Selección
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En “Á bout de souffle” (1960), Jean-Paul Belmondo se dirige repentinamente a la cámara, diciendo: “Si no le gusta el mar, si no le gusta la montaña, si no le gusta la ciudad, ¡váyase a la mierda!”
Durante la década de los sesenta, las primeras películas del cineasta franco-suizo Jean-Luc Godard, fallecido el 22 de septiembre de 2022, causaban escándalo. Actores desconocidos, diálogos descarnados, permanentes cambios de escenario, rodajes con cámara en mano y con luz natural, montaje entrecortado en el que la banda sonora parecía evolucionar de modo independiente: en el cine de Godard, todo se apartaba de lo convencional. Desde entonces, las rupturas que él introdujo se han ido difundiendo como una ola expansiva en el mundo del cine. De tal manera que la herencia de Godard ya es ubicua. Su filmografía es vasta y multiforme. Abarca unas cincuenta películas y una decena de reportajes.
El cineasta siguió trabajando hasta el final de su vida, utilizando todos los recursos disponibles: teléfonos móviles, vídeos, pinturas, collages. El público conoce a Godard también por sus aforismos: “Cuando vas al cine, levantas la cabeza. Cuando miras la televisión, la bajas”, refirió en su día. Era amante del tenis, aunque protestaba contra la manera en que este deporte se presentaba en la televisión. Ideó otra manera de filmarlo: “Escogería a un tipo cualquiera (…) que participara en la primera ronda de clasificación. Se encuentra en París, no tiene muchos recursos, busca un hotel, el Ibis o el Mercure. Toma el metro y juega. Luego es derrotado. En la siguiente ronda me interesaría el ganador de este partido, y luego el ganador del encuentro siguiente, lo cual nos llevaría inevitablemente hasta la final.”
Así era Godard, esa estrella de la gran pantalla que hacía comentarios sobre el mundo con su acento valdense, un acento que delataba sus orígenes ante todos quienes querían escucharlo.
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