Selección
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Cada crisis tiene sus héroes. En Suiza, ha sido un tal Daniel Koch. Antes del coronavirus, casi nadie conocía al Director de la Oficina Federal de Salud Pública, responsable desde hacía años de combatir las enfermedades contagiosas. Pero ahora, acompañó a los suizos casi a diario mientras duraba la epidemia. Decenas de miles siguieron por televisión y en Youtube las conferencias del Gobierno Federal, en las que rara vez faltaba la presencia de este médico calvo. Cuando se le cedía la palabra, exponía los hechos con calma, tratando complejos temas científicos de manera muy comprensible; respondía pacientemente las preguntas insistentes de los periodistas, mostrando de vez en cuando un humor socarrón. Con su sencillez y su tono de voz mesurado, Koch se granjeó la simpatía de la población; se convirtió en un ídolo capaz de conjurar el miedo. Se supo que había trabajado como médico en zonas de guerra y que le gusta correr por el campo tirado de sus dos perros –gracias a él, Suiza conoce ahora el “canicross”–. El público le perdonó sus pocos desaciertos: así, se obstinó en poner en tela de juicio la efectividad de las mascarillas, lo que los suizos, amantes de la libertad, se alegraron de escuchar. A fines de mayo, cuando el país había superado lo peor, “Míster Coronavirus” se jubiló, un mes más tarde de lo planeado. Su jefe político, el Ministro de Salud Pública Alain Berset, se despidió de él con palabras cálidas. En los medios de comunicación social, donde suele imperar un ambiente hostil, la gente dio las gracias a este médico de 65 años por su valiosa labor. Una editorial planea publicar un libro sobre él, que presumiblemente saldrá a fines de este verano.
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