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La pequeña Suiza y la gran China mantienen lazos de muy diversa índole. En el último número de “Panorama Suizo” ilustramos esta compleja relación, no exenta de conflictos; pero la actualidad nos plantea otra dolorosa pregunta: ante la invasión de Ucrania, ¿qué postura mantiene Suiza respecto a Rusia, país rico en materias primas? Las tensiones entre nuestra pequeña nación y las grandes potencias también se reflejan en el debate de nuestros lectores y lectoras.
Nos alegramos mucho de recibir sus comentarios en revue.ch. Además, la plataforma de la comunidad de la Organización de los Suizos en el Extranjero (OSE) le permite participar en los debates abiertos o proponer nuevos debates. Los temas que más se debaten en estos momentos son: > El seguro de enfermedad para los suizos jubilados que residen en el extranjero > La situación actual en Ucrania > Ciertas cuestiones administrativas específicas, por ejemplo acerca del SVS y los impuestos
Una postura neutral exige que Suiza adopte la misma estrategia ante todos los países. No conviene practicar una política de excepción con China; además, una postura neutral no excluye que se pueda emitir un juicio crítico ni defender una opinión propia. Suiza aún tiene que aprender esto. Debe aceptar que la neutralidad tiene su precio.
Su extenso artículo sobre la relación Suiza/China no hace referencia al contexto, que por lo tanto no se aclara. Por ejemplo, hasta ahora los derechos humanos se han definido desde una perspectiva exclusivamente occidental: se centran en derechos y libertades individuales. Las obligaciones derivadas de la convivencia en una familia o una colectividad se descartaron en los años 1940, tras el nacionalismo y el fascismo. Ahora lo estamos pagando, ya que en todo el mundo están en auge las sociedades que exigen a sus miembros que cumplan primero con sus obligaciones sociales, antes siquiera de otorgarles derechos. Los occidentales tendremos que tener en cuenta este punto de vista, distinto al nuestro, si queremos bandearnos con éxito en el siglo XXI. Por su parte, China deberá examinar la postura occidental en materia de derechos y libertades. Para la clase media china emergente, en particular, los derechos y libertades jugarán un papel cada vez mayor. Al mismo tiempo, las obligaciones en nuestras sociedades occidentales nunca llegarán a ser prioritarias como en las sociedades donde prevalece la colectividad. Pero negarlas genera una falta de comprensión internacional.
La idea de la neutralidad suiza es ilusoria, ya que todo depende del conflicto en cuestión. Mientras que el Gobierno desea ser “neutral” cuando se trata de suministrar armas a Ucrania, no ha dudado en exportar armas a Arabia Saudí, en guerra con Yemen. Armamento para los jeques petroleros saudíes, sí; pero nada de chalecos antibalas para los ucranianos. Tal parece que Suiza tiene dos raseros diferentes cuando de por medio hay intereses económicos.
Dudo que Suiza pueda fungir como puente entre China y Occidente, a menos que los políticos suizos adopten una visión más objetiva sobre China: deben ser conscientes de que los valores occidentales no son universales. Los valores chinos tradicionales ejercen una gran influencia en el pueblo chino y el pensamiento político de su gobierno; son mucho más sabios que los valores occidentales.
Los europeos siguen siendo muy ingenuos. China quiere convertirse en una potencia mundial y no le importa lo que haga Europa. Rusia sigue el mismo patrón, pero es utilizada por China. Todo nuestro empeño nos hace más y más dependientes de China.
Para un Estado, la neutralidad se basa esencialmente en no inmiscuirse en los problemas internos de los demás. Sin embargo, no significa no tener opinión ni conciencia frente a los actos criminales de otros.
El conflicto de Ucrania deja claro que Suiza ya no es neutral. Suiza tiene todo el derecho de actuar como lo hace, pero debe asumir las consecuencias de sus actos y quizás tenga que prescindir de ciertas ventajas económicas. Suiza no actúa igual frente a China y Rusia que frente a EE. UU. ¿Por qué? Todo parece indicar que se debe a que los dos sistemas económicos son diferentes. Yo pienso que el futuro está con Rusia y China. ¡Pero Suiza ya se ha decidido! Y se ha excluido a sí misma.
En el último número de “Panorama suizo” podía leerse que el río Aabach, “en el Seetal, cantón de Lucerna”, desemboca en el lago de Greifen. En realidad, el Aabach (o “río de los millones”) fluye en su totalidad por el cantón de Zúrich. Por lo tanto, contrariamente a lo que temían dos de nuestros perspicaces lectores (uno de Vuokatti, Finlandia, otro de la localidad alemana de Jestetten), no se ha producido de repente un enorme desplazamiento tectónico entre Lucerna y Zúrich. (MUL)
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