Editorial
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Aún tengo muy presente el recuerdo del cielo estrellado más hermoso de mi vida.
Viajábamos por el altiplano boliviano en un destartalado autobús nocturno, cuando de pronto el vehículo se averió en pleno desierto. Eran como las tres de la mañana. Aprovechamos esta pausa involuntaria para estirar un poco las piernas. Allí estaba el cielo estrellado más deslumbrante que me ha tocado contemplar en mi vida. Reinaba esa oscuridad absoluta propia de las noches del desierto. Por encima de nosotros se extendía un mar de estrellas, un espectáculo que sólo habíamos visto en las películas de Steven Spielberg.
Desde luego, cuando contemplo de noche un cielo despejado desde el balcón de mi casa también diviso algunas estrellas centelleantes, y con un poco de suerte incluso me parece ver algo similar a la Vía Láctea. Pero nada comparable con el firmamento del desierto boliviano. Es cierto, vivo cerca de una ciudad con muchas luces; pero incluso en la naturaleza suiza el cielo nocturno no puede ni lejanamente compararse con la increíble belleza del cielo andino.
No se trata de un recuerdo distorsionado. Con su gran densidad demográfica, Suiza está tan inundada de luz que las estrellas sólo se pueden contemplar en todo su esplendor desde los rincones más apartados del país, como lo revela un mapa actualizado de la contaminación lumínica, elaborado por la organización Dark Sky Switzerland. Estos últimos años no sólo los amantes de las estrellas y los astrónomos han comenzado a luchar por la protección de la noche y el derecho a la oscuridad, sino que también los médicos han reconocido las repercusiones que puede tener para la salud humana la contaminación lumínica permanente.
Por consiguiente, lo que está en juego es mucho más que la belleza de la noche. Dicho esto, es para mí motivo de gran regocijo la última iniciativa suiza por la lucha en favor de la oscuridad: el parque natural Gantrisch, en los Prealpes berneses, es un lugar excepcionalmente oscuro en Suiza, que podría convertirse en el primer parque estelar certificado del país. La International Dark Sky Association ha concedido ya el título oficial de oasis de oscuridad a 37 regiones del mundo, a las que pronto podría sumarse una región suiza. Sin duda seré uno de los primeros en visitar este parque de noche, esperando volver a disfrutar de un firmamento estrellado como aquel que me tocó contemplar en el desierto boliviano.
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