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Desde 2004, las calles de las grandes ciudades suizas se han llenado de mendigos, en su mayoría de origen romaní. Las ciudades y el cantón tratan de borrar esta presencia penalizando la mendicidad, pero sin lograrlo.
En la Suiza francófona, la mendicidad, romaní en general, volvió a dar que hablar el otoño pasado. En octubre, la UDC de Vaud obtuvo una mayoría en el Parlamento cantonal para imponer, a través de una iniciativa parlamentaria, la prohibición de mendigar, aplicable en todo el cantón. Este voto debería situar a Vaud en igualdad de condiciones con Ginebra, cantón en el que toda mendicidad está prohibida desde 2008. Sin embargo, la izquierda de Vaud lanzó un referéndum contra este mandato.
En Ginebra la ley no ha alcanzado su objetivo implícito, que consistía en hacer desaparecer a los mendigos procedentes en mayor parte de Rumanía. Todos los años, la policía cantonal, con la ayuda de la policía municipal, impone miles de multas. Estas infracciones penadas con 100 francos de multa más 100 francos de tasas se envían por correo certificado a Rumanía. La mayoría de las veces estas sanciones quedan impagadas o son objeto de recurso antes de, llegado el caso, transformarse en días de cárcel cuando un juez reduce el importe total de la factura tras constatar el estado de desamparo económico de las personas denunciadas. El número de infracciones por mendicidad parece no disminuir: 4 500 en 2013, 5 600 en 2010, 5 700 en 2015, según indica la policía cantonal. En 2015, el total de multas y tasas ascendió a casi 670 000 francos. “La mayoría de estas multas afectan a la comunidad romaní”, confirma el portavoz Silvain Guillaume-Gentil.
Además de molestar a una parte de la población, la mendicidad debe prohibirse, opina la derecha, debido a que los mendigos romaníes son víctimas de redes mafiosas. “Si nuestro cantón quiere luchar eficazmente contra la mendicidad organizada, debe adoptar una legislación disuasoria aplicable en todo su territorio”, indica al respecto un informe sobre minorías elaborado por el Parlamento de Vaud sobre la postura del Consejo de los Estados acerca de la iniciativa popular de la UDC titulado “Prohibamos la mendicidad y la explotación de las personas en actividades de mendicidad en el territorio de Vaud”. Para el relator de minorías, los verdaderos destinatarios de las limosnas que dan los suizos son “los organizadores que hacen venir a personas de Europa del Este.”
Las distintas encuestas realizadas por la prensa sobre este tema, así como por investigadores como Jean-Pierre Tabin, catedrático de la Escuela Superior de Trabajo Social del cantón de Vaud, entre otros, no han confirmado la existencia de tales redes. En Ginebra, en 2015, el Tribunal de Justicia anuló un juicio por trata de personas contra ciudadanos rumanos que acompañaban a romaníes en autobús en dirección a Suiza. “No está comprobado que los propietarios de autobuses reclutaran a sus pasajeros para que mendigaran o que estas personas explotaran laboralmente a sus viajeros” estimó esta instancia. El Estado de Ginebra tuvo que pagar más de 60 000 francos a dos transportistas como indemnización por el daño moral de haberlos detenido injustificadamente.
En cambio, en mayo, una mujer romaní y su hijo fueron condenados a tres años de prisión condicional por trata de personas. Habían explotado a un joven discapacitado psíquico, vendido por su propio padre. “Las condiciones de vida del padre de mi cliente son miserables”, subrayó el curador del joven discapacitado romaní forzado a pedir limosna en las aceras de Ginebra. En Tarnaveni, en el centro de Rumanía, los investigadores ginebrinos descubrieron barracas instaladas en los márgenes de una zona industrial abandonada, informa la “Tribune de Genève”. “En la casa del padre, el hombre vivía con su madre, enferma y postrada en una cama. En otra habitación llena de humo y calentada con un bidón lleno de brasas ardientes había otros niños. Ese padre de familia vive con 200 euros mensuales. “Es una migración motivada por la pobreza de personas aisladas y estigmatizadas en sus países. La mendicidad no es un fenómeno cultural sino socioeconómico”, comenta Jean-Pierre Tabin, que ha publicado una obra sobre este tema.
Desde la emisora de la RTS, en septiembre, el jefe del grupo PLR de Vaud en el Parlamento de ese mismo cantón, Marc-Olivier Buffat, señaló que Suiza ya ha invertido “casi 400 millones de francos” para ayudar a los romaníes en el marco de medidas de apoyo a Rumanía y Hungría, países recién integrados a la Unión Europea. “Suiza ha invertido 185 millones en cinco años en Rumanía para ayudar a los romaníes, sin obtener resultado alguno”, aseguró. “El apoyo financiero que Suiza ha proporcionado a este país desde 1992 hasta hoy para mejorar la situación de los romaníes asciende a unos 23 millones de francos suizos”, puntualiza Tilman Renz, responsable de información en el Departamento Federal de Asuntos Extranjeros.
“Es fácil acusar a los romaníes de inmoralidad. No cuentan con un grupo de presión para defenderse”, opina Tabin. ¿Puede decirse que los romaníes son víctimas de ataques racistas? Este investigador de Vaud cita irónicamente localidades como Tolochenaz o Goumoens-le-Jux, donde la mendicidad estará prohibida por esta nueva ley, pese a que apenas quedan mendigos fuera del centro de Lausana. “Una encuesta realizada en Francia lo demuestra: los romaníes son el segmento de población que aglutina el mayor número de estereotipos negativos”. Para Tabin, cuya obra acaba de reeditarse –“una señal de que hay gente que se interesa por esta problemática”–, el cantón de Vaud no se diferencia de otras ciudades europeas. “Todas las restricciones impuestas a la mendicidad, ya sea en Bélgica, Austria o en Alemania, criminalizan la pobreza. El hecho de ser indigente se convierte en un acto penado por la ley, que puede conllevar penas de prisión o expulsión, lo que convierte a los mendigos en criminales extranjeros.”
“La intención es deshacerse de los mendigos como quien retira los desechos de las calles” escribió en Twitter el pasado mes de octubre Romain Pilloud, miembro de los jóvenes socialistas de Vaud. Este joven piensa que la izquierda de Vaud ha demostrado tener valor lanzando un referéndum contra la ley sobre la mendicidad antes de las elecciones legislativas cantonales de primavera. “Nosotros no apoyamos la mendicidad, que es una muestra visual de la pobreza. Pero esconder la miseria no es una solución, afirma, subrayando la dificultad de luchar contra argumentos simplistas dirigidos directamente contra los romaníes”. Papilloud, que se presentará a las elecciones, recuerda que la mendicidad no sólo afecta a los gitanos. “Los partidarios de prohibir la mendicidad dicen que los suizos no se ven afectados por esta ley, porque ellos tienen acceso a la ayuda social. Sin embargo, hay suizos fuera del sistema”.
En Zúrich, la mendicidad está prohibida por una ley cantonal. “La policía municipal no realiza controles específicos, pero los que infringen la ley son perseguidos sistemáticamente”, afirma el portavoz Marco Bisa. En ese caso, el dinero del mendigo se confisca y se impone al infractor una pena de alejamiento. El coste de esta infracción puede ascender hasta los 500 francos. En Basilea, la policía realiza confiscaciones y se guía por el control de la población que denuncia los casos de mendigos extranjeros. “Los grupos organizados están al tanto de esta política y el alejamiento surte efecto”, informa Martin Schütz, responsable de comunicación del Departamento de Policía y Justicia. A finales de octubre de 2016, en Basilea se habían impuesto 330 multas a mendigos, una cifra sin posible comparación con las de Ginebra. En ciudades más pequeñas como Neuchâtel, la policía “localiza inmediatamente a los infractores”, indica Daniel Favre, portavoz de la policía. En ese cantón, la ley ofrece la posibilidad de castigar a quien explota la credulidad del público como, por ejemplo, al fingir ser sordo. De este modo, de las 80 multas impuestas en 2016, 20 corresponden a sanciones de 300 francos por este motivo. Berna se sale un poco de este contexto. En 1991 se anuló la prohibición general de la mendicidad en el cantón. Desde entonces la ciudad ha intentado introducir sin éxito la prohibición de mendigar en su territorio. La única zona en la que esta actividad sigue prohibida es la de la estación y los alrededores. Sin embargo, esta norma ha sido impuesta por los ferrocarriles suizos CFF.
Imagen Una mendiga pide dinero a los transeúntes en Lausana. Foto Keystone
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