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Victimas suizas del Holocausto
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Noticias del Palacio Federal
Cientos de suizos murieron en los campos de concentración de los nacionalsocialistas. Recordarlos significa también rebuscar en un capítulo oscuro de la historia suiza y aprender de ella para el futuro. De lo contrario, el esfuerzo no vale la pena.
Si se pregunta por qué se necesita en Suiza un monumento para las víctimas del nacionalsocialismo, dedique un rato a leer la historia de Anna Böhringer.
El 22 de septiembre de 1939, las autoridades basilienses expulsaron a esta madre de siete hijos a Alemania por “su vida libertina”. El crimen de esta suiza de nacimiento: hijos ilegítimos, prostitución, una vida al margen de la sociedad. La expulsión fue posible porque Anna Böhringer había perdido su nacionalidad suiza tras casarse con un alemán. Cuando los nacionalsocialistas la detuvieron en Lörrach (D) poco después de su expulsión y la deportaron al campo de concentración de Ravensbrück, los parientes de Anna Böhringer rogaron a las autoridades suizas que la volvieran a nacionalizar. Esa hubiera sido su única oportunidad de sobrevivir. El gobierno municipal de Basilea escribió al respecto en un comunicado interno: “Si a la señora Böhringer acaba ocurriéndole lo que hace mucho que se merece, se debe solo a su vida inmoral. Que este tipo de gente sepa que en Suiza también les esperan medidas coercitivas”.
El 20 de febrero de 1945, Anna Böhringer (53) fue asesinada en Ravensbrück. Es necesario un monumento para las víctimas de la persecución nazi para que recordemos las historias como la de Anna Böhringer. Sin olvidar a quienes la entregaron a los nazis: las autoridades suizas.
Al menos 408 suizas y suizos fueron deportados a campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. A ellos se suman como mínimo 334 hombres, mujeres y jóvenes que nacieron y crecieron en Suiza, que en muchos casos hablaban dialecto, pero no eran ciudadanos suizos. De este total de 742 personas, 468 no sobrevivieron a los campos de concentración.
Suiza no actuó siempre como lo hizo con Anna Böhringer, pero sí en muchos casos. Para las autoridades suizas de entonces, los judíos, izquierdistas, homosexuales, luchadores de la resistencia, discapacitados o antisociales eran ciudadanos de segunda categoría a los que nadie defendía. Más bien se alegraban de sacárselos de encima. Resulta revelador que fueran las mismas minorías que los nazis buscaban exterminar.
Honrar su memoria es importante, pero un monumento no es más que roca fría si la sociedad no confronta seriamente las injusticias del pasado y aprende lecciones para el futuro. Hasta hace poco, ningún país de la Europa Occidental mostraba un desinterés tan grande por sus propias víctimas de los nazis como Suiza. Simplemente cayeron en el olvido.
Desde el año pasado se observa mucho más movimiento. Con Simonetta Sommaruga, una Presidenta Federal reconoció por primera vez la suerte de los suizos perseguidos. En Zúrich, ciudadanos comprometidos fundaron una asociación que rememora a las víctimas con piedras de la memoria colocadas delante de sus antiguas viviendas. Hasta ahora se han instalado siete, y se añadirán más en Basilea, Berna y Winterthur. Hay profesores comprometidos que tratan el tema en los colegios y estudiantes que escriben sus tesis de maestría sobre las víctimas suizas.
Ya se han puesto los cimientos para contar con un memorial nacional con un centro de documentación. El efecto que tenga depende de nosotros. Se lo debemos a Anna Böhringer y a todas las demás víctimas.
Continuar leyendo: Comentario invitado | Se espera que Suiza cuente con un monumento oficial del Holocausto
*Benno Tuchschmid es director de la revista del periódico “SonntagsBlick”. El comentario invitado publicado aquí apareció por primera vez en “SonntagsBlick” el 7 de marzo de 2021. Ir al artículo.
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