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El partido del Campeonato Europeo de Fútbol del 11 de junio contra Albania no es para el equipo nacional suizo como cualquier otro. Y es que muchos de los jugadores tienen sus raíces en Kosovo.
Hace una mañana estupenda. Berna empieza a despertar. Los rayos del sol iluminan el Palacio Federal. A pocos metros de distancia se encuentra la bandera de Kosovo. Mustafe Dzemaili abre la puerta, me invita a pasar a su oficina y empieza con su relato. Desde hace más de un año, Dzemaili es Embajador de Kosovo en Suiza. Y ahora espera con ansias que llegue el 11 de junio, pues también para él esta fecha es especial. Es el día del partido de la Eurocopa Suiza contra Albania. “Un partido entre hermanos”, comenta Dzemaili riendo. Pero no es tan sencillo. Suiza contra Albania es más que un partido. Un cartel nunca antes visto. Según algunos, es Suiza A contra Suiza B; según otros, es Albania contra Albania; y también hay quienes dicen que se trata de Kosovo plus contra Kosovo plus. La verdad es que a ninguno le falta razón.
Nadie personifica mejor este juego que los hermanos Granit y Taulant Xhaka. Hasta ahora, nunca dos hermanos de padre y madre habían jugado uno contra el otro en una Eurocopa. Significa alegría y desafío a la vez. Después de que en otoño pasado Suiza, con Granit Xhaka, se calificara para el Campeonato Europeo y poco después lo lograra también Albania, con Taulant Xhaka, el padre de ambos jugadores, Ragip Xhaka, comentó al teléfono: “Soy el padre más orgulloso del mundo. Uno de mis hijos juega para Suiza. El otro juega para Albania. Esto refleja perfectamente nuestra historia”. Y comenta: “Por suerte tengo dos manos. Una mano aplaude a Granit y a Suiza; y la otra aplaude a Taulant y a Albania. Tal vez empaten”.
Granit y Taulant Xhaka tienen sentimientos encontrados cuando hablan sobre el duelo que les espera. Dicen cosas como: “Es difícil jugar contra tu propia sangre”. O también, en el transcurso de la conversación: “Es un partido, posiblemente uno especial, pero estoy deseando jugarlo y no me temblará el pie frente a mi hermano. No en vano, queremos ganar”. “Nosotros”, Suiza. Y “nosotros”, Albania.
Hay numerosos jugadores del equipo nacional suizo cuyas raíces están en Kosovo. Entre ellos se encuentran también los más importantes en la actualidad: Xhaka, Xherdan Shaqiri y Valon Behrami. En su país de origen se les califica de “traidores” porque no luchan por Albania. El embajador Mustafe Dzemaili no entiende el motivo de esa difamación. “Es un partido, son jugadores y compiten contra el adversario. Punto. Nadie debe abusar del fútbol para atribuir al otro mensajes u objetivos políticos”. Continúa diciendo que los jugadores suizos con raíces kosovares no se han decidido a luchar contra Albania, sino en favor de Suiza: “por el país que los ha acogido y que tanto les ha dado en la vida”.
A veces, al hablar con Dzemaili da la impresión de que se avergüenza por lo que Behrami, Shaqiri o Xhaka tienen que soportar. Por eso resalta: “Los futbolistas son el mejor ejemplo de una integración exitosa. Ellos viven la cultura de la convivencia. Y con ello han marcado un camino que empieza a seguirse cada vez más también en otras esferas, ya sea en la política, la ciencia o la medicina”.
Las voces de su país de origen son para Shaqiri, Behrami y Xhaka sólo una parte de la situación; a ésta se suma la lucha constante por ser aceptados en Suiza. Sin cesar se oyen voces que ponen su identidad suiza en tela de juicio. El debate vuelve a incendiarse si los jugadores no entonan en coro el himno nacional o si a veces celebran un gol en sus equipos con la bandera de Albania.
Valon Behrami es el jugador del equipo nacional suizo con raíces kosovares de mayor edad. Él protege a los más jóvenes. Da la cara cuando se trata de responder estas preguntas, y lo hace con una franqueza admirable. Behrami comenta: “A veces envidio a los jugadores que han nacido aquí. Sólo ellos pueden saber lo que se siente cuando se toca el himno nacional. Es algo que me falta. Pero aun así, siempre doy todo lo que puedo por Suiza”.
Hay algo que no se puede negar: el talento de los “secondos”, en combinación con su indómita voluntad y su gran confianza en sí mismos, ha impulsado decisivamente al fútbol suizo. “Sin ellos nunca habríamos alcanzado el éxito que tenemos ahora”, afirma el antiguo entrenador nacional, Ottmar Hitzfeld.
En 2009 Suiza ganó el único título mundial que ha alcanzado hasta ahora en el fútbol. Si bien fue “sólo” en el campeonato U17, marcó el inicio de una nueva era. Esa generación dorada, caracterizada por jugadores con más de una patria, es una promesa para el fútbol suizo. Granit Xhaka fue uno de los que ganó el campeonato mundial. Y comenta: “Con un poco de suerte y un buen rendimiento, podemos ser campeones de Europa”. Son palabras a las que Suiza tiene todavía que acostumbrarse.
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