Literatura
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Los libros que escribió Jenö Marton, de origen húngaro, eran toda una declaración de amor al país para el que siguió siendo un extranjero hasta el final.
“Los de cerebro pequeño y grandes ojos laterales, los machos, eran, sin excepción, inservibles para cualquier actividad cotidiana sensata. Su voluntad era débil y turbia; sus actos, poco fiables; su cometido, importante. Debido a ese cometido de asegurar la descendencia eran colmados de atenciones, a pesar de que siempre estuvieran estorbando”. Esta cita no procede de algún panfleto feminista, sino de una de las más originales novelas de la literatura suiza: “Gunaria, das Reich der Ameisen. Sinn und Deutung der Gemeinschaft” [“Gunaria, el reino de las hormigas. Significado e interpretación de la comunidad”] transcurre en un Estado de hormigas que antepone la vida social a la del individuo.
Debemos esta obra a Jenö Marton, de origen húngaro, quien nació en 1905 en Hamburgo y llegó a Suiza en 1917 como niño de circo. Tal como lo documentaría en su novela “Zelle 7 wieder frei” [“Se desocupó la celda 7”], de 1935, el correccional de Aarburg se encargó de convertirlo en un dócil ciudadano, tras su expulsión del colegio de Zúrich. Toda la vida, Jenö Marton soñó con ser un suizo como los demás. Y para lograrlo estaba dispuesto a cualquier sacrificio. Tras formarse como sastre en Aarburg, fue asesor de publicidad, director de cine y, por último, director de una fábrica de cajas registradoras. Además, se comprometió de pleno con el movimiento scout de Zúrich, y de esta actividad surgirían sus obras literarias.
A la novela sobre el correccional le siguieron entretenidos libros infantiles como “Die Dreihäuserkinder”, de 1935, un exitoso libro de aventuras con trasfondo urbano, titulado “Stop Heiri – da dure!”, de 1936, y un libro sobre el circo, basado en su experiencia personal: “Jimmy, Jacky & Jonny, die Zirkusbuben”, de 1941. “Gunaria”, la novela sobre hormigas publicada el mismo año en Büchergilde Gutenberg, tenía también un significado personal: era un homenaje hábilmente disfrazado a la democracia suiza, que en 1940 por fin le había otorgado la ciudadanía (aunque sin permitirle que cambiara de nombre para adoptar el de “Georg Martin”, que hubiese sonado menos “extranjero”).
En 1943/44 llegó el gran éxito: “Jürg Padrun”, galardonado con el prestigioso premio de Büchergilde. Esta obra, escrita por un hombre que ardía en deseos de pertenecer a la nación que lo había acogido, representa la culminación de la literatura patriótica suiza del siglo XX. La acción se remonta al siglo XVIII: Jürg Padrun, guarda forestal del pueblo engadino de Avrona, se da cuenta de que el bosque situado justo por encima del pueblo está enfermo. En contra de los prejuicios de la población, lucha por sanearlo. Cuando ocurre la catástrofe, él fallece, pero el bosque resiste la avalancha y salva al pueblo. Con su estilo ligeramente arcaico y rapsódico, su sorprendente combinación de versos en idioma ladino y en alemán y con su trama llena de suspense, Jürg Padrun es una epopeya deslumbrante, llena de magia. Su patetismo ocasional se ve mitigado por la precisión científica con la que Marton describe las técnicas de la agricultura y ganadería alpinas, que explica detalladamente en un glosario anexo y a través de ricas ilustraciones.
Pero incluso tan vibrante declaración de amor a Suiza no tuvo la resonancia que Marton esperaba. Desmoralizado por el fracaso y el sufrimiento personal, terminó renunciando a la escritura. Cuando falleció el 18 de junio de 1958, a la edad de 53 años, casi todo el mundo se había olvidado ya de este gran escritor.
Los libros de Jenö Marton solo están disponibles en librerías anticuarias y bibliotecas.
“¡Aún está libre la celda 7!” Wolf Georg dejó de escuchar. La palabra celda ya lo decía todo. Aquello que había detrás de esas pequeñas ventanas enrejadas eran, pues, celdas: una nueva palabra, jamás usada hasta entonces, que solo conocía de lejos. Porque en su vida jamás se había topado con una celda. ¡Qué amargo descubrimiento! Ni la más mínima oportunidad de salvarse o rebelarse. Y esa humillación de que lo pasaran de una mano a otra, como si fuera ganado: a él, camarada de los camaradas, amigo de los amigos, hermano de los hermanos e hijo de sus padres. “Sigue al guardia”. Wolf Georg salió detrás del hombre.
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