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Casi treinta años tras la primera gran huelga de mujeres en Suiza, para el próximo 14 de junio se tiene prevista una repetición del movimiento a nivel nacional. Algunas reivindicaciones no han cambiado desde entonces.
Para empezar, miremos al pasado para comprender mejor el presente. El 14 de junio de 1991 ocurrió en Suiza algo insólito: medio millón de mujeres acudieron al llamamiento de organizaciones sindicales y feministas a entrar en huelga por la igualdad de géneros. “Wenn Frau will, dann steht alles still” [“Cuando las mujeres así lo quieren, todo lo detienen”]: éste fue el lema que con su ronca voz difundió la cantante lucernense Vera Kaa durante la campaña. El concepto de “huelga” era amplio: no se centraba sólo en el trabajo remunerado, sino también en el trabajo doméstico y de cuidados, la mayoría de las veces a cargo de mujeres.
Así, ese viernes de principios de primavera se llevaron a cabo muy variadas acciones en todo el país, desde breves interrupciones laborales en empresas y huelgas más bien simbólicas, hasta manifestaciones y eventos creativos. La periodista y coordinadora de la huelga, Elfie Schöpf, ofrece un resumen en su libro Huelga de las mujeres: un comienzo. Éste se publicó el año siguiente a la huelga, en la editorial bernesa Zytglogge-Verlag. “Por primera vez en la historia suiza se logró movilizar a cientos de miles de mujeres por una causa común: hacer visible lo indispensable que resulta su papel”, concluye Schöpf.
Las manifestantes con silbatos y globos morados ocuparon ilegalmente la plaza Bundesplatz, mientras que a corta distancia hombres solidarios planchaban camisas a la vista de todos. Las amas de casa colgaron sartenes en las ventanas, las enfermeras prendieron en sus batas insignias llamando a la huelga y las trabajadoras de la industria relojera reclamaron mejores sueldos. Las oficinas de las empleadas municipales permanecieron vacías, la asociación de mujeres campesinas denunció la discriminación de las agricultoras. Una prostituta mantuvo cerrado su prostíbulo todo el día y también la asociación de mujeres católicas mostró simpatía por la huelga. Fue la mayor manifestación realizada en Suiza desde la huelga general de 1918.
Las mujeres querían mostrar que la igualdad de géneros, inscrita desde hacía exactamente diez años en la Constitución, todavía no se ponía en práctica. Una reivindicación clave era la igualdad salarial, pues a principios de los años 1990 las mujeres ganaban en Suiza en promedio un tercio menos que los hombres. La huelga perseguía también otros objetivos: subsanar las deficiencias de la seguridad social, crear más guarderías, repartir el trabajo doméstico entre los sexos y acabar con la violencia contra las mujeres.
En materia de igualdad de géneros, Suiza no se caracterizaba por su política progresista. Apenas en 1971 las suizas obtuvieron el pleno derecho a voto, varios decenios más tarde que las mujeres de otros países europeos. Pocos meses antes de la huelga había caído el último baluarte masculino: por orden del Tribunal Federal Suizo, el cantón de Appenzell Rodas Interiores concedió a las mujeres la emancipación política. Cada avance fue ganado a pulso. La huelga de las mujeres contribuyó también a acelerar el cambio, aun cuando el Parlamento le denegara posteriormente a la socialdemócrata ginebrina e iniciadora de la huelga de las mujeres, Christiane Brunner, la elección a miembro del gobierno federal.
Un año después de la huelga de las mujeres, el legislador criminalizó la violación conyugal. Cinco años después de la huelga se promulgó una ley de igualdad de géneros. Gracias a las reformas al seguro de vejez y supervivientes, la situación de las mujeres mejoró en materia de jubilación. En 2005, Suiza introdujo el seguro de maternidad. Después de las elecciones de 2015, el 30% de los miembros del Parlamento eran mujeres, contra el 14% el año de la huelga. No cabe duda de que se lograron algunos avances. Sin embargo, las promotoras de la segunda huelga de las mujeres, prevista para el 14 de junio próximo, opinan que aún falta mucho por hacer.
Se tratará una vez más de una huelga nacional, aunque descentralizada. En varias ciudades se han formado comités de huelga regionales. En Berna, por ejemplo, Samira Schmid, junto con al menos cien mujeres más, está preparando la huelga. “Esto ya urge”, dice la organizadora de 30 años. Cuando las suizas protestaron en 1991, era todavía niña y vivía en España con sus padres que habían emigrado. Más tarde regresó a Suiza, cursó estudios de trabajadora social y tuvo dos hijos. “La primera huelga de las mujeres sólo la conozco a través de relatos, que siempre escucho con gran interés”, añade.
Samira Schmid nació a fines de los años 1980. Durante mucho tiempo manifestó poco interés por el feminismo. Cuando empezó a buscar trabajo, se le abrieron todas las puertas: “No tuve la impresión de tener menos oportunidades que los hombres”. Pero como madre trabajadora se percató de lo difícil que es conciliar la vida familiar con la profesional: “La maternidad supuso un gran viraje en mi vida”. También se dio cuenta de que su experiencia en el trabajo doméstico y la educación de los hijos no tienen valor en la vida profesional: “Con el trabajo de cuidados no gano puntos”. Como trabajadora social, Samira Schmid cuida de mujeres en situación precaria y ve “las consecuencias de la política social de austeridad”, nos confía.
La nueva huelga de las mujeres suizas se inscribe en la línea de las movilizaciones feministas que también se han venido observando en otras partes del mundo: la Women’s March en EE. UU. y en países europeos tras la elección del Presidente Trump, la gran huelga de las mujeres en España en marzo de 2018, el movimiento mundial #MeToo contra el sexismo cotidiano, los abusos y la violencia. En Suiza, un manifiesto incluye también entre las reivindicaciones la protección de las inmigrantes y los derechos de los transexuales y personas queer, demostrando así que 2019 no es 1991. Otras reivindicaciones son notablemente similares a las de entonces, como la igualdad salarial, la valorización de las profesiones en las que predominan las mujeres y una estrategia nacional para combatir la violencia contra las mujeres.
A casi treinta años de la primera huelga de mujeres, las estadísticas oficiales revelan, aunque discretamente, que en Suiza la igualdad de géneros se halla estancada. Así, aunque la diferencia salarial entre hombres y mujeres se ha reducido, en el sector privado sigue siendo de un 20%. Casi dos tercios de los puestos a jornada completa con salarios brutos inferiores a los 4 000 francos corresponden a mujeres; en las altas direcciones de las empresas suizas casi no hay mujeres. Ellas hacen, al igual que antes, casi todos los trabajos de cuidados no remunerados que, a pesar de ser indispensables, hasta ahora casi no reciben reconocimiento económico. Y en las estadísticas de criminalidad aparecen cincuenta casos diarios de violencia doméstica, cada dos semanas con consecuencias fatales.
Alliance F, asociación suprapartidaria de organizaciones de mujeres suizas, apoya la huelga de las mujeres “moralmente”, mientras que las mujeres de los partidos burgueses mantienen una posición más bien reservada. La Consejera Nacional zuriquesa del PLR, Doris Fiala, dijo al periódico Tages-Anzeiger que ella trabaja por las mujeres todo el año y que una huelga no le parece adecuada en nuestros días. No obstante, para la organizadora bernesa de la huelga, Samira Schmid, es importante cerrar filas: “A pesar de las diferencias, hay temas que nos afectan a todas”.
Pronto sabremos si esta huelga está destinada a tener la misma resonancia que en 1991. En aquel entonces, el movimiento se inscribía en la tradición huelguística presindical y poseía una dimensión excepcional, creadora de un sentimiento de pertenencia común, afirma la historiadora suiza Brigitte Studer. En un análisis digno de lectura, publicado en la revista NZZ Geschichte, escribe: “Cuando la diferencia entre los sexos es una construcción social, el sujeto político mujer sólo se crea también mediante prácticas políticas comunes”. En su opinión, la primera huelga de las mujeres lo demostró de forma contundente.
www.frauenstreik2019.ch
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Mais il y a aussi quantité de comportements quotidiens apparemment inconscients devenus invisibles à force d'être intégrés par les hommes et les femmes. Un exemple : sur les trottoirs, c'est nous qui faisons de savants détours pour que l'on ne nous rentre pas dedans...