Editorial
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A estas horas, los atletas olímpicos suizos han de tener bien guardadas las valiosas medallas que conquistaron en Pekín y estar entrenando con vistas a las próximas competiciones de invierno. Pero regresemos a las olimpiadas pasadas: contrariamente a lo que suele ocurrir, los representantes del Gobierno suizo no hicieron acto de presencia en Pekín para felicitar a los y las atletas que se llevaron el oro: ni la Ministra de Deportes, Viola Amherd, ni el Presidente de la Confederación, Ignazio Cassis.
Esta ausencia no es fruto del azar: como es bien sabido, Suiza ponderó durante mucho tiempo la conveniencia de enviar una delegación política a estos Juegos. Recordemos que varios países, como EE. UU., el Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda habían decidido no enviar a ningún representante oficial. ¿Qué debía hacer Suiza? ¿Sumarse al boicot diplomático, en vista de que el Gobierno suizo también considera inaceptable la política china en materia de derechos humanos y trato a las minorías? ¿O acudir a China para tributar respeto al tercer socio comercial más importante de Suiza?
Finalmente, un gélido y nublado día de enero, el Gobierno suizo comunicó que no viajaría al Reino del Medio –pero no a modo de protesta, sino alegando que la situación sanitaria derivada de la pandemia lo obligaba a permanecer en casa y de todas maneras impediría cualquier reunión–. Más que una explicación convincente, se trataba de un audaz malabarismo.
Esta breve mirada retrospectiva muestra lo delicada que es la actual relación entre Berna y Pekín. Porque si bien Suiza fue, ya en 1950, uno de los primeros países occidentales que se acercaron a la República Popular China, nuestra relación con este país no deja de ser complicada y podría incluso llegar a serlo más: como lo señalamos en nuestro dosier “Tema clave”, la relación deliberadamente pragmática por la que ha optado Suiza frente a China se halla bajo presión: a nuestro país le resulta cada vez más difícil escudarse en su neutralidad, a medida que sus vecinos y amigos expresan con cada vez mayor contundencia su postura ante la política china. En este contexto, Suiza se ve precisada cada vez más a adoptar una posición clara y explícita. De ahí que a largo plazo resulte muy insuficiente concretarse a declarar que el pragmatismo y la neutralidad no son sinónimos de indiferencia y oportunismo.
Con todos estos asuntos políticos, ¿acaso hemos olvidado mencionar los nombres de los y las atletas suizos más destacados de estos Juegos? El lector los encontrará en las “Noticias”.
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