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¿Qué hacer cuando en la Berlín de finales de 1944, ante la perspectiva de un inminente colapso militar, uno sólo quiere una cosa, a saber, salvar el pellejo? El escritor suizo Charles Lewinsky destila a partir de esta atmósfera apocalíptica una novela tragicómica fuera de serie. Un equipo de la compañía cinematográfica UFA se las arregla para recibir un encargo de filmar una película propagandística destinada a reforzar la perseverancia, concretamente en los Alpes bávaros. Así, una heterogénea caravana de gente que trabaja en el mundo del cine se pone en camino, pero está claro para todos – más o menos tácitamente – que la meta principal no es la película, sino huir del infierno en que se ha convertido Berlín.
Los auténticos retos comienzan en Kastelau. Así se llama el remoto y ficticio pueblucho donde tienen que hibernar, en el doble sentido de la palabra. Y es que tienen que fingir. Nadie debe sospechar en el pueblo que ahí no se está filmando seriamente una película al servicio de la victoria final alemana. También el equipo que filma es ambivalente: medio fieles al régimen, medio desertores. Y cuando se aproximan los americanos, hay que cortar rápidamente, componer de nuevo y completar las pocas escenas filmadas con desgana, de modo que la película nazi titulada “Canción de la libertad” se convierta en un heroico documento cinematográfico de la resistencia contra el régimen. Y es que, al fin y al cabo, no quieren caer en manos de los aliados que van avanzando y los considerarían una patrulla de propaganda nazi.
El equipo cinematográfico convierte a Kastelau, un pueblo muy conservador, en un estrambótico escenario de todas las figuras que una dictadura produce: nazis convencidos, gente que se adapta, opositores al régimen, otros que se las arreglan, chaqueteros. El personaje principal del relato es también un chaquetero. Walter Arnold hizo primero carrera como actor en la Alemania nazi, luego como Arnie Walton en Hollywood. La historia llega a oídos del americano Samuel A. Saunders, que se documenta, descubre papeles y hace entrevistas. Charles Lewinsky fabrica un collage de estos documentos, totalmente ficticios, que al principio del libro parecen algo caóticos, pero que muy pronto van tomando forma y convirtiéndose en una novela con un ritmo cada vez más rápido. Más aún, en ella se tratan cuestiones elementales del comportamiento humano en situaciones extremas de forma grandiosa y, pese a toda la carga trágica y dramática, de manera muy entretenida e interesante. Lewinsky, que ya con “Melnitz“ y “Gerron“ se hizo autor de magistrales novelas históricas, demuestra con esta ambigua historia ficticia llamada „Kastelau“ ser uno de los escritores más creativos de lengua alemana, también en lo que concierne a su técnica narrativa y la construcción de la historia.
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