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Marie-Thérèse Chappaz, originaria del Valais y conocida a nivel internacional, ha apostado por un enfoque natural de la viticultura. En un país que no ha olvidado la pobreza y sigue desconfiando de la agricultura biológica, se dedica a fondo a su labor sin reparar en gastos.
A los dieciocho años, Marie-Thérèse Chappaz, hija de una fotógrafa de animales de Gruyères y de un abogado del Valais, estaba muy indecisa: “Dudaba entre ser comadrona y realizar actividades humanitarias en el mundo entero, o hacerme viticultora”, nos cuenta en La Liaudisaz, residencia familiar encaramada sobre el Ródano y rodeada de impresionantes viñedos. Tras una época de “grandes angustias” y unas prácticas en el hospital de Martigny que no la convencieron, Marie-Thérèse Chappaz, que había recibido de su padre 1 500 m2 de viñedos pinot noir en Charrat, se decidió finalmente por las uvas. “Mi padre insistía en que aceptara estas tierras, pero yo temía que él quisiera tenerme atada a su lado. En todo caso, ¡no quería hacerme capitalista arrendando los viñedos! Así que decidí trabajar yo misma en ellos”. En la Escuela de Viticultura de Changins, esta joven viticultora sólo tenía una compañera entre los 40 alumnos que hacían la formación. El director le insinuó que no habría salidas profesionales para una mujer en ese oficio y que lo mejor que podía hacer ¡era buscarse un marido viticultor! Aun así, trabajó seis años en las bodegas del Instituto Federal de Investigación de Changins, antes de mudarse a La Liaudisaz, en 1987.
En la vida, como en los viñedos, Marie-Thérèse lo ha hecho todo de una forma muy particular, sin por ello ser víctima de ostracismo, dice, ni a causa de su hija, nacida de un romance con un albanés del Kosovo, ni en su carrera como mujer en un mundo de hombres. “El vino es la expresión femenina de las personas, sean hombres o mujeres”, asegura. Y elogia a su colega Madeleine Gay, otra figura importante del mundo de la viticultura en el Valais, contratada hace 35 años por la cooperativa Provins para ayudar a los viticultores a desarrollar sus vinos. “Para ella fue duro”, explica al comparar sus trayectorias. “Yo fui la jefa desde el principio y si un obrero no soportaba recibir órdenes de una mujer, yo podía prescindir de él”.
El segundo punto de inflexión en la vida profesional de la Sra. Chappaz tuvo lugar en 1997. Marie-Thérèse se encontraba en Tain-l’Hermitage, en el valle del Ródano, donde conoció a Michel Chapoutier, partidario de la biodinámica, quien le enseñó este enfoque natural fundado en los años veinte por el antropósofo Rudolf Steiner. “Vi los viñedos y fue como si hubiera encontrado la respuesta a algo que esperaba desde hacía mucho tiempo. Me impactó el lado espiritual de la biodinámica, que considera los viñedos como seres vivos. Me abrió las puertas de un mundo misterioso, original, profundo. Desde aquella reconversión me siento más en armonía con los viñedos”, cuenta esta enóloga que tiene gran fe en este método. O que tiene gran fe, simplemente. Quedan pues desterrados los productos químicos, aunque todavía se use el cobre para luchar contra el mildiú.
El estiércol que se entierra en cuernos de vaca antes de diluirlo en el agua para fortalecer la tierra, las fases lunares que hay que considerar para trabajar la tierra, las tisanas de cola de caballo y ortiga que se pulverizan en los viñedos, todo ello constituye el universo de la biodinámica “con sus fuerzas que actúan sin que podamos verlas”: un universo que Marie-Thérèse Chappaz adoptó de golpe. También es esto lo que ha llevado a esta mujer del Valais a ser reconocida internacionalmente, entre otros, con los galardones de la guía francesa Gault-Millau y los elogios del crítico americano de vinos Robert M. Parker (96-97 puntos Parker para una petite arvine, cosecha 2014). Está claro que todo el bullicio en torno a ella es un reconocimiento a su labor, pero “hay colegas que hacen excelentes cosas y me molesta que los periodistas me soliciten tan a menudo para entrevistarme”, resume la estrella.
No obstante, en el Valais queda mucho camino por recorrer hasta convencer a los viticultores de los beneficios de la biodinámica: prefieren un enfoque biológico, que impone menos limitaciones. Es cierto que los viticultores de esta región nunca han dudado en importar cepas extranjeras. “Les encanta probar cosas nuevas relacionadas con el vino”. Sin embargo, la fe en la agricultura alternativa todavía tiene dificultad para abrirse paso en una región que en el siglo pasado aún era pobre y donde las crecidas del Ródano seguían inundando los terrenos de cultivo.
“Hasta los años ochenta, cuando no se habían impuesto límites a la producción, las viñas constituían una auténtica fuente de ingresos para muchas familias. La aparición de nuevos enfoques, y por tanto de nuevas exigencias, en tiempos en los que se trabajaba de sol a sol para sobrevivir y en los que la química permitió explotar viñedos en difíciles condiciones topográficas, algunos la consideraron como la enésima restricción, un poco como lo que ocurre en los países en vías de desarrollo a los que Occidente exige practicar un desarrollo sostenible”, nos explica. Sin embargo, el advenimiento del enfoque biológico, si no de la biodinámica, en su opinión, será ineludible. “Como la gente del Valais ha sido pobre, a menudo planificaba a corto plazo; pero ahora es consciente de las riquezas y la belleza de sus paisajes, del valor turístico del cantón y de la necesidad de salvaguardar este terruño”.
Marie-Thérèse Chappaz invierte en los viñedos todo el fruto de su labor, en ocasiones sin pararse a pensar en la gestión de su empresa, hasta el punto de que a veces debe solicitar un crédito para hacer frente a los gastos. ¿Su última adquisición? Dos caballos para trabajar en los viñedos. ¿El despalillado? Se hace a mano. La meta es que la producción de su viñedo sea a la vez pura y excelente. Ciertas cepas son vinificadas por separado, con el fin de resaltar las particularidades de diminutas parcelas (véase cuadro, arriba). A propósito, ¿es el vino un buen remedio para la añoranza? “Es un trocito de tu terruño que puedes llevarte contigo”, concluye la Sra. Chappaz.
Las raíces de Marie-Thérèse Chappaz se hunden en la historia del Valais. El escritor Maurice Chappaz, esposo de la autora Corinna Bille, era su tío. Maurice Troillet, Consejero de los Estados durante 40 años y fundador, entre otros, de la cooperativa Provins, era su tío abuelo. Encaramada en las laderas de La Fontaine, en la parte alta de Fully, la mansión y la bodega de La Liaudisaz fueron construidas en 1942 por ese gran personaje político.
“Yo he recompuesto el viñedo familiar”, dice Marie-Thérèse Chappaz con gran satisfacción. Los viñedos, fundados por Maurice Troillet en 1924, cubren ahora once hectáreas, de las cuales sólo tres son propiedad de esta productora. El resto lo tiene alquilado a diversos miembros de su familia. Aquí pueden admirarse las distintas cepas del Valais: la petite arvine, marsanne, cornalin, humagne rouge o diolinoir, sin olvidar la dôle y otras variedades. Las parcelas, muy fraccionadas, se extienden de Fully a Charrat, y a lo largo del Ródano hasta Leytron y Chamoson. Cinco hectáreas de estas tierras no tienen acceso carretero y algunas viñas trepan hasta los 900 metros de altitud. En 2016, la producción llegó a las 45 000 botellas.
Como hecho destacado cabe señalar que en la primavera de 2017 los viñedos del Valais fueron devastados por “una helada negra que bajó de la montaña”, nos cuenta Marie-Thérèse Chappaz, quien perdió aproximadamente un 20 % de sus uvas, mientras que algunos viticultores llegaron a perder hasta el 90 %.
Comentarios
Comentarios :
I'm fascinated by your description of the cow horns, and their efficacy for the land, will research that further. Thank you, Henriette Alban
As to the cow horns, the process is far more complex and it is the sweet-smelling transformed manure, once buried in cow horns, that is potentized by a series of dilutions and hand stirrings and then spread on the land, or on a small garden. The results are astonishing.
Fully est un verger paradisiaque légendaire
pour les habitants des 3 vallées de mon enfance.
Nostalgique de l'époque ou les mulets régnaient en maitres
a la Neuvaz devant le magnifique grand chalet Troillet parti en fumée
dans les années soixante...
Ce que la Val Ferret a perdu en authenticité
il l'a gagné en development malheureux !
Mon prochain verre de petite arvine sera a la santé des Troillet
pouvez vous me dire où réside Marie Thérèse pour aller la rencontrer et ........découvrir ses vins !!! merci