Buzón
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Una vez más, el Sr. Blocher se ha salido con la suya y ha logrado que se apruebe una iniciativa financiada con sus fondos. Ya va siendo hora de que los partidos desvelen su contabilidad, como cualquier empleado, patrón o asociación.
No creo que tengamos que tolerar que la UE nos dicte lo que tenemos que hacer como Estado soberano. Esperemos los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo, pues hay cada vez más ciudadanos de la UE disconformes con la política del 4º Reich, esto es, la UE.
Las argumentaciones de la UDC previas a los comicios vuelven a ser rocambolescas. Desde hace decenios reina una gran escasez de viviendas en las grandes ciudades. Recordemos los grandes tumultos de los años 80, cuyo eslogan «W! W!Wohnigsnot!» (escasez de viviendas) resonaba por las callejuelas de varias ciudades. Ya entonces, rarísimamente se veían trenes para el desplazamiento entre el domicilio y el trabajo que no estuvieran abarrotados, al igual que las vías de acceso a los centros urbanos importantes para la economía. Y todo eso sin libre circulación de personas ni convenios con la UE. Lo malo es que se prefiere ignorar estos hechos. Tras esta desastrosa decisión popular, uno solo puede sentir vergüenza ajena, una vez más, como suizo residente en el extranjero, por la progresiva xenofobia de su país de origen, y esperar que los grupos de trabajo encargados del asunto en ambos lados encuentren una solución para evitar una debacle.
Por una vez otro punto de vista: con una participación electoral del 55,8 % y un 50,3 % de votos a favor, en realidad sólo cerca del 28 % de los suizos han aprobado la Iniciativa contra la inmigración masiva.
Tuve el placer de participar en el admirable trabajo realizado por Hildy y Ernst Beyeler. En su artículo «Una casa de verano para el arte del modernismo» encuentro muy extraña la parte relativa al cuadro de Picasso «Las señoritas de Aviñón»: el siglo pasado, la calle de Aviñón, en Barcelona, era una calle donde había muchas prostitutas, y fueron ellas las que inspiraron al joven Picasso. El cuadro no tiene nada que ver con la prefectura de Vaucluse. Lo único en común es que existe una calle en Barcelona que lleva el nombre de esa ciudad francesa.
Excelente artículo, relativamente objetivo. No obstante, la conclusión es dudosa. Lo que siempre hay que constatar es que para que un Estado se conserve hacen falta una mujer, un hombre y niños, un sueldo y al menos 20 años de cuidados, para que los niños sobrevivan con seguridad. Es muy importante que en un Estado sano se fomente la seguridad de la familia biológica. Las madres y los padres «trabajadores» necesitan, como siempre, un lugar seguro para sus hijos, mientras trabajan allá «fuera». Por eso, la sociedad debería velar por aligerar las obligaciones familiares, lo cual redunda asimismo en el interés del Estado, porque sólo así los niños llegan a ser valiosos ciudadanos. Por ende, se necesitan buenas guarderías que no sean caras (convendría que cuesten como máximo 10 francos al día), como es el caso, por ejemplo, en Quebec. ¡Suerte!
¿Defenderse contra quién ? ¡Nuestros parlamentarios tienen que darse cuenta de que el mundo ya no es el de nuestros padres! ¿Por qué no utilizar esta suma para apoyar la educación y alimentar a los que aún tienen hambre? Debemos ser conscientes de que los suizos, por más privilegiados que seamos, no dejamos de formar parte de la familia de la humanidad... se trata de una cuestión de conciencia ...
Me sorprendió ver que los suizos en el extranjero no se pronunciaran a favor de restringir la inmigración. Probablemente sea porque ellos mismos son inmigrantes en su país de residencia. En mi calidad de suizo del extranjero de tercera generación, residente en Sudáfrica, quiero expresar de la forma más vehemente mi negativa a aceptar la inmigración sin restricciones. Si la libre circulación de personas hubiese conducido verdaderamente a un aumento generalizado de la calidad de vida para todos, estaría totalmente a favor. Pero está demostrado que ese no es el caso, literalmente en ninguna parte del mundo. Permitir la entrada de extranjeros en mi casa siempre exigirá primero una investigación exhaustiva por mi parte, y nunca se convertirá en algo definitivo. Extendiendo este principio a nivel nacional, es una imbecilidad sin precedentes otorgarles acceso sin restricciones.
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