en perder ímpetu: se repite demasiado un patrón estereotipado, con un concepto que oscila entre un pop radiofónico demasiado previsible y un ritmo bailable de discoteca.
Desde Hamburgo, el productor Steffen Graef ha dotado las canciones de Stefanie Heinzmann de un toque moderno con teclados potentes, ritmos crujientes y un sonido general muy animado. Por momentos brilla también la pasión en la voz de Heinzmann, esa voz de soul que la hace inconfundible.
Pero, ¿qué hay de la identidad? Por muy simpática que sea Stefanie Heinzmann, al final la respuesta es tan desalentadora como poco sorprendente: “Labyrinth” es música estereotipada, de una estrella estereotipada. Por el momento, debemos darles la razón a los críticos.
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