Editorial
Editorial
Editorial
Editorial
Editorial
Editorial
Editorial
Editorial
A medida que se aproxima la fecha de los comicios, aumenta sensiblemente el nerviosismo – entre los partidos y los candidatos. Las declaraciones se vuelven más agudas – se hace un uso muy desenfadado de las verdades y se difama a los contrincantes políticos.
Ya otros años se observaba con cada vez más frecuencia esta forma de hacer política en Suiza. Esto no entraña nada bueno para la democracia suiza de la concordancia, ya que, en realidad, ésta presupone la toma de decisiones en base a un consenso.
También en los partidos del Consejo Federal se observa cada vez menos asiduidad en la voluntad y la disponibilidad de buscar soluciones sostenibles, lo cual se manifiesta en el hecho de que nunca habían fracasado tantos proyectos de ley del Consejo Federal ya en el Parlamento como en esta legislatura. Una “calamitosa alianza” ha echado por tierra el asunto, suele ser el lamento posterior que se oye cada vez. Pero, en realidad, los responsables del desastre son esos partidos que, pese a participar activamente en el Gobierno, actúan como opositores según su antojo. Esto resulta especialmente frustrante para nuestro Gobierno y los consejeros federales. Y es que en nuestro sistema no tienen cabida – por muy buenas que sean sus ideas y sus proyectos de ley – para que el pueblo, esa máxima autoridad en nuestro Estado, ampliamente ensalzada, decida directamente al respecto. Si nosotros, los electores, podemos hacer algo en contra a la hora de rellenar la papeleta electoral es una pregunta que no me atrevo a responder. Pero de lo que no cabe duda es que los candidatos que acallan más ruidosamente a los otros no son los mejores demócratas.
En realidad no se trata de un tema de la campaña electoral, pero sí un producto derivado de la misma, con una extraordinaria carga política: el debate en torno a la Historia de Suiza y sus mitos, también un tema clave de esta edición. Nuestro autor describe de manera sumamente gráfica (a partir de la página 8) cómo las estrellas políticas y los historiadores estelares “afilan los cuchillos” en sus encuentros.
Comentarios
Comentarios :
A.H. Bainbridge Island, USA