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El teólogo y escritor bernés Kurt Marti, fallecido en 2017 a los 96 años, habría cumplido cien este año.
A pesar de que escribía ocasionalmente en prosa, Marti es conocido en Suiza ante todo como poeta. Este elocuente escritor fue durante muchos años pastor de la iglesia de Nydegg, en el casco antiguo de Berna. Sus poemas en alemán y en dialecto bernés eran lacónico, juguetones, críticos de su tiempo. Kurt Marti demostró una y otra vez poseer un sentido agudo de la observación. Pocos han logrado como él crear tanto sentido con tan pocas palabras: una virtud que se aprecia también en el pequeño poemario “Hannis Äpfel” [“Las manzanas de Hanni”], que hace poco se publicó en forma póstuma y contiene versos inéditos de Marti.
Los temas que Marti aborda en este poemario son las dolencias de la vejez, la soledad y la espera de la muerte, pero sobre todo la muy sentida pérdida de su esposa. Kurt y Hanni Marti-Morgenthaler estuvieron casados casi sesenta años y tuvieron cuatro hijos. En la portada aparecen ambos todavía jóvenes, él abrazándola entrañablemente y lleno de confianza en sí mismo. Hanni falleció en 2007, diez años antes que él. Kurt hubiera preferido que fuera al revés o, mejor aún, ambos al mismo tiempo, como Filemón y Baucis en la mitología griega. El viudo Kurt Marti plasmó su dolor en forma de poesía: “Bei dir war ich gerne ich. / Jetzt aber und ohne dich? / Wär’ ich am liebsten / auch ohne mich.” [“A tu lado me gustaba ser yo mismo. / Pero, ¿y ahora sin ti? / Preferiría / estar también sin mí”]. Estos versos son del poema “Hanni”, que ocupa varias páginas. Es conmovedor leer este homenaje al amor de toda una vida, un homenaje lleno de recuerdos, de escenas cortas que caracterizan toda su relación. El poeta, siempre crítico consigo mismo, no oculta su desamparo ante la enfermedad de su esposa que deja de valerse por sí misma.
En el epílogo, la poetisa Nora Gomringer califica estos poemas de “notas tiernas” en las que Kurt Marti presenta con maestría y sensibilidad la biografía de su esposa y le rinde un vibrante homenaje. Cuando residía ya en un hogar de ancianos de Berna, el poeta y pastor había evocado la fugacidad de la existencia humana, en una obra publicada en vida. Su estilo implacable, impregnado en ocasiones de cierta resignación, revelaba ya esa gran destreza verbal que ahora se expresa también en sus últimos poemas. Estos evocan experiencias muy personales, pero que muchos están llamados a vivir en una sociedad que envejece. No podemos sino alegrarnos de que el escritor Guy Krneta los haya publicado, con la anuencia de la familia.
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