Oído
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El título es pegadizo; la portada apuesta por los tonos pastel. El contenido fluye como una corriente que, a pesar de algunos recovecos y turbulencias superficiales, avanza incansable en una misma dirección. “Gummy” es el sexto álbum de Anna Aaron desde 2011. Y como los dos anteriores, es fruto de una próspera colaboración con Bernard Trontin, el batería de los legendarios Young Gods. También participa el guitarrista Nicolas Büttiker.
Nacida en Basilea hace 38 años, Anna grabó “Gummy” en su propio estudio y en un pequeño chalet alpino en el que ya había trabajado con Trontin en la obra ambiental “Moonwaves”. La colaboración de esta heterogénea pareja musical ha dado lugar a un álbum lleno de agradable calidez y, al mismo tiempo, de angustiosos sonidos de fondo. ¿O quizá a una mezcla de equilibrio y eclecticismo? En cualquier caso, resulta audaz y sorprendente en sus momentos experimentales.
En “Gummy”, Anna Aaron, cuyo verdadero nombre es Cécile Meyer, canta su vida con su típica voz etérea y quebradiza, a veces solapada, multidimensional. En cuanto al tema, el álbum está dedicado a la separación. Habla de corazones rotos en fase de recuperación, tal y como la cantante explica en su página web: “Se trata del momento en que vuelves a conocer gente nueva y recuperas tu espacio emocional propio”. Estos temas se desarrollan sobre una base de sintetizadores, con el burbujeo del bajo y la fuerte presencia de la batería de Trontin.
Con su latente voluptuosidad y su marcado ritmo, el electropop de “Gummy” recuerda a veces al trip hop de los años noventa, sin dejar de estar firmemente arraigado en su época. En otros pasajes, evoca la música electrónica de los comienzos.
Esta combinación resulta espontánea y coherente. El álbum llega a su punto álgido en los pasajes instrumentales, en los que el pop se entrega a una compleja repetición hipnótica, como en muy largo “Birthday” o en la composición que cierra el álbum. Al escucharlos, de repente nos viene a la mente el Krautrock alemán de los años setenta.
“Gummy” es una entretenida y armoniosa incursión en el universo musical de Anna Aaron y Bernard Trontin. Es un cosmos en constante movimiento, un torrente de sonido y ambiente, fruto de un sincero amor al pop más melodioso.
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