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“¡Cero tolerancia a Bill Gates!”, “¡No a la vacunación obligatoria!” “¡Libertad! ¡Fin a la dictadura del covid!” Estas proclamas del mundo conspiracionista también se oyeron en 2020 y 2021 en las manifestaciones que se realizaron en Suiza para protestar contra las medidas sanitarias. Como en otros lugares, llamó la atención la composición variopinta de los manifestantes: junto a los Freiheitstrychler y miembros de la extrema derecha desfilaban viejos hippies, profesoras de yoga y una política local de la izquierda verde alternativa.
La pandemia sacó a la luz un fenómeno que escapa a las clasificaciones políticas tradicionales. Muchos de los participantes en las protestas contra las medidas covid se consideran “inconformistas”. No solo discrepan en materia de política sanitaria, sino también sobre otros temas como la guerra de Ucrania o el cambio climático. Se oponen al “dominio de los medios masivos de comunicación”, a la ciencia establecida y a las élites siniestras que, según ellos, pretenden controlar a la gente, y meten en el mismo saco a las autoridades y a las multinacionales. Algunos afirman haber “cobrado conciencia”.
¿Qué es lo que está pasando en la sociedad? La socióloga literaria Carolin Amlinger y el sociólogo Oliver Nachtwey —ambos docentes en la Universidad de Basilea— empezaron a estudiar este fenómeno durante la pandemia. Para su obra “Gekränkte Freiheit” [“Libertad ofendida”], publicada a finales de 2022, encuestaron a más de mil personas del movimiento “inconformista” de Alemania y Suiza, y hablaron largo y tendido con varias docenas de ellas. Observaron las manifestaciones anticovid y “peinaron” las redes sociales. Su conclusión es que ha surgido un tipo de protesta radicalmente nuevo: el autoritarismo libertario.
No es que los negacionistas o inconformistas anhelen tener líderes. “Muchos de ellos defienden posturas más bien antiautoritarias en sus vidas”, afirma el libro. Lo que se desvía hacia el autoritarismo es la libertad individual. Esta se postula como un valor absoluto, que se defiende con radicalidad y, a veces, con una agresividad nada liberal. Para ellos, la libertad es antes que nada un bien personal, cuya interdependencia con la sociedad niegan rotundamente.
Por tanto, la libertad que reivindican es egocéntrica, impulsada por una sensación posmoderna de impotencia, analizan Amlinger y Nachtwey. El individuo posmoderno es “extremadamente propenso a ofenderse”. Pero, ¿qué puede hacerse para evitar que siga aumentando el número de personas que dan la espalda a la convivencia? La libertad debería concebirse y transmitirse como “algo profundamente social”: esto es lo que sugieren los autores en este muy instructivo libro.
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