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Hasta 1981, las autoridades suizas internaron a decenas de miles de personas en distintas instituciones, sin ningún proceso judicial. Una comisión de expertos ha estudiado estos casos de “internamiento administrativo”. Los resultados empañan la imagen que Suiza tiene de sí misma.
La “justicia administrativa” es “lo más indignante que pueda imaginarse”, opinaba en 1939 un testigo de su época al que, ochenta años después, citaría la Comisión Independiente de Expertos (CIE): el escritor bernés y reformador Carl Albert Loosli. Los delincuentes, denuncia Loosli, tienen derecho a un juicio, no así las personas internadas por las autoridades de asistencia social y otras instancias administrativas. Además, en las instituciones suizas “existen esclavos del Estado, cuyo cuerpo y vida están a merced de las autoridades”. Y lo más sorprendente es que a nadie parece importarle.
Loosli, hijo ilegítimo de una campesina, fue internado siendo joven en un centro de readaptación social. Durante mucho tiempo no se prestó atención a voces críticas como la suya. No fue hasta 1981 cuando los cantones anularon sus leyes sobre el internamiento administrativo y el gobierno federal reformó el Código Civil. Entretanto, el sistema de asistencia social se había profesionalizado y, a raíz del 68, la sociedad se había vuelto más liberal. Sin embargo, el factor decisivo fue la presión internacional: la práctica de arrebatar la libertad a adultos jóvenes y mayores no estaba en consonancia con la Convención Europea de Derechos Humanos que Suiza había ratificado.
Encarcelados pese a ser inocentes, los afectados no fueron rehabilitados, y al principio callaron por vergüenza. “Teníamos el estigma de ‘presos’, aunque nunca fuimos delincuentes”, dice Ursula Biondi, de 69 años. Siendo una mujer joven, fue encarcelada para ser reeducada en el correccional de Hindelbank —un “internamiento administrativo” como solía decirse en el ámbito burocrático (véase página 14)—. Después del cambio de siglo, algunos valientes como Biondi empezaron a contar sus historias, los medios se hicieron eco y el asunto llegó finalmente a la agenda política. Entre 2011 y 2016, el Consejo Federal se disculpó dos veces, se promulgó una ley de rehabilitación y el Parlamento decidió conceder una indemnización de solidaridad a los afectados. Además de las víctimas de internamientos administrativos, otras personas también exigen que se reconozca su sufrimiento y se les indemnice: quienes fueron internados por la fuerza en hogares de acogida o en familias ajenas, así como las personas esterilizadas en contra de su voluntad (Panorama Suizo, 5/2018).
El Consejo Federal creó la CIE para investigar los internamientos administrativos, una labor a la que se dedican más de treinta investigadores. Tras cuatro años de trabajo, en los últimos meses la Comisión ha publicado diez tomos que incluyen retratos de los afectados. Este otoño presentó su informe final y recomendó otras medidas de reparación, que incluyen desde prestaciones financieras adicionales para las víctimas, hasta la sugerencia de crear una “casa de la otra Suiza” para dar a conocer los hechos. Estas recomendaciones fueron recibidas por la Ministra de Justicia, Karin Keller-Sutter. Queda pendiente la decisión de prorrogar o no el plazo vencido para la indemnización de solidaridad de 25 000 francos por persona, lo que permitiría que más afectados pudieran solicitarla, como aquellos que viven en el extranjero y no han podido cumplir el plazo.
El informe de la comisión de expertos, que abarca cuatrocientas páginas de datos históricos, ha obligado al país a encarar su pasado. Y hay que decirlo: para personas al margen de la sociedad como los pobres o inadaptados, hasta hace poco Suiza era un lugar incómodo, e incluso represivo. Había ciudadanos de segunda clase, y sólo a unos pocos les preocupaba. A continuación, ofrecemos un resumen de los principales hallazgos de la CIE:
Hoy en día, esas violaciones de la libertad personal nos parecen desproporcionadas y esos métodos de bienestar social, brutales; pero eran otros tiempos y los internamientos administrativos se fundamentaban en la ley. ¿Acaso se han convertido en una injusticia a posteriori? “-No”, responde la comisión. Las leyes sobre el internamiento administrativo anularon derechos básicos vigentes y principios del Estado de derecho. Las personas eran encerradas por tiempo indefinido, sin haber sido escuchadas y a menudo sin una orden válida. En muchos lugares no se podía recurrir a un tribunal independiente. Además, las leyes eran ambiguas, por lo que las autoridades podían darles una interpretación muy flexible. Aunque al principio los internamientos en instituciones fueron para el Estado una forma económica de gestionar la pobreza, en el transcurso del siglo XX se convirtieron en instrumentos de control social. En todo el país se sabía que quienes se apartaban del buen comportamiento corrían el riesgo de ser sometidos a internamientos administrativos. Pero quienes intervenían no eran sólo las autoridades: muchas veces las medidas se iniciaban por petición de familiares, vecinos, párrocos o profesores, señalan los expertos, quienes hablan de “prácticas de marginación que estaban profundamente arraigadas en la sociedad suiza”.
Es por esto que esas leyes estuvieron vigentes durante tanto tiempo. También contribuyó el retraso sociopolítico de Suiza, pues la seguridad social se introdujo más tarde que en otros países europeos. En todo caso, hoy está comprobado: la imagen que Suiza tiene de sí misma, como el país de los geranios, del bienestar, de la libertad y de la democracia directa, debe completarse con la otra cara de la moneda. Es importante recordar lo ocurrido, señala Thomas Huonker, miembro de la CIE y uno de los primeros historiadores que investigaron estas medidas de coerción. Huonker recalca: “Así como la hermosa historia de Guillermo Tell se cuenta una y otra vez, debe contarse una y otra vez la oscura historia de las medidas coercitivas con fines de asistencia social”.
Ursula Biondi tenía 17 años cuando, en 1967, fue internada en el correccional de Hindelbank. No había cometido ningún delito, pero la Agencia Tutelar de Zúrich la internó en un “centro de reeducación cerrado” al quedarse embarazada siendo menor de edad. Antes, la joven había estado en un internado para señoritas del cual escapó varias veces. En casa tenía frecuentes altercados con sus padres por sus salidas y sus gustos en cuestión de moda y de música. El padre, de raíces italianas, no quería llamar la atención porque había solicitado la nacionalidad suiza, y por eso sus padres aceptaron que volviera a ser internada. Pero no sabían que el “centro de reeducación” era una cárcel de mujeres, en la que también había delincuentes. Ursula no pudo hacer allí ninguna formación profesional y, cuando dio a luz a su hijo, las autoridades se lo quitaron y la forzaron para que lo diera en adopción, a lo que ella se negó. Le devolvieron el bebé tres meses más tarde. Después de un año en Hindelbank, donde realizaba trabajo forzado en la lavandería, se le concedió la libertad en 1968. Se mudó al anonimato de Ginebra, donde formó una familia y se estableció profesionalmente como informática en una organización de la ONU, además de trabajar en el ámbito social. “Tuve suerte”, dice, “y trabajé duro para ganármela”. Cuenta que estuvo muy traumatizada y durante mucho tiempo tuvo miedo de que se descubriera que había estado internada en Hindelbank. La injusticia vivida no le dejaba paz. En 2002, Ursula Biondi publicó su autobiografía, que fue retomada por la revista “Beobachter”. Después, Biondi luchó durante años en primera fila por la reconsideración y reparación de los “internamientos administrativos”, un término que advierte como eufemístico: “En realidad, se trata de una espantosa arbitrariedad de las autoridades”. Aunque el informe de la comisión de expertos haya cumplido su objetivo, algo molesta aún a esta comprometida mujer, a la que la Universidad de Friburgo otorgó el doctorado honoris causa en 2013. Debido a la rehabilitación tardía de los “internados”, las generaciones siguientes nunca tomaron conciencia de las libertades por las que se tuvo que luchar. “A nosotros nos encerraban por vivir de una manera que hoy resulta totalmente aceptable”. Para que los jóvenes de hoy estén alerta ante cualquier arbitrariedad estatal, Biondi imparte conferencias en colegios.
Peter Paul Moser tenía 21 años cuando, en 1947, la autoridad tutelar de los Grisones lo internó por orden administrativa en la colonia de trabajo de Herdern, en el cantón de Turgovia. El joven no entendió el porqué de esa abusiva medida, pues había trabajado como ayudante de feriantes y, anteriormente, en una fábrica. Pero, como yeniche, ya había tenido contacto con las autoridades desde pequeño. De niño fue arrebatado de su familia e internado en un orfanato por la organización de ayuda Pro Juventute “Kinder der Landstrasse” [Los niños de la carretera], cuyo objetivo era convertir a los hijos de los viajantes en ciudadanos sedentarios. Después, su tutor Alfred Siegfried, director de dicha organización, lo entregó a una familia de acogida en una granja. Siegfried había sido condenado por pedofilia, lo que deja al descubierto una increíble doble moral. En su autobiografía de tres tomos, Peter Paul Moser escribiría más tarde: “Con la separación de la familia empieza la persecución de un miembro de una minoría étnica: injerencia en la esfera privada, discriminación, privación de libertad, detención correctiva, internamiento en colonias de trabajo e incluso en un sanatorio cerrado, con el afán de exterminar a un grupo étnico entero”. Con la ayuda de su empleador, logró escapar temporalmente en 1947 e, impulsado por el miedo, cruzó la frontera suiza por Ginebra para alistarse en la Legión Extranjera en Annecy. Pero la policía lo llevó de vuelta a Suiza y las autoridades lo internaron de nuevo en la colonia de trabajo. Moser volvió a huir, consiguió trabajo en una fábrica de máquinas, hasta que aquel tutor hizo que lo apresaran y lo encerraran en la cárcel de Bellechasse, en el cantón de Friburgo, donde describe las condiciones como inhumanas. Tras su excarcelación, su tutor lo destinó a una granja y le prohibió contraer matrimonio. Peter Paul Moser logró librarse de la tutela en la década de 1950 y finalmente formó una familia. Después, luchó con la fundación “Naschet Jenische” para que los hijos de viajantes separados a la fuerza de sus familias obtuvieran reparación de los daños sufridos. Moser vivió para ver al Consejo Federal pedir disculpas a los yeniches en 1986, pero no para obtener su rehabilitación por la detención correctiva. Murió en 2003, a los 77 años, de un infarto cardíaco.
Los diez tomos de la comisión de expertos están disponibles gratuitamente online en www.uek-administrative-versorgungen.ch
Comentarios
Comentarios :
Ce qui veut dire que je dois dire que la Suisse est un pays magnifique ? Où tout baigne dans l'huille ! Que les montagnes sont belles, etc.
J'ai lu cet article, je suis encore sous le choc. Moi, qui vis à l'étranger depuis une cinquantaine d'années... je sais bien que la Suisse n'est pas au-dessus de tout soupçon (Jean Ziegler), mais après avoir lu cet article... Désolé, mais je ne suis pas fier d'être suisse.
In was für einem Märchenland bin ich aufgezogen worden!
Ich bin heute, nach all den Jahren immer noch geschockt und traurig. Die Zeiten zwischen den Weltkriegen waren hart, aber das ist in keinem Fall eine annehmbare Erklärung für solche unmenschliche Methoden!
Ich bin echt froh, diesen Artikel aufgefunden zu haben. Vielleicht finde ich auf diesem Weg einen Ansprechpartner?
Puis, plus tard, en tant que policier, pour avoir dû conduire certains adolescents, ou même adultes "réfractaires au système", dans des institutions où ils étaient sensés être remis sur le droit chemin!
Il est certain que glorifier nos ancêtres fondateurs et montrer au monde entier comment il faut s'y prendre pour faire vivre en bonne intelligence quatre régions linguistiques, ne suffit plus pour nous donner bonne conscience.
Regardons bien en face tous les comportements scandaleux qui ont émaillé l'Histoire de notre pays, puis qui ont conduit tant de jeunes et moins jeunes à être privés de leurs droits fondamentaux!
Wir können nur hoffen, dass von Fehlern gelernt wird, und sich Gleiches nicht wiederholt.
Couldn't stop reading your report.
And this was going on under my nose for 25 years while living in Switzerland. Never spoken about, non-existent conversation at the table. Who knew? Repulsive and shameful. How dared they?
Let us be sure not to forget and not let it happen again.
On pourrait renvoyer aussi au beau et tragique livre-témoignage de Nelly Schenker, "Une longue, longue attente. Mes souvenirs", paru en français aux éditions "Quart-Monde" en 2018. Titre original allemand :"Es langs, langs Warteli für es goldigs Nüteli. Meine Erinnerungen", edition Gesowip, Bâle, 2014.
L'information honnête: une qualité suisse ?
Der Bericht der Unabhängigen Expertenkommission zeigt endlich das ganze Ausmass dieser unmenschlichen Praxis, und es läuft mir kalt den Rücken herunter, wenn ich das lese. Und dass die Gesetze erst 1981 geändert wurden - wohl eher unter Druck von Aussen (Unvereinbarkeit mit der Europäischen Menschenrechtskonvention)- zeigt, dass es selbst in den Achtziger Jahren noch wenig Unrechtsbewusstsein gab.
Da hat es noch viele Mutige gebraucht, um dieses Unrechtssystem zu beenden und nun - Jahrzehnte später - wieder, um es dem Vergessen zu entreissen. Von diesen Menschen bin ich tief beeindruckt.
Note : C'est rare de trouver des fautes dans vos articles, mais en voici une belle : La honte les rendaient muettes, elles aussi.
(Dans La «Maison d’une autre Suisse»)
Au moins, il faut saluer ceux qui ont travailles pour actualiser notre memoire historique recente. Plus ambigu est " pick sous" qui traine pour indemniser les victimes. Decidement les mauvaises habitudes persistent...
Au moins, il faut saluer ceux qui ont travailles pour actualiser notre memoire historique recente. Plus ambigu est " pick sous" qui traine pour indemniser les victimes. Decidement les mauvaises habitudes persistent...
Je félicite votre revue pour sa parution.
Ma vision idyllique de la Suisse s’est pourtant quelque peu
écornée , moi qui était si fière de ma naturalisation...
Isabelle Lescure, citoyenne suisse depuis 2016
Il y a encore lieu d'être fière d'un pays qui accepte volontairement de se pencher sur les pans peu glorieux de son passé et de les accepter.
Cordialement,
David
Un grand Merci aux autorités d'avoir institué cette commission d'enquête en 2014 dont les membres ont vraiment réalisé un travail remarquable de réhabilitation si primordial pour les victimes.
Quant aux bourreaux ...
Je regrette juste de découvrir après coup l'existence des expositions itinérantes 2019.
Da haben sogenannte "Beamte" wie die SS ohne Waffen und mit Willkühr gehandelt und die Justiz und "Regierung" hat Beifall geklatscht! A la Mittelalter, und das bis ins späte 20. Jahrhundert!
Die Schweizer Regierung MUSS diese scheussliche Gemeinheit letztlich finanziell und mit öffentlicher Entschuldigung, die Betroffenen UND deren Nachkommen entschädigen!! Kein Wenn und Aber, solange der Staat Geld an halbbankrotte Firmen und Länder nachwerfen kann, ist das ein Tropfen auf ein scheussliches Kapitel der Schweiz!
Zusammen mit den jüdischen Bank- und Kunstvermögen, die die offizielle Schweiz jahrzehnte lang verschwiegen haben, gehört dieser Skandal zu den schlimmsten der Schweiz.
Wir sollten uns auch mal über unsere Überheblichkeit und Arroganz gegenüber solchen Misstaten kritisch Gedanken machen. Und, jetzt gegenüber den Betroffenen wirkliche Kompensationen leisten, auch wenn sie nur noch materiell wirken können.