Literatura
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El ginebrino Charles-Albert Cingria vivió 39 años en París. A través de sus textos breves, este incansable viajero documentó su época con una profundidad sin igual.
El 19 de marzo de 1911 ocurrió en Ginebra una riña que dio de qué hablar a la ciudad durante semanas: frente a la iglesia Saint-Joseph, el corpulento Charles-Albert Cingria, de 28 años, ofendido por una carta que había escrito su colega Gonzague de Reynold, de 31, propinó a su débil adversario un golpe que lo tendió en el suelo.
Cingria, hijo de inmigrantes dálmatas, ya era apodado “el rabioso” en la escuela. Su propensión a la violencia, relacionada probablemente con su homosexualidad mantenida en secreto, le causó constantes problemas. Pese a sus abstrusas ideas, fue un musicólogo e historiador incomparable, cuyos escritos despertaron la admiración unánime de sus contemporáneos. Gracias a ello, cuando fue encarcelado en 1926 en Italia por pederastia, fue precisamente su enemigo Gonzague de Reynold quien lo ayudó a salir libre.
Charles-Albert causaba sensación, principalmente por sus textos breves, dispersos por todas partes y que se conocen actualmente como “talking Cingria”: esos relatos, siempre en primera persona y en presente, dan al lector la impresión de que su autor se dirige directamente a él. Su inmediatez se debe a que suelen estar basados en vivencias personales del autor durante sus viajes por toda Europa. A pesar de ser ginebrino, Cingria vivió entre 1915 y el 1.o de agosto de 1954, fecha de su muerte, en una habitación en París, punto de partida de sus viajes. Vestido excéntricamente como un típico dandi de su época, solía desplazarse en bicicleta.
Tras la pérdida de la fortuna familiar, no le quedó más remedio que alojarse en casa de amigos, para los que su llegada era siempre un evento tan pintoresco como espectacular. Siempre llevaba en su bicicleta una bañera plegable de cuero, en la que tomaba un baño en la habitación que le asignaban, antes de sentarse a la mesa con sus anfitriones, usando su toalla de baño como turbante. Y en algún momento se ponía a escribir sus textos cortos que, en el fondo, no son sino una conversación ininterrumpida con un interlocutor imaginario.
Estos textos tratan de la utilidad de la bicicleta para la creación literaria, de la suerte de poder viajar en el vagón restaurante, del bufé de la estación de trenes de Berna, de las virtudes del tabaco, de una domadora desnuda o de lo extrañas que son las máquinas que hablan. A su agudo sentido de la observación y a su virtuosismo lingüístico se suman siempre un humor y una inteligencia que confieren a las aparentemente inocuas palabras una gran profundidad y a menudo una sensación de anarquía. Este excéntrico ciclista y malabarista de palabras siempre supo que no sólo sería recordado por sus escritos, sino también por la extravagancia de su persona. De lo contrario no le hubiera confiado a su amigo Abdul Wahab esta misión, cuando estaba retenido en Suiza en 1940 por motivos de guerra: “Cuando veas a los charlatanes, déjalos que piensen que sigo en París y que sólo me he mudado a otro barrio. Quiero obligarlos a que inventen y difundan leyendas sobre la gente y a que demuestren que las debilidades de esa gente son, en realidad, sus puntos fuertes”.
Bibliografía
Disponible en alemán: Charles-Albert Cingria, “Ja, jeden Tag neu geboren werden…” Erinnerungen, Glossen, Thesen, Polemiken. [”Sí, nacer de nuevo cada día. Recuerdos, glosas, tesis, polémicas”] Seleccionados y con un epílogo biográfico de Charles Linsmayer. Reprinted by Huber Nr. 18, Frauenfeld 2001. En francés: “Œuvres complètes” [“Obras completas”], en once tomos (1967–1978), y “nouvelle édition critique” [“nueva edición crítica”] en seis tomos (2011–2014), Editorial l’Age d’homme, Lausana.
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